Capítulo 10

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Me giro como puedo entre sus brazos e ignoro el tirón que dan mis lobos a las correas para que siga avanzando.

—Hola. —Muerdo mi labio para reprimir una sonrisa. Fracaso. —Te extrañé —dice él apretándome contra su cuerpo. Me encanta sentir su calor contra el mío, es reconfortante.

—Yo también. Siento mucho lo tonta e infantil que fui. —Apoyo mi frente en su pecho. Estoy muy avergonzada de mi actitud. —Soy yo quien debe pedir disculpas por no saber expresarme. —Sus manos viajan a mi cara y me hace alzar la vista para que lo mire—. Estar contigo jamás será una estupidez, ¿queda claro?

Asiento y enseguida sus labios se conectan con los míos. Un beso dulce y suave que me sabe a amor.

—¿Estarás en la fiesta? —digo al separarme de él.

Aleks toma mi mano y entrelaza nuestros dedos para continuar con el recorrido. Parecemos una pareja normal, aunque estamos lejos de serlo. —Todo el cuerpo de seguridad debe estar ahí. Habrá mucha gente y hay que estar más alerta.

—No quiero que trabajes, quiero que estés conmigo como mi invitado —espeto y lo contemplo. Él niega con la cabeza con expresión seria. —Eso será imposible. Tendrás que conformarte con tus amigos. —No tengo amigos. —Me encojo de hombros y le echo un rápido vistazo a los cachorros que caminan delante de nosotros. —Algún invitado habrá que te quite el aburrimiento.

—¿Viejos amigos de mi padre? —pregunto mirándolo incrédula. Él ríe.

—Los hijos de ellos.

—Son la mayoría hombres. ¿Quieres que hable con ellos? —¿Qué tiene de malo?

Freno mi andar, lo que lo obliga a él hacer lo mismo. Aleksei me escruta con confusión y yo lo hago con el ceño fruncido. —¿Qué pasa?

—Dije que eran hombres los hijos de los amigos de mi padre —hago énfasis en "hombres".

—Y yo te pregunté qué tiene de malo.

Me río. ¿Qué tiene de malo? Es un hombre de la Organización y aunque yo no sea nada oficial de él, ellos suelen ser muy posesivos con sus mujeres.

—¿No te molesta que hable con otros hombres? —indago extrañada. —Svetlana, para ser una defensora de tus derechos como cabeza de la Bratva, aunque seas mujer, hay cosas en las que eres completamente ingenua. —Aleks se acerca y me toma de los hombros—. Tú puedes hablar con quien te plazca, yo no soy tu dueño, solo soy el hombre que te ama. No tengo el derecho de prohibirte nada. No tengo por qué ponerme celoso, si es lo que insinúas.

—Yo pensé... —me interrumpo. Es extraño porque sé que tiene razón, pero a la vez estoy acostumbrada a ver eso a mi alrededor y eso hace que suponga que es lo correcto. Es completamente confuso—. Olvídalo.

—¿Cuándo me piensas mostrar ese vestido que compraste? —inquiere cambiando de tema y sonrío de lado. Sus manos bajan a mi cintura y luego a mi trasero.

—Tendrás que verlo junto con todo el mundo —digo coqueta y él hace un mohín.

—No me gusta la idea. Creí que tenía ciertos privilegios —murmura enterrando la cara en mi cuello y dejando electrizantes besos allí. Mmm. —¿Cuáles privilegios?

—Pues colarme en tu habitación unas horas antes y quitarte el vestido con los dientes. —Me muerde en donde termina el cuello y comienza la clavícula. Las piernas me tiemblan y mi vientre se contrae. —No, no lo tienes.

—Una lástima. —Su boca hace un recorrido por mi piel hasta llegar a mis labios. Los separo para recibir el beso, pero este no llega. —¿Por qué me provocas si luego no quieres tocarme? —me quejo. —¿Y quién dijo que hoy no te voy a tocar? —Sus manos se cierran en mis glúteos y dejo salir un jadeo.

¿Él de verdad...? Siento el roce de un pelaje en mi pierna. Me había olvidado por un segundo de los lobos.

—Espera. —Me separo del tentador roce de sus labios.

—¿Qué? —Me mira extrañado.

—Los cachorros—le respondo y me separo de su cuerpo para dejarlos amarrados en una rama a unos metros de nosotros.

Me vuelvo hacia Aleksei y sin que se lo espere, corro hacia él y me engancho de su cuello. Él maldice al mismo tiempo que me sostiene y me ayuda a rodear su cintura con mis piernas.

—Joder, debes dejar de hacer eso —espeta entre dientes.

—Me encanta hacerlo— murmuro sobre su boca antes de morder su labio inferior.

Su boca atrapa la mía en un beso hambriento, con deseo. Tan pasional como lo es todo él. Mi lengua se encuentra con la suya y se entrelazan en una danza erótica.

Nuestros labios se mueven en una perfecta sincronía, como si hubieran sido creados para encajar uno con el otro. Siento cómo Aleksei va bajando poco a poco hasta dejar mi espalda pegada en la yerba que rodea el bosque. Estamos libres aquí, no hay cámaras, no hay micrófonos, pero con lo que no contamos es con mucho tiempo para degustarnos.

Aleks se separa y abro los ojos para verlo bajar hasta la altura de mi pecho. Levanta mi top y descubre los senos sin sujetador. Sus ojos se encuentran con los míos; los suyos son de un azul oscuro, misteriosos, pero dulces solo para mí. Sin apartar su mirada, cierra su boca sobre mi pezón izquierdo y lo chupa. Siento un cosquilleo en mi estómago que va bajando hasta mi entrepierna.

Su lengua sale al encuentro de mi pequeño pico y su mano viaja al interior de mis piernas encontrándose con mis bragas. Dejo salir un gemido cuando sus dedos presionan en el punto exacto del centro de mi placer.

Cambia a mi otro pezón y comienza a hacer círculos sobre la tela de mi ropa interior, excitándome. Unos segundos después, se da por satisfecho y baja hasta colocar su cara entre mis piernas. Estas me tiemblan por la anticipación y mi interior comienza a palpitar ansioso. Todo mi cuerpo reacciona a Aleksei de forma automática.

Hace a un lado mis bragas y sin aviso previo sus labios se cierran en mi clítoris. Me arqueo y dejo salir un gemido. Es la tercera vez que pruebo la sensación y no sé cuál de ellas me gustó más. Es como estar en la gloria. Con cada succión y con cada lamida me envía ráfagas de placer por todo el cuerpo... me hace sentir en el cielo.

Me vuelvo gemidos y jadeos. Aleksei recorre cada centímetro de mi centro, juega con mi centro de placer y me produce temblores. Su lengua se pasea por mi entrada y un dedo de vez en cuando se cuela en mi interior.

La presión que se forma en mi vientre explota y un orgasmo arrollador me deja sin fuerza y con una sonrisa en la cara. Grito el nombre de Aleksei mientras el clímax se hace en mí y disfruto de mi culminación con total libertad.

Me quedo flotando en un mar de sensaciones maravillosas. Sensaciones que solo mi guardaespaldas puede provocar.

Reina de la Mafia©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora