Capítulo 6

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-Elúltimo campamento, moncher.

ACaryll, que se hallaba pensativo, sentado sobre un montón de arena,de espaldas a la brisa de la mañana, y chupando una pipa que seobstinaba en no tirar, la voz de Saint Hubert le sonó casiagresivamente jovial.

Porsu parte distaba mucho de sentirse alegre, y la conciencia de que suactitud era la del perro del hortelano -que su honradez era bastantepara hacerle reconocer que no era más que una chiquillada, llevadaal último extremo- no lograba hacérsela variar. ¿Pero quiéndiablos podría estar contento en medio de semejantes alrededores?,se decía a sí mismo. Al tío Raúl todo le parecía bien porque legustaba el país y parecía divertirse con la "abominación dedesolación", a través de la cual habían pasado. En cambio, aél la vista de la arena le ponía enfermo.

Desdesu salida de Touggourt el viaje le había parecido fatigoso yaburrido; ni siquiera se le había presentado la ocasión de dispararsu moderno rifle. Y para colmo de males le vino a la memoria la fútilexhibición de unos días antes, cuando unos cincuenta hombres de latribu de su padre habían llegado a relevar la escolta que los habíaacompañado desde Touggourt; una condenada gran parada de circo quele había producido un efecto deplorable y que ahora al recordarla lehacía subir los colores a la cara. Debía parecer exactamente uninsensato, con una horda de locos, galopando a su alrededor, aullandocomo demonios y abrasando con sus rifles con sublime indiferenciapersonas y cosas. Un ridículo gasto de municiones, para honrar alhijo de su jefe.

Eneste estado de ánimo había hecho todo el viaje envidiando a vecesla extremada apacibilidad de Saint Hubert, y hasta el jovialoptimismo de su criado Williams que, para mayor compenetración conel paisaje y el paisanaje, había acabado por vestirse de moro, congran disgusto de su joven señor, que, cinco años más joven que sumucamo, no comprendía que un hombre se comportase como un chiquilloen vacaciones.

¡Touggourt!Al evocar el recuerdo de la pequeña ciudad, dejó escapar unsuspiro; porque por una de esas frecuentes contradicciones a que elhombre se halla sujeto, la que había sido para él una aborreciblepoblación, ahora se le representaba como el escenario de la brevenovela que, como una tormenta de verano, vino a turbar el horizontetranquilo de su plácida existencia, que se había sumergido en laprofundidad de un sentimiento desconocido hasta entonces para él, ydel que ni siquiera se consideraba capaz.

Porprimera vez el amor había hablado en su corazón; el extraño eincomprensible amor de un hombre por una mujer, y él, tan orgullosode sí mismo, había cedido a emociones e impulsos que eranabsolutamente contrarios a su naturaleza.

Eseamor había sido real y verdadero, aunque ahora empezase a parecerlealgo como un ensueño extravagante e irrealizable. Pero aun así, yhasta un poco avergonzado como se sentía en ese momento, por laprofunda impresión que le había producido la muchacha, tenía laconvicción de que nunca la olvidaría. Aunque volviera a enamorarsede nuevo, el recuerdo, entre tierno y melancólico, no se borraríade su mente aunque el rostro de la muchacha se borrase.

¿Quéhabía sido de ella? ¿A dónde la habría conducido el jovenarrogante y diabólicamente hermoso de la sonrisa siniestra, que sehabía apoderado de ella? ¿Habría ido a ocupar una dorada prisión,para ser mimada o maltratada a gozo y capricho de su raptor.., ohabía sido ya abandonada, como un juguete que ha dejado deentretener, para unirse a las filas de las desgraciadas de su clase?Este pensamiento lo hacía sufrir horriblemente.

Obsesionadopor esta idea quiso indagar y preguntó a Saint Hubert si conocíaalgo de los resultados ulteriores de lo ocurrido en el café moro.

-Poco,muy poco ... al menos hasta que salimos de Touggourt las noticiaseran escasas. El coronel Mercier había recibido misteriosamente unpaquete de cartas, pero a su vez las envió a sus jefes y no sé nadade su contenido. El encantador de serpientes que tenía en su poder ala muchacha ha desaparecido sin dejar rastro ni señal, y la opiniónmás corriente es ahora que se trataba de una querella privada entreél y el raptor de la chiquilla. El astuto joven también hadesaparecido, y no ha habido manera de descubrir sus huellas. Nadiedice conocerlo ni haberlo visto. Ni se encuentra en todo Touggourtpersona que confiese que se hallaba aquella noche en el café; yocreo que todo se reduce a un rapto de común acuerdo entre el raptory la raptada ... pero las autoridades más bien se inclinan a ver enel hecho algo sospechoso. El tiempo aclarará el asunto. Estaré a laexpectativa. Entretanto podríamos reanudar el viaje.

El hijo del arabeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora