Αφροδίτη (V E N U S)

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Había en una ciudad un rey y una reina que tenían tres hijos; dos mujeres y un varón. Las dos mayores, aunque hermosas y bien proporcionadas, no resistían la comparación con el más joven, cuya belleza sobrepasaba la elocuencia humana. Tanto es así que era adorado como Venus en su forma humana "Afrodita", no sólo por sus ciudadanos sino también por cuanto forastero llegaba a la ciudad atraído por su fama.

Esta reputación se extendió más allá de las islas y de las provincias próximas, y al poco tiempo nadie navegaba a Pafos, ni a Gnido, ni siquiera a Citerea para contemplar a la verdadera diosa Afrodita. Así sus sacrificios se fueron espaciando; sus templos deteriorando; sus lechos sagrados, olvidando; su culto, descuidando; y sus estatuas sin coronas y sus aras sin cenizas eran mancilladas. En cambio, al muchacho se dirigían plegarias, se le honraba a su paso con flores, sueltas o en guirnaldas, por él se juraba y en los banquetes se brindaba por él.

Esta usurpación incendió el ánimo de Afrodita.

― ¡He aquí que a mí, la madre de toda la naturaleza, el origen de los elementos, el alma del orbe entero! ―rugía desde lo alto Olimpo agitando su larga, rizada y dorada cabellera―. ¡Un muchachito no sólo me arrebata mis honores, sino incluso mi nombre! En vano, el pastor aquél que me señaló como la más bella de las diosas. Pero no ha de durar mucho el gozo de ese usurpador, yo haré que se arrepienta de su ilícita belleza ―exclamó a los cuatro vientos.

Llamó a su hijo alado, Hoseok. El que, travieso y de malas costumbres, se mete de noche con sus antorchas y flechas por cualquier casa, que no hace más que corromper matrimonios u otras maldades semejantes. Apelando a su condición filial, le incitó o más bien le ordenó:

― Haz que Taehyung se enamore con una de tus flechas del más feo, cruel y pésimo de los hombres ―dicho esto, se sumergió en el oscuro manto de la noche.

La verdad es que no tuvo que insistir, pues Hoseok era de carácter demasiado procaz como para no aceptar el encargo con entusiasmo.

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Entre tanto Taehyung, con el correr del tiempo, fue conociendo el precio amargo de su hermosura: todos lo contemplaban, todos lo admiraban, todos lo añoraban, pero nadie; ni rey, ni de estirpe regia, ni siquiera de la plebe, lo pedía en matrimonio. Ciertamente era admirado su aspecto divino, pero como se admira una estatua artísticamente modelada. En cambio, sus hermanas, cuya discreta belleza ninguna fama les había reportado, se habían casado hace tiempo ya con pretendientes regios.

Sufriendo por esta situación y temiendo que fuera su hijo objeto de envidia o inquina por parte de los dioses, su padre decidió consultar el oráculo que Apolo, como fundador de la ciudad, tenía en Mileto. La respuesta que dio el oráculo fue:

"A lo más alto del monte subirás, coloca a tu hijo, para una boda funeraria vestida y adornada.

Y no esperes un yerno de estirpe mortal nacido,

Sino cruel, malo como una serpiente y fiero,

Que a todos atormenta volando por el cielo,

todo debilita a sangre y fuego,

por quien tiembla el mismísimo Zeus."

El rey, nada más recibir la respuesta, triste regresó a su reino y allí se entregó al llanto y al lamento hasta que cayó en la cuenta de que nada ganaba demorando la cruel boda y ordenó iniciar sus preparativos. Se decoró todo con motivos funerarios, se encendieron débiles antorchas ennegrecidas con ceniza, la flauta cambió su tonada nupcial por el quejumbrosos modo lidio y el alegre canto himeneo acabó en un lúgubre aullido. Una vez todo dispuesto, comenzó el funeral para un vivo. Un Taehyung con los ojos cristalinos, acompañado por todo el pueblo, marchaba no a su boda, sino a su entierro en medio de la tristeza de sus padres.

El joven, ante tanto dolor, intentó animarlos.

― ¿Por qué atormentan vuestra vejez con llantos continuos? ¿Por qué fatigan vuestro ánimo, y más el mío, con tan numerosos lamentos? ¿Por qué maltratan vuestras canas? ¿Por qué golpean vuestros pechos? Todo ello será para vosotros el premio a mi egregia hermosura. Por la letal plaga de la envidia se veis golpeados ahora, demasiado tarde ya, pues deberian haber lamentado, y llorado, y haber guardado luto como si me hubiera muerto cuando como a una nueva Afrodita las personas me adoraban. Ya me doy cuenta de que por el solo nombre de Afrodita muero. Pero llevarme al monte, que tengo prisa por afrontar estas felices nupcias y por conocer a mi marido.

Y animando el paso, llegaron al monte y a su cima. Entonces lo dejaron solo, temblando de miedo y llorando tan copiosamente que sus lágrimas apagaban las antorchas.

Eros y Psique ↬ HopeVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora