capítulo nueve ✍

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No sabía cuánto tiempo había pasado. No sabía si fueron uno, dos o tres días, o hasta incluso meses.

Recordaba el indecente momento de mi hermana con Hoseok, recordaba nuestra discusión, recordaba haberle entregado la carta a Hoseok, también recordaba el dolor en mi cabeza y el sonido de un corazón acelerado.

Pero no recordaba haberme acostado en la camilla de un hospital con Yuri a mi lado.

Ella estaba ahí, lo estaba. Y estaba viva. Se veía viva. Sus ojos estaban en mí y su sonrisa también estaba presente. Su brazo izquierdo rozaba el mío y nos veíamos a los ojos. Sus labios tenían un color rosado natural, sus mejillas estaban ligeramente rojas y sus grandes pestañas le hacían lucir unos ojos y una mirada hermosa. Su piel y cabello brillaban y en su rostro no había imperfecciones. Cualquiera que pudiese verla diría que estaba en el comienzo de la mejor etapa de su vida.

El movimiento de sus labios me hacían saber que ella estaba hablando y sus expresiones faciales me hacían sonreír, pero yo no la escuchaba.

Ella se veía viva, se sentía viva.

Pero no era así y lo asimilé de la peor forma.
El no poder escucharla me causó frustración y la felicidad que sentía al tener a mi mejor amiga a mi lado se desvaneció junto con mi sonrisa. Ella aún seguía sonriendo y seguía hablando pero no respondía a lo que yo le decía. No me estaba ignorando, ella no me estaba ignorando. Me miraba a los ojos y yo estaba completamente segura de que ella me estaba hablando. Pero no respondía a mis llamados.

La comenzé a mover con mi brazo pero ella seguía sin responder. Yuri, Yuri, Yuri, Yuri... Mil veces dije su nombre y mil veces me ignoró hablando de algo que yo no podía escuchar.

No fue hasta que mis lágrimas se hicieron presentes y la llamé con un grito desgarrador que hizo que ella por fin me respondiera. Su sonrisa se fue apagando poco a poco y sus labios dejaron de moverse. Si, ella por fin me había escuchado. Y así como su sonrisa se fue, volvió, pero esta vez junto con su voz.

"Buenos días, amiga".

Desperté de golpe y me di cuenta que estaba en la misma camilla en la que había visto a Yuri, pero ella no se encontraba a mi lado.

La habitación era completamente blanca y los pocos objetos que habían ahí no ayudaban a darle un color más feliz al cuarto.

Miré a mi lado izquierdo y ví que esa parte de la pared estaba cubierta por un gran espejo que reflejaba la soledad de la cama en ese cuarto blanco y mi cuerpo en ella, mi mirada duro unos minutos más allí, en el reflejo de mi cuerpo, específicamente mis ojos.

Me miraba y pensaba "¿Que me pasó?", "¿Porqué estoy aquí?", "¿Porqué parezco una loca?".

Nunca fui fanática de las películas de terror ni psicológicas, tampoco era amante de las cosas sobrenaturales. Pero en ese momento comencé a creer que definitivamente las veces en las que mis compañeros hablaban de fantasmas y sus historias paranormales no estaban del todo estúpidos, porque si yo volvía a ese colegio iba a narrar la mejor historia de terror y también volvería siendo una chica creyente.

Ver mi reflejo en el espejo removiéndose y sentándose sobre la cama para después dirigirse y pararse frente al espejo me marcó, asustó y heló. Ese no era mi reflejo, porque yo, yo aún seguía acostada en la cama. Y fue ese el inicio, el inicio de todo.

Definitivamente tenía que comenzar a rezar al supuesto Dios que todo lo ve.

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Estrella Perdida | Kim Taehyung Donde viven las historias. Descúbrelo ahora