10. es un largo camino y no hay vuelta atrás.

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21 / 08 / 1897



Acarició con el pulgar los carnosos labios. Se mordió el labio al recordar lo suaves que se sentían y lo bien que se veían alrededor de su gruesa polla, chupando y succionando. Apretó la mandíbula en un intento de controlar su excitación e ignoró el reciente bulto en sus pantalones. No le iba la necrofilia, realmente.

Después de obtener lo que necesitaba, cerró la puerta con llave. Hoy era el día en el que su amado tesorito probaría su banquete favorito. La idea de ponerle droga a su comida era tentadora; pero si quería tenerlo gimiendo debajo suya, rogándole por más y más, tenía ser paciente. Estaba seguro de que la espera valdría la pena, además, quería que Jungkook disfrutara tanto como él lo haría.

Regresó a la cocina y le dedicó una rápida mirada al reloj que tenía en la pared. Aún tenía tiempo suficiente para preparar la comida, su Kookie no llegaría hasta dentro de hora y media.








Ya llevaba dos semanas, casi tres, yendo a casa del señor Min para que éste le diera clases de piano. Había aprendido mucho, ya hasta podía tocar una canción completa, la cual el propio Yoongi había compuesto.

Se sentía cómodo, nada comparado como el primer día que lo conoció formalmente. Aunque ese sentimiento de alerta seguía dentro de él, tenue, pero seguía; lo ignoraba porque ¿qué podría pasar? El señor Min es amable con él, y muy atento, incluso se vió obligado a dejarlo hasta en la puerta de su casa.

Los días en los que salía temprano del colegio, se iba directamente hacia la casa de Yoongi. Su abuela ya sabía a dónde iba, así que no habría problema alguno.

Tocó el timbre y esperó pacientemente. En cuestión de segundos la puerta fue abierta. Le dedicó una sonrisa a Yoongi, quien se la devolvió y lo invitó a pasar; al momento en el que Jungkook entró a la casa, pudo distinguir un delicioso aroma provenir de la cocina.

—Buenas tardes, Yoongi —saludó, hace un par de días Yoongi le había dicho que no era necesario que fuese tan educado, así que lo dejó tutearlo.

—Buenas tardes, Jeon. Creí que no ibas a venir —dijo, quitando la manta blanca que cubría el piano —, por la reciente desaparición de este muchacho... Jung Hoseok.

—Oh, eso —hizo una mueca—. La verdad es que tuve que convencer a mi abuela de que me dejara venir, a ella no le agrada mucho que vuelva a casa caminando cuando está a punto de anochecer.

—¡No te preocupes por eso! Yo estaré encantado de llevarte a casa, para que regreses sano y salvo...

Maldito hipócrita.

—¿De verdad? Se lo agradezco mucho.

Esas extrañas desapariciones habían parado por un corto tiempo, pero hace un par de días, Jung Hoseok, había sido la víctima. La última vez que se le vio fue en el colegio, después de eso no se supo más de él; era como si hubiese desaparecido de la faz de la Tierra, sin dejar rastro. Las pertenencias que llevaba consigo tampoco fueron encontradas.

Jungkook sabía que Hoseok no podía andar en malos pasos (eso es lo que todos andan diciendo, pero son sólo especulaciones). Era un chico amigable y bastante amable, incluso le ayudó a Jungkook con sus materias en varias ocasiones y no frecuentaba con personas de ese tipo.

Hablar de secuestros y desapariciones le ponía la piel como gallina. Cada vez que ese tema salía a la luz, no podía dejar de pensar en su mejor amigo; sus ojos se llenaban de lágrimas de tan sólo recordarlo. Lo extrañaba y le hacía bastante falta.

—Jungkook, ¿te encuentras bien?

Parpadeó. Alzó la vista y se sorprendió al ver el rostro del mayor a tan sólo unos cuántos centímetros de él, se alejó un poco y asintió levemente.

—¿Te sientes mal?, ¿Quieres que te lleve a casa? —preguntó Yoongi, mirándolo con evidente preocupación.

¡Qué gran actor eres, Min!, ¡Mereces un premio!

—No, estoy bien —respondió, dedicándole una sonrisa cargada de tristeza—. Es sólo que hablar sobre esto me pone sentimental. De verdad extraño tanto a Jimin, lo necesito, era mi único amigo.

Yoongi le sonrió levemente y colocó una de sus manos en la mejilla de Jungkook, acariciándola con suavidad en un intento de reconfortarlo. Acto que dejó al menor algo asombrado.

—Todo estará bien, Kookie —murmuró—. Yo voy a protegerte.

¿De quién? Si el malo de la historia eres tú.

—Muchas gracias, Yoongi —tragó fuerte, ignorando ese nudo en su garganta.

—Ahora —se alejó y caminó hasta el piano—, ¿qué te pareces si nos distraemos un poco?








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