¡Oblígame Perro!

554 83 128
                                    

—¡Aslan Jade Callenreese! —Max siempre llamaba al muchacho por su nombre completo cuando estaba enojado—. ¿A dónde demonios crees que vas?

Ash se detuvo por unos instantes, sólo para rodar los ojos.

—¡Ash, no lo hagas! —Shorter insistió. Sabía que su amigo podía ser un muchacho demasiado problemático si se lo proponía.

—No es su problema, idiotas —espetó y después de tomar su cuerno de chivo, azotó el portón con todas sus fuerzas. 

Una vez afuera, cuando Papa Dino y su títere Arthur lo vieron salir, apuntaron directo a su cabeza. Ash no se preocupó en lo absoluto aunque tampoco tenía ganas de quedarse callado, por lo que dijo:

—La hierba mala nunca muere.

—Señor Dino, déjeme sacarle los ojos. Este mocoso piensa que puede engañarlo así como así.¡Maldito! —Arthur siempre se caracterizó por ser un lambiscón de primera. Traicionando a sus amigos con tal de conseguir poder y dinero.

Aslan sólo rió. —Sé porqué estás aquí, anciano. Es una lástima que tus hectáreas se hayan quemado así como así. Pero te aseguro que no fui yo quien provocó ese incendio. 

—Veo el cinismo en tu cara, Aslan. Yo te conozco muy bien  —Papa Dino comenzó a estremecerse. A su edad, hacer corajes ya no era prudente y aunque Ash disfrutaba de verlo sufrir de los nervios, no quería matarlo todavía. Su venganza no podía terminar de una manera tan simple.

—¡Yo no hice nada! Ahora quiero que se larguen de aquí. 

—Quiero hablar con tu patrón. Dile a ese cobarde que salga ahora mismo.

—¡Oblígame perro!

Y esas palabras tan graciosas, que a menudo Ash utilizaba para bromear con Alex y Shorter, detonaron la ira de Golzine, que empezó a golpear al muchacho sin control alguno. Lynx ni siquiera pudo defenderse del asqueroso viejo, pues los recuerdos de su niñez llegaban tras las dolorosas patadas que le propiciaba. 

 «Aslan, levántate y pártele la cara» se repitió a si mismo varias veces. Pero sus piernas no le respondían. Al final optó por colocarse en posición fetal, esperando que eso amortiguara los golpes.

Arthur sólo veía desde un rincón, entretenido y muerto de la risa. Nadie se explicaba su odio irracional hacía Ash. Probablemente traumas suyos de la infancia. 

—¡Golpéalo más duro Dino! —gritó eufórico.  

—Tu cállate, bueno para nada —Repuso sin aliento y sin apartar la mirada de las extremidades de Ash—. ¡Tuve que darle su merecido yo mismo ya que tu no puedes mover ni un dedo! 

La horrible escena se mantuvo por algunos cuantos minutos más, hasta que las puertas del hogar de los Glenreed se abrieron, dejando ver al muchacho asiático enfurecido y con una pala en las manos.

—¿que no escuchó? ¡Él no hizo nada! Quiero que se largue de aquí antes de que le le destruya la cabeza con esta pala.

Sólo hasta ese momento, Golzine se detuvo para contemplar a Ash yaciendo en el suelo, lleno de rasguños y polvo. Llorando en silencio como un niño pequeño. 

—nunca me dijiste que fueras maricón Ash —declaró con sorna—. Pero te confieso que era de esperarse. Eres demasiado hermoso para cualquier mujer. Aunque tus gustos dejan mucho que desear. ¿Un asiático? ¡Yo hubiera escogido un latino!

«cerdo» Ash pensó. Mantuvo su vista perdida y no se movió para no sentir más dolor. No tenía fuerzas para seguir peleando.

—Eiji, vuelve adentro —En ese instante el señor Lobo también hizo su aparición para intervenir. Habían pasado varios años desde que Golzine y él pelearon por última vez, por cuestiones de tierras y dinero. 

El arte del huachicoleo || Banana Fish AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora