¿Comienzos?

29 3 0
                                    

Sara:
Sí, algo me cambió. Bueno, algo no. Alguien.

Me encontraba debajo de un árbol. Mi árbol. Era un lugar donde yo podía encontrar paz, donde respiraba y pensaba qué podía escribir. Pero nada nunca me venía a la cabeza. Y entonces cerraba los ojos, me apoyaba en mi árbol y este me abrazaba para dejarme ir al mundo de los sueños, donde estaba siempre cantando frente a gente, quienes cantaban junto a mi. Pero luego me despertaba, para intentar volver a llevar mi bolígrafo al papel, para que aquello que había soñado con los ojos cerrados, se hiciera realidad.

Estaba mirando el papel. Como si eso me trajera respuestas. Cuando alguien se acercó. Me pareció extraño. Prácticamente nadie pasaba por ese lugar. Ese alguien se sentó a mi lado y miró también mi papel.

-¿Estás dibujando?- Me preguntó con una voz suave.

No, no estaba dibujando. Pero si le decía a alguien que intentaba escribir una canción, me tomarían por inútil, quizás. Por lo tanto decidí mentir.

-Sí- Le dije sin mirarle en ningún momento.

Pensaba que se iba a dar por satisfecho, pero no fue así. Se acomodó en el árbol y respiró profundamente. Yo no podía concentrarme con alguien ahí, por lo tanto dejé mi bolígrafo a un lado en la hierba y esperé a que se fuera.

-Me llamo Lucía- Dijo de repente.

Entonces fue cuando levanté la vista y la vi sonriéndome. Aparté el papel de mis piernas y le sonreí también levemente.

-Yo me llamo Sara- Le respondí mientras extendía mi mano para estrecharla con la suya.

Ella agarró mi mano con una amplia sonrisa.

De pronto, Lucía se levantó. Pensaba que se iba a ir, justo en ese momento que tenía ganas de hablar con ella, que tenía ganas de entablar amistad, que no precisaba de concentración. Pero entonces me dijo que me levantara y que fuera a dar un paseo con ella. Yo asentí y me levanté con su ayuda.

Caminé a su lado y pude observar que era un poco más baja que yo. Yo tampoco es que fuera la más alta, era normal. Pero ella me llegaba por la nariz. Y me pareció adorable que fuera así.

Comenzó a contarme acerca de ella. Tenia doce años, a punto de cumplir los trece. Me sorprendió pues realmente no aparentaba esa edad, pensaba que era incluso más mayor que yo. Ella venía de Málaga, pero se había hospedado en Madrid porque a sus padres les pareció buena idea ir a vivir a la capital. Yo había vivido toda mi vida en la capital, y me agobiaba. Había demasiada gente. Por eso siempre iba a mi árbol. Me explicó lo mucho que le costó cambiarse de colegio y de ciudad, pues había dejado atrás a sus amigas y amigos. Yo me limitaba a observarla, tenía el pelo bastante largo y ondulado. Y unos ojos oscuros que transmitían alegría. Y en verdad, era realmente pequeña. Sonreí cuando acabó de contarme acerca de ella, para que luego me preguntara sobre mi. Le conté de todo. Mis amigas, mis gustos, la música... La música que escuchaba, claro. Mi sueño lo tenía guardado dentro de mi, no se lo diría a alguien que acababa de conocer. Por casualidad, coincidimos en que nos gustaba el mismo tipo de música. Eso nos produjo poder hablar más animadamente acerca de los grupos que nos gustaban, nuestras canciones favoritas... Y de tanto caminar, llegamos al final del parque del Retiro. Donde comenzaba a haber mucha gente. Suspiré y nos encaminamos entre la gente.

Llegamos hasta la puerta y salimos a la calle. Y en ese momento me acordé que debía regresar a casa, me esperaban mis padres para comer.

-Lucía, debo volver a casa- Le dije un poco apenada, me estaba encantando conocerla.

Lucía hizo un gesto de tristeza y me preguntó si me podía acompañar. Yo alegremente, asentí.

-¿Vas en metro?- Cuestionó.

-Sí, vivo en Moncloa.- Aclaré yo.

-¿De verdad? ¡Yo también!- Chilló Lucía emocionada.

Sonreí y nos encaminamos a la estación de metro.

Nos bajamos y nos despedimos, no antes de darnos nuestros respectivos números de teléfono.

Volví a casa saludando a mis padres y a mi hermano, quienes estaban ya preparando la mesa. Mi madre me preguntó si había estado en el mismo sitio de siempre, a lo que yo asentí.

Comimos en una animada conversación, haciendo bromas de nosotros, de nuestros estudios... Mi familia era así, siempre bromeando, siempre riendo. Y lo amaba. Aunque no conseguía decirles lo que desde hacía bastante tiempo tenía en mente. Tenía el presentimiento de que no me ayudarían. No sabía el por qué. Pero así lo sentía.

Cuando acabé me encaminé a mi habitación y le escribí a Lucía:

-Hola :)-

Ella no tardó mucho tiempo en contestar de la misma manera. Nos quedamos bastante tiempo hablando, hasta que llegó la hora de cenar. Daba gracias a Dios que fuera verano, sino estaría demasiado agobiada por haberme quedado demasiado tiempo utilizando el móvil. Habíamos hablado de todo un poco. Ella me dijo que deseaba comenzar a tocar un instrumento. Yo le respondí que sabía tocar dos. El violín, que llevaba desde los seis años con él y el piano que tan solo llevaba unos cuatro años tocándolo.

-No me creo que toques los dos instrumentos que más complicados me parecen- Me mandó con un emoticono de risa.

Sonreí y tuve que dejar de hablar. Me mandaron a cenar.

Y este fue el comienzo de una hermosa amistad.

T.R.DDonde viven las historias. Descúbrelo ahora