Capítulo 7

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Bajo las escaleras en dirección a la terraza luego de que el rubor por los besos de Aleksei se me ha pasado. Como supuse, hay mucho jaleo en la casa debido al montaje de la fiesta para esta noche. Sigo mi camino hacia la parte trasera de la casona para salir a la zona de recreo que está ubicada en el ala izquierdo de la residencia.

Al salir hay un camino de madera que conduce a un enorme gazebo, en donde hay una mesa de metal y cristal de seis sillas. Frente a ella está la piscina que nunca se usa.

Me acerco todavía con una media sonrisa que me queda de los minutos anteriores, pero muere en el instante en que veo a las personas que acompañan a mis padres. Los Kórsacov no son mi familia favorita, todo lo contrario, sé que ellos buscan la oportunidad de quedarse con el título de mi padre. Todos son enemigos aquí, pero aliados.

Papá está en la cabeza de la mesa, Kórsacov en el otro extremo, su esposa a su izquierda y su hijo, como no, a su derecha. Mamá está a la derecha de papá, lo que me deja a mí a su izquierda y justo al lado del idiota de Konstantin.

¡Joder!

Vaya mañana feliz que se fue al carajo.

Cuando todos me ven, se ponen de pie, excepto Slava, mi padre. —Buenos días —digo más por educación que porque quiera hacerlo. —Svetlana, cariño. —Mi madre se acerca de inmediato a mí y me da un frío abrazo—. Feliz cumpleaños, mi niña.

—Gracias, mamá. —Le brindo una débil sonrisa. Miro a mi padre. —Buen año —me dice él y yo asiento en respuesta. Desde los diez años siempre me dice lo mismo; extraño al hombre que me daba las felicitaciones con un enorme abrazo, besos y regalos.

—Felicitaciones, Lana. —Olesya Kórsacova saca algo de su bolso: una caja alargada. Me la tiende—. Espero que te guste. —Gracias.

Abro la caja y dentro hay un reloj de correa fina con diamantes incrustados en el cristal.

—Es de platino —agrega ella. Como si me importara.

—Que tengas un buen año, Svetlana —dice Artur y le doy un asentimiento.

—Feliz cumpleaños —culmina el protocolo Konstantin. Se acerca a abrazarme y coloco una mano en su pecho.

—Ni siquiera lo pienses, Kórsacov —le advierto y él ríe más que divertido.

—Debía intentarlo.

Pongo los ojos en blanco antes de sentarme, sin querer, a su lado. Justo en ese instante y como si nos estuvieran vigilando, entra el personal de servicio a poner el desayuno en la mesa. Café, leche, fruta. Lo normal.

Papá se mantiene en silencio, al igual que su socio. Ellos no son de hablar cuando hay comida en sus platos. Por el contrario, mamá y Olesya están sumergidas en una acalorada conversación donde varias risitas se les escapan de vez en cuando.

Yo también hago silencio mientras como un tazón de cereales con frutas del bosque.

Es tan incómodo estar entre tanta seriedad. Estoy acostumbrada a comer en la cocina en compañía de Angelique o de Aleksei. Allí al menos río y me divierto antes de ir al colegio. Aquí todos están pendientes a sus asuntos y aunque a veces eso es bueno, también resulta asfixiante.

—¿Has seguido intentando embarazarte, Larissa?

Tras esa pregunta puedo sentir cómo la tensión pasa de cero a mil en un segundo.

Levanto la mirada solo un poco para ver a mi madre removerse incómoda en su silla y mirar a mi padre algo nerviosa.

—He tratado, sí. He seguido muchos remedios naturales y ejercicios para concebir, pero nada da resultado.

Me limito a seguir comiendo.

—Es una pena. Sé cuánto anhelan tener un varón. —Aprieto la cuchara en mi mano.

«Tranquila, Svetlana. Déjalo pasar».

—Necesitas una solución, Slava. Alguien se tiene que hacerse cargo de tu lugar cuando te retires —esta vez se une Artur a la conversación. Trato de ignorarlos a todos, pero es difícil, de verdad que sí. Es horrible que te hagan a un lado porque no le sirves a alguien. Duele. —Pensaré en una —contesta mi padre. «¡Yo soy tu solución!», quiero decir, pero las palabras no salen de mi boca.

Mis dedos se cierran en un cuchillo con filo que hay cerca de mi plato. —Si no logras tener un niño, yo puedo casarme con Svetlana en el mejor de los casos. —Las yemas de mis dedos se tornan blancas ante la presión que estoy ejerciendo para sostener el mango del cuchillo—. Yo puedo ser tu mejor opci...

—¡Cállate! —estallo. Clavo el cuchillo entre sus dedos índice y corazón, ya que tiene su mano reposada en la mesa. Todos se sobresaltan, incluso papá, y me miran como si estuviera demente—. Ya basta de tanta mierda —escupo con la rabia que siento recorrer mi interior. Konstantin aparta su mano con rapidez. Cobarde.

—¿Estás loca, Svetlana? —me regaña Svyatoslav y lo veo con odio. Lo ignoro y desvío la mirada hacia mi madre.

—Tú no te quedarás embarazada nunca —espeto y miro a Konstantin—. Tú jamás serás mi esposo y tú... —contemplo a su padre que me observa con rostro imperturbable—no te quedarás con lo que por derecho me pertenece. —Volteo hacia mi padre que me fulmina con la vista—. Yo soy tu mejor opción y eso no es discutible.

—Svetlana —mi madre me habla con severidad—, ya hemos hablado de esto.

—Estoy harta de todos ustedes. —Arrastro la silla hacia atrás y me levanto—. Si me disculpan, se me ha quitado el hambre. Y sin más me marcho de allí. Escucho a mi padre decir un "déjala", supongo que a mi madre, y a Konstantin decir que he perdido la razón. Pues sí, estoy loca. Loca de ganas por hacerle ver a todo el mundo que yo soy y seré la heredera del mandato de la Organización. Primero tendrán que matarme antes de dejarlos sentar en la silla que a mí me pertenece.

Vuelvo al interior de la casa para buscar refugio en mi habitación cuando me topo con alguien que no he visto en mucho tiempo. —¡Tío Vladik! —grito antes de tirarme a sus brazos y engancharme a él como koala.

—Mi pequeña traviesa —murmura él besando mi sien repetidas veces como siempre lo ha hecho.

Al fin alguien que me quiere de verdad en la familia Záitsev.

Reina de la Mafia©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora