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La lluvia era densa. Pequeñas gotas de agua de adherían al cristal, dando una vista algo borrosa.

Me encontraba sentado junto al ventanal esperando deseoso por las 7 en punto.

Cuando faltaba un minuto para la hora dicha, apoyé mi barbilla en el violín y comencé a mover el arco sobre las cuerdas. Actualmente la melodía que entonaba era Winter, una de las cuatro estaciones compuestas por Vivaldi.

Al otro lado se encontraba Lalisa sentada e el borde del marco de la ventana, observando con delicadeza todos los movimientos que hacía para producir las notas.

La belleza que podía percibirse a través de las notas era la misma beldad que tenía Lalisa. Por muchas palabras que hubiese en el idioma, no podía encontrar las correctas para expresar su apariencia física e interior. 

Ella era algo inefable, podías decir que sus labios era demasiado gruesos, sabias que era verdad y aún así eran lindos; podías decir que su cuerpo era muy delgado y frágil, pero te atrevías a querer protegerla; podía decir que no sentía remotamente nada por ella, pero sabía que era mentira, porque lo que sentía por ella iba más allá de sus finas facciones, porque sabía que estaba absolutamente enamorado de Lalisa.

La lluvia no cesaba y tenía miedo de ello. Quería retomar la apuesta que habíamos hecho hace algunos días. Pasé demasiadas horas estudiando y estaba totalmente seguro de que ganaría, no obstante mis fines no eran esos. La lluvia impedía todo lo que había planeado.

Deslicé el arco unas últimas veces antes de terminar con la composición.

—¿Quieres salir hoy, incluso si hay lluvia?. — Pregunté en lenguaje de señas.

—La lluvia es lo que menos me preocupa hoy— su determinación provocó una sonrisa en mí.

—¿Te parece a las 5?— asintió como respuesta y se marchó.

Deje mi cuerpo caer en la cama. Estaba lleno de euforia por los recientes acontecimientos. Saldría con ella después de haber admitido mis sentimientos, o al menos en mi mente. Mi emoción era tanta que no noté que Dahyun yacía en el umbral de la puerta de mi habitación.

—Son vacaciones Jeongguk, ¿podrías dejar de despertarte tan temprano solamente para tocar tu estúpido violín?

—Al menos no carezco de talentos. — Salí de la habitación riendo por la cara que había puesto Dahyun al momento de decir eso.

Sin duda alguna hoy sería un asombroso día.

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Revisé por enésima vez mi atuendo antes de salir. Estaba impecable pero no podía dejar pasar ningún detalle.

Tomé el picaporte y dí una gran y profunda respiración antes de abrir la puerta.

Lalisa salió a la par mío de su hogar. Su cuerpo se cubría con un pantalón acampanado y una blusa ajustada. Lucía como cualquier chica, pero sin duda no dejaba de ser ella misma.

—Creo que llegó el momento de terminar con la apuesta

Saqué un pequeño cuaderno para que Lalisa pudiese escribir oraciones y yo decirle cómo se pronunciaban.

Como era de esperarse gané. Ahora seguía el plan que ya tenía contemplado días antes.

—¿Qué es lo que quieres por haber ganado, Jeongguk?— Lalisa preguntó con su aura de desilusión. Sus ojos se veían caídos y su voz se había vuelto suave, como terciopelo.

Me acerqué a su oído. El olor que provenía de su piel era dulce y muy agradable.

—¿Qué te parece ir al teatro a ver el recital de música?— susurré. Al abrir distancia entre ella y yo vi sus ojos brillar, su cara cambio por completo a un semblante de felicidad.

—Me encantaría — una gran sonrisa se vio reflejada en su rostro —, pero creo que tendría que cambiarme de ropa, no puedo ir así a un lugar formal— colocó un mechón de cabello detrás de su oreja mostrando timidez.

—Insisto en que te vez hermosa así— bajé mi cabeza en reacción a lo que dije —, sin embargo, adelante, te esperaré

Con un movimiento de cabeza afirmó y entro casi corriendo a su casa.

Minutos después llegó luciendo un vestido blanco con detalles de pedrería en color dorado.

—Wow— un susurro casi inaudible provino de mis labios. —Dios, te ves preciosa—

Una sonrisa linda y tierna se plasmó en su rostro. Un poco de color carmesí se colocó en sus mejillas y sus ojos miraban sus zapatos.

Su voz entonó un gracias para después yo ofrecer mi brazo y así ir a nuestra esperada parada.

1995 | Liskook Donde viven las historias. Descúbrelo ahora