capítulo cinco ✍

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Un mentalista mudo, Ok.

Nunca había leído algún libro o en internet sobre el mentalismo o cosas por el estilo. Por lo que tenía entendido esas personas, leían la mente?

El discurso del profesor de álgebra sobre aquél mentalista se volvió tan interesante que de vez en cuando algunos estudiantes levantaban la mano para hacer alguna pregunta. En todo momento el Sr. Kim se mantuvo en silencio pero atento a todo lo que pasaba en el aula. El Sr. Kim soltaba sonreía cada vez que algún alumno se manifestaba con sus ocurrencias, pero nunca mostró su verdadera sonrisa, esa sonrisa de oreja a oreja.

El hecho de saber exactamente lo que era aquel muchacho que era llamado "Señor" me tenía inquieta. Quería saber más sobre lo que se dedicaba, y de paso, pedirle que me devolviera los 10 wones que le presté aquel día que me topé con el y le dí para el transporte. Porque si, se los presté, no se los regalé.

Una hora fue exactamente lo que duró la charla, jamás me había interesado tanto en una clase del profesor Hwang.

Si tan solo hubiera terminado la charla antes, si tan solo no me hubiera interesado tanto en aquella clase, si tan solo la muerte de Yuri no me fuera causado tanto impacto, nada de lo que pasó ese día me hubiera llevado a un punto en donde pasé de ser la alumna más interesada en el Sr. Kim a ser una persona que odiaría a morir meses después al joven mudo mentalista.

La voz del profesor estaba dando casi por terminada aquella charla pero en un instante el ambiente pasó de ser divertido a ser uno tenso, un ambiente que pesaba toneladas.

Con la pronunciación de mi nombre, todo se fue a la mierda. Ahora sabía porqué estaba ese hombre aquí.

Lentamente me puse de pie minutos después de procesar lo que estaba pasando. Y si, ese hombre estaba aquí por mi o así me lo había hecho saber el profesor.

Miradas, susurros o sonrisas era todo lo que odiaba en momentos así. Una expresión neutra por parte de mis compañeros me fuera caído mejor. 

No fueron las miradas, no fueron los comentarios, no fue mi nerviosismo el que me hizo arder la sangre. Esperaba todo del profesor, pero no me esperaba que el colegio llegara a tomar la decisión de traer a un mentalista especialmente para mí. Y el motivo no era bonito ni normal, simplemente querían prevenir un segundo caso como el de Yuri.

— Señorita Polaris, acompañe al Sr. Kim al despacho de la psicóloga, por favor, allá le explicarán todo — y en ningún momento me miró a los ojos. Después de la orden, el Sr. Kim permaneció con la mirada baja o simplemente observaba cualquier cosa menos a mí. Era extraño, muy extraño, igual que la primera vez.

La presencia del Sr. Kim me traía recuerdos que me hacían sentir nostalgia. En aquel entonces, yo era una nenita pequeña, sin pelos en la lengua en frente de los profesores pero un corderito en mi hogar, que aguantaba los maltratos psicológicos de mis padres y me guardaba toda la rabia para después descargarla contra una de mis compañeras que tenía una condición igual a la del Señor Kim.

Los recuerdos eran estúpidos, y es que, las "Atrocidades" que yo cometía cuando era pequeña en contra de mi compañera de 4° de primaria se basaban en lanzar tierra, bombas de agua, rayar cuadernos, robarme sus colores en su cara, decirle que yo podía volar y ella no, que yo tenía novio y ella no (mentira), que yo podía hablar y ella no, que yo podía defenderme y ella no, escribirle en sus cuadernos palabras como "Boba, tarada, sin mamá, come mocos, cagona" y un sin fin de ridiculeces más. Lo que en aquel entonces yo quería lograr era que ella sintiera miedo, pena o algo por el estilo pero nunca respondió como yo quería. En cambio me observaba con asombro, señalaba las cosas que yo hacía, corría detrás de mí, me daba los jugos que a ella no le gustaban, hacia cosas raras para llamar mi atención, me jalaba para ir a los columpios, me enseñaba sus dibujos, ella siempre me respondía con una sonrisa y eso a mí me hacía hervir la sangre. Ella nunca demostró miedo hacia mí. Días después de que ella dejara de ir al colegio nos dijeron que había sido trasladada a una escuela que brindaría ayuda a su condición y con eso, la madre le entregó una hoja a la profesora que iba para mí. En ella había un dibujo de dos niñas: una con una bomba de agua en sus manos, y la otra con un pequeño cartel en su pecho que decía "Amiga" acompañado de una gran sonrisa en su rostro. Ese día lloré y mi hermana lo único que pudo decirme fue "En algún futuro se volverán a encontrar".

Estrella Perdida | Kim Taehyung Donde viven las historias. Descúbrelo ahora