El comienzo.

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  Un estruendo hizo que los ojos de Ash se cerraran.

—¡No manches Shorter! ¡Dijiste que si sabías picarle al ducto! —gritó furioso mientras veía como todo se incendiaba a su alrededor. Claro que no era la primera vez que irrumpían en los ductos de gasolina de Papá Dino, que tampoco era de él, pues era robada. Ese día al querer mejorar la táctica, la situación se les había salido de las manos. 

—¡Te juro que si sé Ash! —Shorter le contestó mientras miraba como su mechón de cabello purpura ardía a la par de la maleza y los árboles, por lo que rápidamente se despojó de su característico chaleco amarillo para intentar apagar la llama.

Ash se sorprendió de lo torpe que era su amigo, que aunque tracala y vándalo, le resultaba un tanto tierno, por lo que tomándolo fuertemente del brazo se dispuso a correr para salir de las interminables hectáreas del rancho de Dino Golzine. Repentinamente, una nube de color negro los cubrió, haciendo que comenzaran a toser. 

Ambos sintieron como el calor les iba subiendo por el cuello, y cada vez era más difícil respirar. La mancha oscura se expandió por todo el lugar y sus piernas se debilitaron por completo. 

—Creo que no debimos hacerlo —Shorter pronunció con dificultad. Tirándose al suelo, se resignó a que el fuego lo alcanzara pronto.

—Shorter, tu no... ¡Shorter! —Aslan se sentía culpable. Su amigo estaba a punto de morir por culpa suya. Si lo perdía a él también, nunca se lo perdonaría—. Anda, apóyate en mi. 

Y sorpresivamente, mientras el rubio tosía y se preparaba para cargar al chino, Alex llegó manejando la troca como todo un profesional. En la batea estaban Kong y Bones, listos para cargar los bidones de gasolina que posteriormente habrían de vender.

Bones fue el primero en bajar y soltó un agudo grito al no encontrar los bidones, sino a Shorter tendido en el suelo. 

—¡Jefe! —Dejó al descubierto sus dientes de felino al cambiar su expresión a una de horror.  

Ash trató de estabilizarse rápidamente, pero prefería salvar a su amigo antes de salvarse a si mismo. —¡Bones! ¡Ayúdame a cargarlo!   

El flacucho muchacho hizo su mejor esfuerzo, sin embargo, Shorter era muy pesado por lo que Kong fue su salvación. El grandulón lo levantó como si de una pluma se tratara.  Ash le ordenó que lo llevara adentro, él se iría en la batea. Pero antes se encargaría de indicarle las instrucciones a Alex.

Alex detuvo la Cheyenne unos cuantos instantes al ver el deplorable estado de Shorter.  Prefería recibir ordenes de Ash antes que hacerlo enojar. —¡Debemos llevarlo al médico! 

 El líder fingió una risita. —¿Y que le vamos a decir? ¿Que está así porque robamos combustible? Es mejor llevarlo a donde mi patrón. 

—¡Acepta tu error Ash! ¡Está así por tu culpa! 

Aslan se calentaba a la menor provocación, y sin pensarlo dos veces sacó su pistola para apuntar directamente al rostro de Alex. —¡Tu no eres nadie para echarme en cara mis errores! 

—No es momento de pelear —Shorter terció tratando de enderezarse—. Yo m-me siento bien. Sólo necesito descansar. 

mientras los demás arreglaban sus asuntos, Kong divisó a lo lejos una troca bastante conocida, hasta que luego se dio cuenta: —¡Ahí viene Papá Dino! 

—¡Arranca la Cheyenne, rápido Alex! —Ash comenzó a entrar en un estado de desesperación después de los sucesos que se habían desencadenado gracias a él. 

 La pandilla se desapareció entre el humo, justo antes de que el viejo Golzine los alcanzara. En el trayecto a su siguiente destino nadie pronunció ninguna palabra, ni se atrevieron a cuestionar a Ash en cuanto a sus deseos de vengarse de Dino. Después de todo, él los sabía salvado de la horrible vida callejera que una vez habían tenido.  

El arte del huachicoleo || Banana Fish AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora