Capítulo 26

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Ha pasado todo un día desde que estoy comprometida con Ayham. Por más que luché y protesté, pronto seré entregada a ese príncipe estúpido y egocéntrico. La sorpresa que se llevará cuando se entere que no soy virgen como les gustan a ellos. Al menos tengo la esperanza que eso traerá conflictos entre los dos bandos. De no importarle al jeque, entonces tendré que implementar otra opción. Desde adentro pienso provocar una revolución. Tal vez y le pida a Aleksei que me embarace.

Me río por mis absurdos pensamientos.

Me doy vuelta en la cama y veo la hora en el móvil: las dos de la mañana. Es lunes ya y yo aún no logro conciliar el sueño. Deseo ver a mi chico, anhelo estar entre sus brazos. No me importa nada más que él justo ahora.

Analizo las posibilidades de ir a la casa de servicio. Podría bloquear las cámaras de seguridad, sí, pero eso no me valdría de nada si tengo en cuenta que afuera hay docenas de hombres custodiando la casona. Aunque...

Me pongo en pie con rapidez y reviso lo que visto. Un simple pijama de pantalón corto y blusa de tirantes. Me encojo de hombros y busco unas sandalias para colocármelas. Voy directo a mi portátil y chequeo las cámaras de vigilancia; dos dan al pasillo, otra a la puerta del sótano y otra en dicho sótano. Me pongo manos a la obra para burlar la seguridad de la casa.

Esto me toma alrededor de media hora, por lo que faltan treintas minutos para las tres cuando salgo de mi habitación.

Llego a las escaleras con rapidez y me voy por la parte derecha de los dos pasillos, sigo hasta el fondo, pasando por la puerta del sótano. Bajo las escaleras y me encuentro con una pequeña armería. Más allá, al fondo, una puerta de hierro blindado. Me acerco a esta y respiro hondo. Calculando los días para mi inminente boda, que es el sábado, es probable que esta sea la última vez que esté con Aleksei. Hago lo correcto.

Me siento segura cuando marco los dígitos en el panel para que se abra la compuerta a los pasadizos subterráneos. Son unos túneles de escape que dan a tres lugares: a la casa de servicio, a la armería principal y a un galpón en medio de la nada donde siempre hay hombres de mi padre y camionetas listas para salvar a los miembros de la familia en un posible ataque.

Nunca he pasado por estos, pero sí que sé la distancia que recorren y cada desviación.

Entro al túnel forrado de acero con luces que iluminan todo el camino. Me aseguro de cerrar la puerta detrás de mí y camino a paso rápido por toda su extensión. La casa de servicio no está muy lejos de la casona, quizás a unos cien metros, más o menos, así que la primera salida con escaleras que encuentro, es la indicada.

Subo sin pensarlo dos veces y abro la compuerta. No suena ninguna alarma para mi alivio y trato de ser lo más silenciosa posible cuando salgo de los túneles.

Me encuentro en una especie de biblioteca y oficina. Cierro la compuerta que está en el piso y por donde he salido. Me yergo. Nunca he entrado a la casa de los trabajadores, pero sí sé por Aleksei que es como un hotel y que la casa solo tiene habitaciones con sus baños propios. No hay salas de estar ni cocina, además de que las puertas están enumeradas y la de mi chico es la número doce. Salgo del estudio para buscar la recámara, la cual encuentro en la segunda planta. Soy sigilosa, no quiero despertar a los trabajadores que duermen.

Según tengo entendido, los aposentos no son personales, sino que son compartidos. Los del turno matutino y vespertino la usan en las noches y viceversa.

Entro a la habitación con lentitud y cierro la puerta con seguro a mi espalda. Aleksei duerme boca abajo con una mano metida bajo la almohada y otra por encima de su cabeza. Cualquier otra persona diría que está profundamente dormido, yo que lo conozco, sé que espera que me acerque para atacar. Y lo hago.

Reina de la Mafia©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora