La mujer ingresa al hospital de Holden acompañada de su esposo, ambos llevan en brazos dos pequeños que duermen plácidamente en sus brazos. El hombre le señala a su esposa las sillas de la recepción como señal de que la espere en ese sitio, ella obedece sin ser capaz de rechistar a la orden y él se acerca a hablar con la recepcionista.
Ella mira a su bebé, el menor entre ambos varones y sus labios están fruncidos en un tierno puchero. La mano de la mujer acaricia la mejilla del pequeño sintiendo sus ojos picar y la tristeza de haber tomado aquella decisión hace su corazón romperse. Su esposo se acerca acomodando al mayor, la viva imagen de él y estira su brazo libre para tomar al menor, pero ella se niega reteniéndolo en brazos.
—No, por favor. —musita con el rostro inclinado, mirando al bebé dormido en sus brazos.
—No puedes negarte, firmaste por esto. —decreta el hombre agitando su mano para que le tienda al niño.
—Por favor. —ruega sintiendo una lágrima rodar por su mejilla.
—Las consecuencias que deberás de pagar por negarte al proceso son más altas que el proceso que ellos llevarán. Te lo prometo, nada les pasará. —con su mano toma la barbilla de la asustada mujer y la obliga a mirarlo con una sonrisa en sus labios—. Estaré junto a ellos, nada pasará. —afirma transmitiéndole seguridad.
Ella toma una fuerte respiración y le entrega el niño a su marido, levantándose para besar la mejilla de sus dos pequeños con ternura.
—No tardaremos en regresar. —le dice girándose hacia el elevador.
Los minutos pasan lentamente una vez el hombre regresó con las manos vacía y la espera se hace cada vez más eterna para la madre, empieza a sentirse nerviosa, va de un lado a otro alrededor de la recepción, su esposo la mira preocupado, los minutos se convierten en horas y ella harta de esperar se dirige hacia la recepcionista.
—¿Puedo saber por qué tardan tanto en traer a mis pequeños? —La recepcionista la mira unos segundos y la ignora—¿Disculpe? ¿Podría darme algo de su atención? La vida de mis hijos está en riesgo. —La recepcionista la sigue ignorando, estresada la mujer se acerca a su esposo, le pide entre sollozos que por favor haga algo, el hombre la intenta tranquilizar, pero todo empeora.
La mujer se aleja de su marido negando repetidas veces y lo mira con su rostro húmedo por las lágrimas que caen de sus ojos.
—¡Eres un maldito mentiroso! —grita llamando la atención de todos los que se encuentran en la sala. Su esposo trata de acercarse, pero ella rechaza su contacto con una mueca asqueada—. ¡Solo nos utilizaste! ¿Cierto? Nos usaste para el asqueroso experimento que me obligaste a formar parte, ¿verdad?
Las personas que esperaban su turno comienzan a murmurar entre ellos extrañados y sorprendidos por las extrañas palabras de la mujer que luce histérica contra su marido. La recepcionista toma su teléfono y comienza a hablar con alguien al otro lado.
—¡Todo esto es una mentira! Nos usan para ayudar al maldito gobierno que solo quiere controlar la población, ¿es eso? ¿Ese era tu plan? —la mujer se gira a la puerta que se abre con fuerza, dos guardias de seguridad se acercan a la mujer tomándola a la fuerza—. ¡Me usaste, te llevaste a mis hijos y nos vas a abandonar! ¡idiota! ¡le diré esto a todos! —grita mientras los hombres la arrastran fuera del hospital.
Su esposo se queda dentro de la instalación tranquilizando a las personas que siguen esperando dentro, asegurando que su esposa nunca se ha contado muy bien de la cabeza y en ocasiones delira.
Fuera del hospital, la mujer es arrastrada dentro de una patrulla policial, ella trata de zafarse del agarre de los hombres que la obligan a subirse dentro de la camioneta llamando la atención de los que van llegando debido al griterío y forcejeo.
5 años después
Un auto negro se estaciona frente una gran casa, una mujer bastante sonriente los espera justo en frente del portón, tres hombres se bajan del auto, los dos últimos llevan tomados de la mano a dos niños. Ambas criaturas se ven bastante pálidos, uno conserva la mirada perdida, como si no estuviera en este mundo. La mujer al verlos corre a abrazarlos, los niños no le devuelven el abrazo, uno de los hombres le habla a la mujer captando su atención.
—¿Es usted —la pregunta se ve interrumpida cuando el hombre escanea el cuerpo de la joven— Valentina Ciro? —finaliza mirándola a los ojos.
—Sí, soy yo. —afirma tomando a ambos niños de sus manos.
—Thomas y Damián Ciro estuvieron en nuestras instalaciones ya que Cynthia Ciro no se encuentra en las condiciones para cuidar de sus hijos. —explica el uniformado mirando a los niños con desdén.
—Sí, entiendo, mi hermana ha estado algo indispuesta, gracias por ayudarnos. ¿Debo saber algo más?
—Precauciones. —indica señalando a uno de sus compañeros y este le extiende una carpeta—. Debido al proceso al que han sido sometidos sus sobrinos pueden presentar efectos secundarios como: miedo, pesadillas frecuentes, pueden aparecer hematomas en sus pieles sin razón aparente —especifica mirando los papeles dentro de la carpeta— y de presentar sangrado nasal comunicarse de inmediato a este número para que sean atendidos por nuestros mejores médicos privados, tal y como especificó el señor Ciro. —explica sacando una tarjeta y se la entrega a Valentina.
—Okay, entiendo. —La mujer se extraña al escuchar tantas indicaciones, sin embargo, prefiere callar. —Muchas gracias por todo, llevaré a mis sobrinos dentro, el clima está algo frío y se ven algo cansados.
Esa fue la noche en la que marcó la vida de quienes estaban dentro de esa casa. Las ojeras marcaron el rostro de la sonriente tía, su madre se vio obligada a guardar silencio por siempre y los niños nunca vivirán una infancia normal como los otros.
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Orígenes (PAUSADA)
Science-FictionHISTORIA PAUSADA POR TIEMPO INDEFINIDO Un matrimonio perfecto trajo a la vida dos niños. Un negocio que promete grandes descubrimientos científicos y que acaba con la infancia de los niños, llenando su infancia de pesadillas, dolores y perdidas. De...