nada fue real.

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Un escalofrío recorre su cuerpo como una corriente desde la punta de sus pies hasta la última hebra de su cabello. Una parte de su mente le dice que debe de despertar, que está en peligro, que algo debe hacer para salvarse, sin embargo, está la otra parte de su mente que le dice que debe descansar, esa que aún está contando las ovejas saltar de la valla, que prefiere dejarlo todo así para no tener que sufrir más.



Sentía sus manos juntas, y sus muñecas estaban siendo amordazadas con un objeto demasiado apretado y sofocante. Sentía sus brazos erizados por el frío, la cabeza caliente, y el sudor helado recorriendo sus sienes como los caminos de un río. Percibía el temblor de su cuerpo y oía la pesada respiración de sus pulmones, pero, no veía nada, no podía siquiera abrir sus ojos.



Los deseos de huir y desaparecer son cada vez más fuertes, pero no. JaeMin ya está cansado de huir todo el tiempo. Si ahora estaba metido en un lío, tendría que enfrentarlo, y superarlo, costara lo que costase.



Debía de salir de su ensimismamiento, o de ese vacío mental en el que se encontraba, por protegerse, por protegerlos a ellos. Mas se sentía inútil. ¿Por qué, cuando más necesitaba ser fuerte, no lo era? En su no tan lejano pasado, era mucho más poderoso, cosa que también, había descubierto hace poco. Pero, ¿y ahora? ¿No era más necesario poseer aquel poder en ese momento? Y si así era, ¿por qué no reaccionaba?



Aquellos pensamientos pesimistas y autodestructivos vagaban por su mente al mismo tiempo que debatía consigo mismo para poder reaccionar de una vez por todas. JaeMin sabía que estaba en peligro, pero de alguna u otra manera, no podía siquiera mover un dedo.



Pero, por mero acto de la suerte, sus párpados fueron capaces de levantarse con pereza. Sin embargo, no veía nada. Todo era un fondo pintado de un prolijo negro azabache. Su cuerpo seguía temblando, y cada segundo sus muñecas dolían más.



JaeMin comenzó a rezar, a estas alturas, cualquier dios que escuchara y que fuera capaz de ayudarle, servía. Y no supo si fue obra de esos mismos dioses, o simplemente una mala broma, porque aquel fondo negro se vio pintado luego por una gran luminiscencia que le dejó ver por fin las cosas tal cual como eran.



A su derecha, estaba Jeno, quien respiraba con desesperación, lloraba en silencio y temblaba del miedo. Al lado de él, estaba RenJun, quien intentaba mantenerse indiferente ante la situación, pero con sus ojos delataba lo asustado y enrabiado que estaba. Mirada perdida, ojos rojos de tanto llanto. Había visto ese rostro antes, cuando tenían más o menos cinco años, y desde ese entonces nunca más se le borró aquel fotograma.



Y a su izquierda, estaba DongHyuck, quien había sido el que ha estado con él todo el tiempo. La primera vez que lo vio después del accidente, fue cuando RenJun lo liberó de su celda, y aquel rostro tan particular y bonito sabía que lo conocía de alguna parte. Y ahora, que su mente se había esclarecido, podía recordar hasta el más mínimo momento que había pasado con él en su vida.

simon project • 00 lineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora