Capítulo 10:"Vuelta del exilio"

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Durante varios días habían remado sin descanso en las turbulentas aguas del mar. Se habían alimentado de lo que pescaban y Kaedra podía extraer agua dulce del mar. Pero el sol era como un cuchillo. Cada vez se clavaba más profundo en la piel de ellos. La pequeña embarcación de remos apenas tenía forma de protegerse de los elementos. Kaedra ya estaba recuperada y la noche estaba ya bien entrada:

-No veo nada, ¿Seguro que esta es la ruta? -.

Drev que estaba tumbado en el suelo de la barca miró de reojo a Áin:

-Es mi isla, idiota. Claro que esta es la ruta -.

Una espesa capa de niebla nocturna cubría todo el entorno. 

-¿Qué ha sido eso? -.

Algo se agitaba en el agua cerca de la barca. Drev se levantó y se asomó por la borda:

-Son tiburones centinelas. Ellos dirán si podemos pasar a la isla o no -.

Unas sombras oscuras emergieron parcialmente. Las aletas triangulares de dos enormes tiburones empezaron a nadar en círculos entorno al pequeño bote. Cada sombra medía cuatro veces la longitud del bote. Drev pudo ver unos ojos blancos en las profundidades. Parecían recordarlo de antaño, como si los centinelas supieran lo que había hecho. Uno de ellos desapareció en las profundidades, el otro se quedó unos segundos más en la superficie y finalmente desapareció:

-Podemos pasar, pero no somos bienvenidos -. 

-¿Quieres decir que estamos cerca de la isla? -.

Drev miró al frente, y pareció ver tras la profunda niebla:

-No... Ya estamos en la isla -.

La niebla se abrió en un estallar de olas que rompían contra la costa. Un muro gigante de luces se abría ante ellos. La ciudad estaba asentada en la parte interior de la orilla. Como un millar de luciérnagas que buscan sitio para posarse, las casas se agolpaban cerca de los caminos. Los comerciantes subían y bajaban las calles. Y a lo lejos, en la colina, en algún lugar de esos oscuros montes, estaba su casa. En algún lugar de esos montes estaba su madre.

-No la recordaba tan bella... -.

Áin estaba absorto con el paisaje:

-¿Has estado alguna vez aquí? -.

-Tú no habías nacido. Conocí a tu madre en persona, Drev. Lamento su pérdida -.

Kaedra, que hasta ahora no había hablado, se puso en pié:

-Si no viramos rápido nos daremos contra los acantilados -.

Desembarcaron en una playa apartada de la civilización y escondieron el bote entre las rocas. Áin se escurrió una zapatilla para quitarse el agua de los pies:

-Lo mejor es pasar desapercibidos. Seguramente Lival está de camino a la isla... Si es que no se encuentra ya aquí. Habrá mandado asesinos a por nosotros. Él sabe que estamos aquí, tened cuidado -.

Hacía años que Drev no contemplaba de nuevo tal amanecer. El sol dorado se desparramaba como un jarro de oro líquido sobre el mar. La bruma mañanera hacía que los grandes puertos estuvieran en penumbra. Pero la ciudad ya rebosaba de vida. Alcanzó a ver varias casas de los que solían ser sus amigos. También vió los comercios en los que compraba la comida y la bebida y... El templo del maestro Flam. Una mole de roca gigantesca con un orificio en un lateral de donde salía humo. Toda esta vista revocaba a Drev a un pasado turbulento que no quería recordar.

-¿Estás bien? -.

Kaedra estaba a su lado:

-Algún día... Volveré a por mí -.

Drev: El Cazador de Fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora