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ＥＳＰＥＲＡＮＺＡ
La prenda se desgarró y con ella también la fortaleza de aquel serafín.
Se estremeció en el lugar y por un momento buscó estar alejada del demonio, quien mantiene la mirada oscurecida debido a lo explicado, como si en cualquier momento se decidiera a enfrentarla para hacerle saber quién es él que manda. Aun así, lo único que se destacó de la escena fue como la rubia -sin decir nada- se puso de pie e ingresó a la taberna.
—No seas capaz de temerle a lo desconocido.
—¿Por qué, Suprema-obaasama?
—Porque los reyes no temen, próxima.
—¿Ni siquiera a perderlo todo?
—Ni siquiera a perderlo todo.
Al día siguiente no fue capaz de volver a utilizar el distintivo de camarera de Boar Hat. Ni siquiera lo dudó. Solo atinó a colocarse las prendas de las deidades que la representan como serafín, porque no está dispuesta a ser integrada en un grupo de incoherentes los cuales al mero intento de querer sincerarse la ataquen. Ella no está dispuesta a pasar por ese tipo de actividades para inadaptados, porque es imposible e indescriptible la sensación de malestar que le nació desde ese día.
Serafín, como próxima deidad, se considera un ser solitario. Sin embargo, y hay que destacar que no es de su agrado, se siente ultrajada cuando percibe que seres humanos y no-humanos la necesitan. Ahí, en ese preciso instante, lo que sería un ser místico de carácter hostil termina cediendo para convertirse en un dulce y delicioso algodón de azúcar.
—Tendremos que marchar con la Suprema-sama, hija mía.
—No quiero, otoo-san.
—Habrá seres indefensos que requieran de tu fortaleza.
—Chottomatte, otoo-san.
Tomó aire con fuerza antes de ponerse erguida y bajar las escaleras para recibir a todos. No es buena fingiendo, por lo tanto el mal humor es evidente. Pero, trata de hacer todo lo posible -aunque cueste creerlo- para ser creíble o al menos intentarlo. Posando el pie en el último escalón admiró la taberna vacía, a lo que elevó una de las cejas incrédula y soltó un sonoro suspiro antes de concluir la bajada.
Se llevó una mano a la altura de la nuca y se la rascó un tanto desorientada al girar sobre sí, luego oprimió los labios haciendo un evidente mohín al inflar los mofletes, como si fuese una ardilla, a lo que gruñó molestándose consigo misma por la simple razón de adelantarse a los acontecimientos. Se preocupó por nada. Relajó cada fibra del cuerpo y soltó todo el aire contenido una vez se tronó las articulaciones. —¡Auch! —de manera dramática largó una queja por el chasquido potente que dieron éstas, por lo que se dirigió hacia la barra de la taberna y empezó a registrarla para ver qué puede prepararse para desayunar.
