4. Georgiana se suicida

20 2 1
                                    

El aire que golpeaba fuertemente su rostro ayudaba a que se tranquilizara, pero los sentimientos seguían abrumándola. Estar en ese puente era tan tentador, dejarse caer significaba el fin de todos sus problemas, no más dolor y todo terminaría. Cuando menos se dio cuenta había soltado sus manos de la barandilla, el cielo con el amanecer se veía hermoso mientras caía. Solo sintió el agua golpeándola y algo más en su cabeza que la dejó inconsciente.

[...]

— Soñé con ella, con su cara de niña que dormía bajo el agua, se veía tan extraña y hermosa a la vez. Parecía una sirena con sus cabellos ondulante y muy brillantes. —Liam sostenía una almohada contra su pecho mientras hablaba y trataba de recordar su sueño.

— Tienes sueños bien raros. —Niall frunció el ceño al escuchar a su hermano mayor.

— Quedé impresionado con ella, Niall.

— En cambio yo, apenas si pude conciliar el sueño. —El rubio sacudía sus pies levemente mientras estaba recostado en la cama boca abajo. —Es que de solo pensar en las bestialidades que dijo, se me sube la sangre a la cabeza. Ash, esa mujer esa una víbora.

— ¿Y si fuera cierto lo que dijo? —El castaño murmuró jugando levemente con una hilo suelto de la almohada.

— ¡No ofendas a papá! —La molestia resaltaba en las palabras del rubio.

— Ay, sí, ya. Tienes toda la razón, no hay que pensar en ella. —Liam se obligó a decir. —Igual, papá no se hubiera fijado en una muchachita que podría ser su hija ¿no? —Observó al ojiazul hacer una mueca molesta antes de salir la habitación.

Cerró los ojos tratando de no pensar más en el asunto, pero él realmente se había quedado con la duda después de ver la forma de actuar de aquella omega, en conjunto de su aroma que no se podía fingir.

[...]

Mauro observaba desde el otro lado de la calle a los tres hermanos que hablaban con algunas personas, por sus rostros y el leve aroma que llegaba a él, seguían preocupados, lo que solo significaba que Georgiana no había regresado todavía. Tragó saliva y se apresuró a entrar al mercado hacia el puesto de sus padres.

— Están desesperados. —Habló en cuanto estuvo frente a su madre que contaba algunas monedas.

— ¿Quiénes?

— Pues los Petterson. —El alfa dijo con obviedad. —No apareció en toda la noche.

— ¿Ves? Te dije, esa boba se perdió, no fue capaz de regresar a su casa. —Helena continuaba contando las monedas sin mirar a su hijo.

— ¿Y si le pasó algo malo? —Mauro también se sentía preocupado por la pelinegra.

— Nada peor le puede pasar. Se quedó sin el viejo ricachón, esperando un cachorro y con esos gorilas encima. —Un gesto fastidiado apareció en el rostro de la omega. —Por ahí debe estar escondida pensando en cómo regresar a la casa y que no la boten, pero si te llegan a preguntar, ni una sola palabra. No sabemos nada de esa idiota ¿escuchaste?

[...]

— ¿Le sirvo café, doña Jennifer? —Eve preguntó de forma servicial, poniendo sobre la mesa una pequeña jarra junto con una taza y el azucarero.

— No quiero nada. —La omega miraba al frente, jugueteando con sus manos y con el pijama aún puesto.

— ¿Se siente mal?

— No dormí anoche por culpa de ella, de esa muchacha, Georgiana. —Jennifer hablaba lentamente, como si estuviera pensando bien cada palabra que salía de su boca.

Pasión LobunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora