El autobús aparcó junto a la vereda con un fuerte chirrido. Dana me tomó de la mano, con demasiada brusquedad para mi gusto, y me arrastró hasta la puerta.
-¡Ya llegamos!- gritaba mientras daba saltitos de emoción, esperando a que el chofer descargara todos los bolsos. Una vez que todos estuvieron abajo del autobús Dana tomó los nuestros, y, arrojándome el mío, comenzó a caminar hacia la avenida principal de aquella nueva ciudad a la cual habíamos arribado.
-Y ahora tendremos que conseguir un maldito taxi, suerte en eso- farfullé, y me dejé caer en un banco frente a una heladería.
-Eso no es problema- aseguró Dana, se pasó una mano por su melena cobriza hasta colocarla sobre su espalda, y juntó dos dedos de su mano derecho en su boca, chiflando. Pronto un taxi que la escuchó paró en frente nuestro y Dana se acercó a la ventanilla.
-Listo- dijo sonriendo al volver a mi lado a recoger su bolso- Próxima parada: paraíso Brooks.
El taxi tardó casi media hora en llegar a nuestro destino. Mientras el coche traqueteaba por calles de tierra yo me concentraba en captar todo con mi cámara, la había comprado exclusivamente para ese viaje, y pensaba fotografiar con ella todos los paisajes y animales posibles. Dana cantaba al compás de la música que sonaba en la radio y conversaba animadamente con el chofer. Aquella era Dana, la magnífica Dana. Bella como ella sola y carismática como muy pocos. A veces me era difícil ser su mejor amiga, pero su compañerismo y cariño compensaban todo aquello que podría molestarme.
¿A dónde íbamos? Dana había recibido un mail el mes anterior de sus primos en Australia invitándola a pasar unas vacaciones en su casa de playa y decía que podía llevar un acompañante; Dana me llamó al segundo de haber terminado de leer el mail. Me emocioné tanto por la idea de emprender un viaje juntas hacia otro continente que estuve todo lo que restaba del mes hasta que comenzaran las vacaciones, atosigando a Dana sobre Australia y sus primos. Aquellos eran tres; Beau, el mayor, del cual Dana no me había dado una muy buena imagen, diciéndome que era un mujeriego empedernido; y Luke y Jai, los mellizos, que por lo que Dana me había comentado eran muy agradables.
El chofer tomó una última calle de tierra y redujo la velocidad hasta aparcar frente a una gran casa de madera blanca rodeada de galerías, con techo a dos aguas y amplias ventanas. Dana le pagó al hombre, y despidiéndose de él bajó del auto con su bolso al hombro. La seguí hasta la verja de entrada prácticamente arrastrando mi bolso.
-¡Primita!- gritó un muchacho de cabello enrulado y ojos castaños, al abrir la puerta. Dana dejó caer su bolso y se tiró a los brazos del muchacho.- ¿Cómo te ha ido?
-Ya tendremos tiempo para ello, tengo que ir al baño porque la vejiga me va a explotar- espetó mi amiga, y así sin más desapareció tras la puerta y me dejó allí plantada con aquel desconocido.
-Hola, soy Luke- dijo el muchacho y me extendió una mano en forma de saludo.
-Mikela- murmuré, un poco incómoda, estrechándole la mano.
-Dan nunca cambia- dijo cariñosamente, haciendo un gesto con la cabeza hacia el sitio por el cual Dana había desaparecido minutos antes. Hice una mueca de asentimiento y Luke sonrió, luego tomó el bolo de Dana y entró a la casa invitándome a pasar.
La casa era una típica casa de playa, con espacios amplios y luminosos, piso de madera y ventanales con vista al mar
-Uff, fue necesaria la descarga- Dana había aparecido de una puerta al final del amplio living, y venía abrochándose el botón del short despreocupadamente- ¿Ya se han presentado?
-Sí, más te vale subir a saludar a los otros dos, si no quieres recriminaciones luego- le espetó Luke con un gesto divertido en el rostro.
-¿Y tu mamá?
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Estábamos destinados
FanficEl amor crece entre dos personas totalmente diferentes; un mujeriego empedernido y una rebelde con causa. Las vacaciones de verano que Mikela había pensado que pasaría junto a su prima se convirtieron en el escenario donde todo comenzó. Su atracció...