CAPÍTULO 1: ¿¡Quién mierda eres tú!?

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Si alguien le hubiera dicho hace 6 años que él perdería cada cosa, cada persona y que además todas y cada una de sus pesadillas se harían realidad, se habría burlado de ello y les habría preguntado si habían recibido una sobredosis de cristal rojo. Pero... en cambio, todo fue verdad. Solo había transcurrido un año desde que su vida se puso patas para arriba, todo se arruinó sin la posibilidad de poder solucionarlo alguna vez. Esto no se podía arreglar, nunca se pudo.

Un año desde que Cole murió y el teniente Hank Anderson había empeorado. El accidente automovilístico, la cirugía fallida, todo cayó en una tormentosa espiral en cuestión de horas. De repente, Hank se encontraba de licencia, después de tener un funeral para su hijo de 6 años y, pasado 4 meses, su esposa le estaba entregando los documentos de divorcio haciendo que Hank pasara más tiempo en el bar que en su propia cama.

Reducir el tamaño de la casa de familia a un "agujero de mierda" más asequible, como lo llamó agradablemente un día, dejando caer la última caja de sus cosas que encontró de su mudanza. No fue nada sencillo, pero era mejor que vagar por la casa donde los ecos de su niño cuando aún era feliz lo perseguían a todos lados.

Se había dejado estar durante su ausencia de la policía de Detroit, había ganado 30 libras en tres meses, volviendo al trabajo con una descuidada barba, el cabello ya no estaba con su acostumbrado buen corte y con bolsas constantemente debajo de los ojos.

Aunque, como era de esperarse, nadie dijo nada al respecto. Aparentemente tenían una jodida reunión sobre él, el departamento acordó que podía sanar como lo necesitara y eventualmente volver a ponerse de pie. Lo sacaron de la Fuerza Especial Cristal Rojo y lo trasladaron a Homicidios. Era más fácil lidiar con los muertos que los yonquis.

51 años, divorciado, sin hijos, solo un gran perro para darle la bienvenida a casa cada noche; Hank estaba viviendo la highlife de su mediana edad.

Hank debió haber sabido que estaba metida en algo. Usualmente su ex nunca llamaría, teniendo ese especial resentimiento hacia él y culpando a Hank por la muerte de Cole. No la culpaba, creía en ella la mayor parte del tiempo. De repente, ella lo estaba llamando, preguntando por su dirección nuevamente, sonando como si lo estuviera pinchando a propósito donde más le dolía.

-Deberías simplemente reemplazarlo. Tal vez te sientas mejor entonces, sigue adelante.

-Que te jodan. No necesito esta mierda. ¿Por qué no vas a chuparle el culo de tu nuevo novio, Mary?

-Me hubiera gustado que hayas sido tú quien haya en la mesa de operaciones.

-Tú y yo, a ambos nos hubiera gustado.

Hank tuvo un raro viernes libre. Después de una reciente investigación en el que un androide había matado a su dueño en lo que parecía ser un mal funcionamiento del sistema, estaba deseando tumbarse en el sofá, abriéndose camino a través de un paquete de seis cerbezaa mientras Sumo descansaba su pesada cabeza sobre su muslo. Todos sus planes se desvanecieron cuando escuchó un golpe calculado en la puerta, sonando indiferente aunque a la vez con mucha insistencia.

-Sumo, abre la puerta -la respuesta del pesado can fue golpear su cola en el sofá, dando un pequeño ladrido-. Uf, quítate de mí. Podría ser importante... Mierda, tal vez es el delivery. Te ordené esos rollitos de primavera que sigues robando de mi plato -la cola de Sumo golpeó con más fuerza sobre los cojines, lamió su gran papada y Hank le dio unas palmaditas en la cabeza una vez que pudo salirse de debajo del cuerpo del San Bernardo.

Llamaron nuevamente y Hank miró la hora. Eran las 4:00 pm... demasiado tarde para el cartero, demasiado temprano para la cena y ciertamente nadie iba a joderlo en su día libre. Se rascó la espalda bajo la camiseta de Knights of the Black Death, todavía en calzoncillos, y gritó.

"Nothing to replace" (Nada que reemplazar) - TRADUCCIÓN AUTORIZADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora