Capítulo 25

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«Me ha vendido».

Es la frase que se repite fervientemente en mi cabeza. Sabía que no valía mucho para Slava, pero no tenía idea de que para él no soy más que un activo. Fui ingenua y creí que al menos me tenía algo de cariño, ¿y cómo no pensarlo? Se supone que él es mi padre.

Y aunque sea un idiota, esto de hoy en particular me ha dolido como nunca nada lo ha hecho. Tal humillación frente a toda la Organización es un plus para la miserable vida que acaba de construir para mí.

Es seguro que después de hoy no seré la misma Svetlana.

Llevo mis manos a mi cuello, aún siento sus dedos grandes y fuertes cerrarse en mi garganta y apretar hasta dejarme sin aire. Es una bestia, un monstruo sin escrúpulos. Toco con las yemas de mis dedos mi labio partido por su bofetada. Es la segunda en mi lista de cosas que cobrarle a Svyatoslav Záitsev, lista que he decidido iniciar hoy mismo.

Me acomodo en medio del abrazo de Aleksei. Es el único hombre en quien puedo confiar al parecer, los demás son viles engendros de la desgracia. Él me ha sostenido todo este tiempo y ha secado mis lágrimas amargas.

No sé cuánto tiempo ha pasado desde que abandonamos el comedor, pero lo que sí sé es que la maldita cena ha seguido su curso normal, como si nada hubiera pasado.

Aleks me aprieta contra su costado y dejo salir un suspiro. La mano de mi madre no cesa de acariciar mi pelo y agradezco que esté aquí, que no haya vuelto con Slava.

—Ustedes... —hace una pausa y abro los ojos para verla. Se muestra incómoda, seria— ¿son pareja? ¿Tienen algo?

—¿Qué importa eso ahora? —contesto con voz trémula y hundo la nariz en el pecho de mi chico. Huele a cuero y bosque fresco.

—Es peligroso. Imprudente.

Aleks vibra bajo de mí con una risa superficial.

—¿Qué no es peligroso e imprudente aquí, señora? —Touché. Observo a mamá de nuevo para ver dos ojos color azul verdoso mirándome con pesar—. No debería ni siquiera cuestionarnos.

—Perdón —susurra. Busca mi mano para entrelazar nuestros dedos—. Te juro que no voy a permitir que te lleven lejos de mí, no voy a permitir que Slava te... —se le atascan las palabras en la garganta y sus cuencas se llenan de lágrimas.

—Dilo, mamá. Que me venda.

Me trago un sollozo y me levanto de un salto de la cama, lejos de ellos.

No quiero llorar más, quiero ser fuerte, debo luchar contra un destino que se me quiere imponer. No soy la muñeca de nadie para que todos me coloquen a su antojo en una jugada donde solo se beneficiarán ellos. No pienso satisfacer más a Slava, aunque eso signifique mi expulsión o mi muerte.

—Te juro por mi vida, Svetlana, que no te dejaré marchar. Primero tendrán que matarme — la voz de Larissa suena más cerca de mí y más determinada. ¿Será que alguna vez en su vida se pondrá pantalones y enfrentará a su marido? Lo espero, es lo menos que debería hacer por su hija.

—Entonces tendrán que matarnos a las dos —digo antes de voltearme.

Más allá de mi madre, Aleksei observa, cauto y silencioso como es él. Sé que puedo contar con su persona con los ojos cerrados. Él me pertenece.

Larissa pone una mano en mi hombro y me hace mirarla, sus luceros despiden duda.

—¿Has estado con él? —pregunta en un susurro y sonrío de lado, satisfecha por la decisión que tomé hace unos días.

Reina de la Mafia©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora