Capítulo 10

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Lostres o cuatro días que siguieron a las confidencias de Raúl deSaint Hubert, fueron muy difíciles para todos en el campamento deAhmed ben Hassan.

Elmismo Saint Hubert, que diariamente pasaba algunas horas con lasolitaria joven en El-Hassi. tratando pacientemente de atravesar lanube que parecía envolver sus recuerdos infantiles, volvía de esasvisitas cada vez más convencido de que en Jazmín había encontradoa la heredera que iba buscando. El extraordinario parecido con madamede Chailles, la notable semejanza de voz y gestos, junto con otrospequeños detalles que un mayor conocimiento le hacía descubrir yque según él eran forzosamente reminiscencias de la esposa de suamigo, no hacían más que dar mayor fuerza a su convicción ydisipar cualquier duda que pudiera haber sentido.

Esasvisitas cotidianas a El-Hassi lograron algo más que consolidar lafirme creencia en el noble y entusiasta corazón del francés, ya quedesvanecieron los obstáculos que parecía oponerle su razón yreforzaron el tenue hilo en que se basaba su suposición. Su interésy simpatía, ya despiertos, fueron en aumento, y cada día leproporcionaban una más completa comprensión de un carácter que leinspiraba a un mismo tiempo lástima y admiración. La paciencia y laamabilidad de la muchacha, su absoluta abnegación en el cariño quedemostraba por el hombre que la había ofendido, y su persistentelealtad por sus antiguos compañeros, revelaban toda la innatanobleza de su sangre y hacían pensar de la manera más rotunda que,aun en el caso de que no se probara que era Isabel de Chailles, nopodía ser otra que ella, y en el futuro tendría como tal toda suconsideración y todo su interés.

Diana,predispuesta a creerle por razones de humanidad, temía sin embargoque resultara cierta la suposición, porque agravaríaconsiderablemente la ofensa que el Boy había hecho a la joven; perolos razonamientos de Raúl le parecían lógicos y concluyentes y susrevelaciones no hicieron más que aumentar su ardiente deseo, de vera aquella muchacha, con la que desde un principio simpatizaba sucorazón de mujer. Pero ni aun entonces logró arrancar elconsentimiento del caid. Escéptico todavía, o deseando parecerlo,escuchaba en silencio las confidencias de Saint Hubert, perodecididamente no permitió que fuese Diana a EI-Hassi.

Yademás, por alguna razón, que no quiso explicar, se negócategóricamente a consentir que se hiciera la menor alusión al Boydel posible origen de la muchacha, cosa que Diana encontró muy bien,por más que la actitud de su hijo Ahmed hizo innecesaria todaprecaución. Obedeciendo al pie de la letra las órdenes de su padre,no había vuelto a El-Hassi, dejando que la abandonada pensase lo quequisiera. Y desde la noche de su regreso no sólo había evitadohablar de ella, sino que se había retirado a un aislamientotaciturno, alejándose con todo rigor del círculo familiar. Lapropia madre no lo había visto más que una sola vez, una entrevistade escasos cinco minutos, que había sido penosa y poco satisfactoriapara ambos.

Ladoma de unos potros cerriles le había dado excusa para ausentarse ypasar los días enteros entre los rudos desbravadores, entregándosecon ardor al duro ejercicio físico para olvidar el conflicto quesostenía en su interior, un conflicto entre el amor y el odio, quesi durante el día lograba apartar de su pensamiento, concentrado enla difícil tarea que lo ocupaba, por la noche reaparecía con lamisma violencia, haciendo de las largas horas que pasaba solo en-sutienda, un infierno de tormentos tan intensos que en su rostroquedaron de ellos las huellas ya indelebles. Atendido únicamente porS'rir, pues Ramadán tenía a su cargo EI-Hassi, vivía solo con suspensamientos, solo con el remordimiento que se iba apoderando de sucorazón, del que poco a poco se borraba el odio.

Lavida de Caryll era también la de un recluso, como la de su hermano.Fríamente reservado y tan inasequible como había sido al principio,sus apariciones eran breves y tan poco frecuentes como la cortesíapermitía. Sólo con Saint Hubert era amable a veces, pero tambiénse mostraba con él retraído y cohibido. Nunca había hecho alusióna la visita matinal del Boy, ni menos a lo ocurrido en el "cafémaure", de lo cual no tenía noticia el caid.

El hijo del arabeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora