(Clases, problemas, risas, llantos)

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II CAPITULO

Me despierto y me doy cuenta que ya habían comenzado las clases, ¡llevaba más de cuarenta minutos dormida! y peor aún, me había perdido la clase más importante, ¡Repaso para la prueba semestral coeficiente dos!

 

Siento algo en mi hombro, trato de no mirar, (ya suponía saber lo que me acontecía), y claro, era ella(Srta. Lizzy Grossman, sarcástica, trabaja por el sueldo, no por amor a su oficio, más que nada ¡una pobre y miserable mujer!)

 

-          Me he dado cuenta—se tomó un lapso de algunos segundos para continuar la frase—.Que has tomado con mucha atención la clase.

-          Lo siento señorita Lizzy, no ocurrirá otra vez – contesté.

-          ¡Querida, querida, querida! –esbozo una sonrisa torcida—.Eso lo he escuchado tantas veces, pero aún no veo cambios.

-          No le prometo nada –dije-. No me gusta prometer cuando sé que no lo cumpliré – en ese momento miro fijamente la cara de Joshep y Victoria, no entendían porque los miraba y luego añadí – Es muy fácil hablar, e incluso le puedo decir que no lo volveré a hacer prometiéndole y jurándole una y otra vez que no lo haré, pero las promesas y los juramentos, tarde o temprano se disuelven.

Hizo oídos sordos a lo que dije, algo que se me hacía costumbre, (hace mucho tiempo), y que realmente no me afecta en nada. Quizás ¿prefiere escuchar a Tifany? (la hermosa y popular, solo come carbohidratos, ¡pero con un cerebro!, que sólo lo utiliza para leer las indicaciones nutricionales del envase).

Se dirigió al pizarrón, donde hizo una mirada general y después puso la mirada fija en Sophie (una muchacha como cualquier otra, ni mal ni bien, cree en los extraterrestres he incluso dice que “puede comunicarse con ellos”.)

-          Chicos, hoy comenzamos materia nueva “historia universal”.

¡Sophie! , mi adorable y querida alumna ¿me podrías decir quien fue Zeus? –preguntó.

-          Fue un Dios griego, profesora– contestó Sophie.

-          ¡Excelente! Entonces, ahora y para que todos entiendan esta tan entretenida materia, tendrán que leer un libro llamado “La Ilíada”, este se basa en… -siguió explicando.

Comencé a pensar en muchas cosas, no referente a los Dioses ni nada de eso, si no que contemplaba mí alrededor y miles de cosas pasaban por mi cabeza, como por ejemplo:

  ¿Qué pasaría si mi profesor (Sr. Tomás Johnson querido por varios, odiado por lo que resta, enseña matemáticas y piensa que diciendo que todo estará bien, cambio el mundo.), me hubiera sentado en la parte de adelante, en vez de atrás? ¿Tomaría más atención? ¿O seguiría igual, lamentándome todas las horas que desperdicio viniendo a este zoológico?  

¿Qué hubiera pasado si en vez de sentarme con Dan, (el querido por todos, por su gran carisma y simpatía al momento de encontrar y conquistar chicas) me hubiera sentado con Cory, (el chico que pasa todo el día jugando en su PC, pero con un coeficiente intelectual envidiable)?

Sonó la campana ¡POR FIN! Quince pequeños y hermosos minutos, para poder ¡tomar aire fresco!, ¡liberar la mente!, ¡leer, y pensar! ¿Qué más se puede pedir?

Entenderán que una sala de clases para cuarenta y dos personas, sin aire acondicionado y ventanas cerradas, (no es muy agradable), y más aún, cuando tienes a Dan charlando todo el día, sobre las cosas que hizo el fin de semana. Aunque mejor dicho, ¡con cuantas lo hizo el fin de semana! Sin tantos rodeos, ¡con cuantas NO lohizo (incluyéndome) el fin de semana!

Rose (una joven no tan popular, pero muy hermosa, ojos cafés y pelo largo) se acerca y me comienza a contar… (Se me olvidaba… también es mi amiga) que está saliendo con un chico, pero no es de su total interés.

-          Si hoy no puedes amar a nadie, procura al menos no hacerle daño a nadie – le dije.

-          No creo hacerle daño, no quiero sentirme sola, eso es todo– protestó.

Negué con la cabeza, aunque sabía que era malgastar saliva en alguien que no comprendería.

-          ¿Al menos lo quieres?, supongo –insistí.

-          Si, bueno eso creo – dijo Rose con voz dudosa. – He tenido malos días últimamente, quizás ese sea un motivo para no querer sentirme tan vulnerable. – continuó.

-          Eh, tranquila que vienen más, y no querrás tener un chico para cada día que te sientas así- le dije de modo irónico sin preámbulos.

-          Ya, entendí, le diré “no eres tu soy yo”, “tiempo al tiempo”, “no abandones, todo pasa por algo” y cosas así -Se expresaron los clichés habituales para terminar con alguien.

-          Pfff – suspiré. – no era lo que quería, pero prefiero que le digas palabras copiadas y pegadas de un poema, a que le cuentes la real razón de su ruptura– contesté.

-          ¡Muchas gracias por todo!, de verdad.- se acercó con forma de gratitud.

-          No te preocupes, ve antes que se te olvide – sonreí.

 

Realmente todavía no entiendo muy bien el significado de la amistad, y no porque conviva con cierta gente todos los días significa que son mis amigos.  De cierta forma mis amigos se cuentan con los dedos de una mano, como se dice vulgarmente (sobran dedos), debe ser porque mi mente asume automáticamente que a la gente no le agrado, así que no hablo con nadie a menos que se acerquen a mí. No puedo ser parte de la multitud, porque siempre tengo la sensación de que no pertenezco a ningún grupo y a ningún lugar.

Si fuera como antesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora