Me observa con tanta intensidad que creo puede ver en mi interior. Sus ojos de un azul ardiente y vívido me convencen de que él es la persona correcta, que él es el merecedor de lo más importante de mí. El amor con el que siempre me ve se ha convertido en deseo.
Cuando sus labios se unen a los míos, viajo por un mambo de sentimientos; todo lo que siento por Aleksei se ha intensificado al doscientos por ciento al entrar en esta especie de intimidad. Y eso que solo me está besando. Sus labios tibios y suaves marcan un ritmo lento y pasional. Sus manos antes en mi cintura buscan las mías y entrelaza nuestros dedos por encima de mi cabeza.
Lo siento respirar, su pecho sube y baja sobre el mío. Sé que nuestros corazones laten frenéticos al mismo ritmo. No por los nervios, sino por la anticipación de lo que haremos.
He escuchado en la escuela, en la calle, he leído en libros y he visto en la televisión que perder la virtud duele, que es algo desgarrador. Y no me lo creo, un acto de placer no puede ser tan doloroso. Estoy dispuesta a ser la excepción a la regla, voy a mantener mi mente en blanco y voy a disfrutar de cada sensación que me produzcan las manos o los labios del hombre que amo.
Aleksei se separa solo unos pocos centímetros, suelta una de mis manos para acariciar mi rostro y me mira con adoración. Sus dedos bajan a mis labios y los delinea. Dejo un beso casto en sus yemas.
—Eres perfecta —dice y un ligero rubor se marca en mis pómulos—. Hermosa y mía.
Me vuelve a besar, esta vez siendo más rudo, más fuerte. Mis manos cobran vida y van directo a su corbata con dedos torpes. Cuando logro quitarla, la tiro a un lado y abandono la boca de Aleks para inhalar aire.
Él va directo a mi cuello, deja húmedos y ardientes besos allí.
Dejo salir un jadeo.
Paso a su chaqueta y hago que se la saque. Levanta la mirada y la conecta con la mía. Toma con sus dientes mi labio inferior mientras quito uno a uno los botones de su camisa. Sonrío. Él logra sacar mis mejores sonrisas. Él y solo él.
Se levanta un poco cuando he terminado y se quita la camisa con celeridad. Vuelve a mí con una sonrisa seductora y besa brevemente mis labios para seguir el camino que antes recorría: de mi clavícula al valle de mis senos. Sus cálidas manos acarician mis piernas mientras suben por todo el costado de mi cuerpo. Se encuentran con mis bragas al mismo tiempo que sus dientes muerden mi pezón por encima de la tela. Dejo salir con libertad un gemido.
Sigue su camino por mis caderas, mi cintura, hasta que saca mi vestido. Rápidamente me quita el sostén. Me arqueo un poco sobre las colchas y Aleks disfruta de la vista.
No me avergüenzo, hemos llegado a este punto muchas veces. Conoce mi cuerpo mejor que yo.
Sus dedos dibujan con una sutil caricia mi vientre. Me estremezco cuando llega al borde de mis senos, allí esquiva el roce y sube directamente a tomarme de las mejillas y dejar cortos besos sobre mis labios hinchados.
Sé lo que hace: me provoca, me prepara para lo que viene. Está aterrado, pero yo no. Estoy segura de lo que quiero, y lo quiero a él.
Lo obligo a mirarme, acaricio mi nariz con la de él y dejo un beso en ella.
—Estoy lista. Confía en mí.
—Si te hago daño... Lo interrumpo.
—Eso es inevitable.
—Pero lo puedo hacer más llevadero —replica—. Debo prepararte para ello.
Sus labios se presionan en mi barbilla con ternura, luego en mi mandíbula y más abajo en cada contacto. Su toque arde en mi piel, todo mi cuerpo arde por él. Sus caricias se propagan por mis caderas y muslos mientras su boca deja una estela de besos por mi pecho. Deja un mimo en cada uno de mis montículos y sigue en dirección sur.
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Reina de la Mafia©
Ficción General***DISPONIBLE LIBRO EN FÍSICO*** Mi padre cometió un error muy grande. Demasiado. Me enseñó todo lo que sabía a pesar de que decía que no era digna de heredar el nombre de jefe de la mafia rusa, que era mujer y que las mujeres de la bratva era para...