ambiguo.

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JaeMin no podía oír. El pitido después del impacto le robó la capacidad de poder escuchar, y luego...



Nada.



Todo de pronto se volvió oscuro, tiñendo el ambiente de matices grisáceas e incoloras, insípidas. Por más que lo intentaba, JaeMin no podía ver.



Pero sí podía tocar.



Su cabeza daba mil vueltas; se sentía mareado, como si se hubiese tomado dos botellas de alcohol seguidas. Esa sensación de estar perdido, desorientado, pero, de alguna extraña forma, saber dónde estás. JaeMin sentía todo su cuerpo cosquillear, en especial los dedos de sus manos, mas, aun así, supo que alguien vino a por él, al sentir unas grandes y fuertes manos sobre su cuerpo.



«Vienen a rescatarnos» pensó, para después, caer inconsciente, sin saber lo que le depararía el futuro.



Hasta que despertó... y entonces, todo era muy distinto a como él se lo imaginaba.



No estaba detrás de unas rejas, no tenía las manos esposadas. El lugar no era tenebroso y sombrío como la estación de policía, sino que, era tan blanco e incandescente, que sus ojos dolían con la luz.



¿Acaso estaba en el más allá? ¿Está muerto y por eso ve esto? ¿Es esto, el cielo, quizás?



No. Nada de eso. Es algo completamente distinto. Una realidad que, si tuviera que escoger entre quedarse tras las rejas el resto de su vida, o estar ahí, hubiera preferido ser arrestado. Aunque, al principio no lo entendió.



Sus ojos se abrieron de manera abrupta. Su respiración era rápida y desacompasada, y podía sentir su corazón bombear en su cabeza, aturdiéndolo aún más. No veía correctamente, todo era borroso, una combinación de matices abstractas, como una pintura.



No sentía su cuerpo, era como si sólo su cabeza estuviese al tanto de lo que sucedía, y el resto, estaba dormido. Sus extremidades pesaban toneladas, y entre más intentaba, más pesaba su cuerpo. Era inútil, no tenía salida por ninguna parte.



No tenía ni la menor idea de qué hacer exactamente. ¿Correr, quizás? Aunque apenas y se podía las piernas. Lo mejor era esperar. Pero, ¿esperar qué? No poseía conocimiento de dónde se encontraba y, peor aún, no sabía cuánto tiempo llevaba aquí. Podía ser sólo un día, o tal vez una semana. Pero, ¿y si fuese un mes? ¿O incluso más?



Sintió sus piernas cosquillear, y entendió de que se estaba recuperando. Sintió algo de alivio, hasta que su oído empezó a agudizarse, y comenzó a escuchar una conversación.

simon project • 00 lineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora