Nuevo lazo

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Sara:
Estábamos como todos los días en nuestro árbol, aún pensando en la canción. Cuando de pronto escuchamos un ruido. Nos giramos rápidamente para ver. No veíamos nada así que nos levantamos para mirar detrás del árbol. Y allí había una niña tirada en el suelo. Me asusté y me arrodillé frente a ella, pensando que se había echo daño.

-¿Estás bien?- Le pregunté mientras le ayudaba a sentarse.

La niña asintió, sacándose algunos hierbajos de los brazos. Tenía el pelo muy corto, y al igual que Lucía, unos ojos oscuros que irradiaban pasión. Y en ese momento me di cuenta de que no parecía una niña, parecía tener nuestra edad. Mientras ella se limpiaba de la tierra, miré sus brazos y vi que tenía una pequeña herida, pero que estaba sangrando.

-Te has lastimado- Le dijo Lucía.

La chica miró su brazo y suspiró. Se intentó limpiar con su mano, pero yo se lo impedí, agarrándole la muñeca. Podía infectar la herida si la tocaba con las manos llenas de tierra. Entonces le agarré de la mano y la ayudé a incorporarse. Había decidido llevarla a mi casa para ponerle agua oxigenada. Le dije a Lucía y fuimos todas en metro hasta mi casa. Nos sentamos en unos asientos libres del transporte, pero solamente había dos, por lo tanto dejé que Lucía y la chica se sentaran, mientras yo me quedaba de pie.

-¿Cómo te llamas?- Le preguntó Lucía en un tono dulce, parecido al que había usado cuando nos conocimos.

-Ariana- Contestó la chica. Ella nos sonrió y parecía que su timidez se había ido, ya que comenzó a hablarnos de ella. Al parecer, también venía de Málaga, por lo que Lucía y ella entablaron una divertida conversación sobre su ciudad natal. En eso, llegamos a mi casa.

Cuando entré, saludé a mis padres diciéndoles la situación ya que nunca habían visto a aquella niña que estaba entrando en nuestra casa. Lucía subió las escaleras junto Ariana y la llevó a mi habitación, donde se sentaron las dos en la cama. Yo había ido a por el agua oxigenada y un trozo de algodón. Lucía y ella seguían intercambiando ideas sobre su ciudad, lo que la distrajo mientras yo le ponía el agua sobre la herida.

-Listo- Dije cuando creía que la herida estaba bien limpiada.

Ariana se miró la herida y me sonrió.

-¿Cuántos años tienes?- Pregunté sentándome al lado de Lucía.

-Tengo doce- Contestó ella mirándonos a las dos.

-¿Es en serio? ¿Vives en mi ciudad y también tienes mi edad?- Cuestionó Lucía irónica.

Yo tan solo me reí. Me parecía buena chica. Pasamos alrededor de dos horas hablando acerca de Málaga, de por qué estaba en Madrid, a lo que respondió que sus padres la obligaron a ir a ese lugar, pero que en realidad estaba contenta. Mi madre nos había traído merienda, y la comimos las tres juntas alegremente. Pensé que podría ser otro comienzo de otra amistad.

Eran las dos más pequeñas que yo, pero eso a mi no me importaba. Únicamente quería cuidar de ellas, pues siempre tuve ese instinto de madre, no pude evitar traer a Ariana a mi casa cuando se lastimó. No sé por qué, pero mis antiguas amigas, que me tuve que alejar de ellas por motivos que no vale la pena ni decir, me decían que parecía una madre y que eso a veces les molestaba, pues me preocupaba por ellas quizás más de lo que debía. Pero es algo que no puedo evitar. Lucía ya había visto varias veces mi preocupación por ella, y le agradaba, por ahora.

Por ejemplo, en aquel momento.

-Ariana, es mejor que te vayas a casa, no creo que tus padres sepan donde estás ahora mismo- Le dije yo y ella asintió.

La acompañamos hasta le puerta y nos preguntó si teníamos instagram, a lo que respondimos que sí. Dijo que deseaba volver a vernos y se marchó.

Lucía y yo nos quedamos hablando hasta más tarde pues sus padres saben que si no está en casa, está conmigo. Suele quedarse a veces a cenar, claro, con el permiso de sus padres. Ella y yo coincidimos en que Ariana era muy buena niña, y que también queríamos volver a verla. Cuando bajamos juntas a cenar, mi madre preguntó quién era y nosotras respondimos que una niña que se había lastimado. Mi padre rió, pues sabe la preocupación que tengo hacia otras personas. Mi familia suele molestarme con eso, hacen bromas, que a mi no me molestan, de echo me agradan.

Todos reímos y nos sentamos a cenar. Mi hermano comenzó a contar su día, a lo que todos los presentes escuchábamos con atención. Y así sucesivamente hasta que llegó nuestro turno, de contar nuestro día. Y contamos desde que vimos a Ariana en el árbol, hasta lo que hablamos en mi habitación. Realmente me alegraba de haber encontrado a Ariana, aunque no fuera de la mejor forma. Aunque una pregunta se me pasó por la cabeza. ¿Qué hacía ella allí?

T.R.DDonde viven las historias. Descúbrelo ahora