No permití a Beau acompañarme hasta el aeropuerto. Odiaba las despedidas, y ya el hecho de que Dana se había enojado conmigo por no permitirles a los chicos acompañarnos me deprimía aún más. Habíamos despertado temprano aquella mañana y comencé a hacer el equipaje lo más despacio posible, tratando de retrasar el momento en que tendría que abandonar aquella casa, y abandonar al amor de mi vida.
Beau me acompañó en cada segundo, se sentó en la cama de Dana y me observó armar el equipaje en silencio. De vez en cuando nos dirigíamos unas palabras, pero eran conversaciones banales, ninguno quería despedirse aún.
Metí una camisa en la valija con una fuerza exagerada y las lágrimas no tardaron en saltarme. No era justo. Beau me vio llorar y me tomó de la mano para acercarme a él; me lancé a su regazo y me acurruqué en su pecho mientras él me aferraba con fuerza y me susurraba palabras tranquilizadoras al oído mientras descargaba todo el llanto que venía acumulando desde que desperté.
Había llegado el momento, estaba parada en la galería de la casa con el bolso en la mano y los ojos hinchados de tanto llorar. Beau me acariciaba el cabello con ternura y reposaba un brazo en mi cintura.
-Deja que guarde eso- se ofreció Luke, y tomó mi bolso y lo fue a guardar en el taxi que nos esperaba en el camino de entrada.
-Los voy a extrañar- exclamó Dana abrazando a los gemelos con cariño.
-Ten cuidado con los muchachos, no queremos cometer homicidio- bromeó Jai, y Dana largó una carcajada.
-Te espero en el auto- me dijo Dana, y yo asentí con la cabeza.
-Un gusto conocerte Mikela- aseguró Luke, y me despegué de Beau para abrazarlo con fuerza- Cuídate, y practica un poco más el Vóley.
-Nunca voy a ser tan buena como tú- dije, forzando una sonrisa. Iba a extrañar a los gemelos también.
-Te voy a extrañar- Jai me abrazó con fuerza y noté como Beau se ponía tenso detrás de mí.
-Yo también Jai, cuida a tus hermanos, eres el más sensato de los tres- Le guiñé un ojo y Jai entró contento a la casa, seguido de su gemelo.
Me giré y me encontré con una sonrisa triste de Beau. Sabía que estaba intentando ser fuerte, no lo había visto derramar ni una sola lágrima en todo el día. Nos miramos un instante, tratando de grabar nuestras imágenes en la memoria para no olvidarnos nunca de ellas. Me acerqué a él y rodeé su cintura con mis brazos, abrazándolo con fuerza; Beau me devolvió el abrazo y me besó la coronilla. Sentí una gota de líquido caliente caer sobre mi cabeza, levanté la vista y comprobé que Beau estaba llorando. Era la imagen más desgarradora y a la vez más bella que había tenido el placer de ver en mi vida. Estiré el cuello y lo besé, desesperada por demostrar en ese beso todo el amor que sentía por él, demostrarle que nunca iba a dejar de pensar en él y que deseaba con todo mi corazón que nuestras vidas transcurrieran juntas. Beau me correspondió el beso, también con necesidad, con miedo, con amor. Nos separamos y nos sonreímos por última vez.
-Te amo- dijo en un susurro quebrado. Y aquello era lo único que necesitaba escuchar.
Dos meses después
-No entiendo una mierda.
-¡Eh!, tranquilízate, que enojándote no vas a conseguir nada.
-Ya no entiendo nada, no sé para qué me metí en esto.
-Era esto o ser una mediocre el resto de tu vida amiga.
-Voy a hacer la cena, al menos en eso soy buena- Me levanté de la silla cerrando el libro con fuerza, y me dirigí a la cocina a atarme un delantal y ver qué podía hacer con la poca comida que nos había quedado.
-¿Hace menos de dos meses que empezaste la facultad y ya quieres rendirte?- Dana apareció en la cocina con el libro en las manos, se sentó en la mesada y comenzó a ojearlo.
-No dije que me iba a rendir, es solo que hoy no tengo un buen día- me justifiqué, poniendo una hoya con agua al fuego; fideos, otra vez.
-Nunca tienes un buen día- espetó Dana, en un tono cansino. La fulminé con la mirada y me concentré en lo que estaba haciendo, estaba cansada de escuchar sus quejas.
-No es mi culpa que Platón sea un idiota rematado.
-¡Eh! No culpes al amigo Platón- dijo Dana ofendida- Según él, nuestros conocimientos son recuerdos de una vida pasada, así que, amiga, vas a tener que comenzar a hurgar en tu memoria para aprobar el próximo parcial.
Hurgar en mi memoria, lo único que me faltaba, ya bastante estaba tratando de no pensar en mis recuerdos todos los días. Y no recibir llamadas tampoco ayudaba, me ponía más nerviosa de lo que necesitaba, ya tenía suficiente con la facultad.
-No has tenido noticias, ¿eh?- Ahora el tono de Dana era apenado. Deje de buscar en la alacena el paquete de fideos y apoyé las manos en la mesada, con los labios apretados y los ojos cerrados. Parecía una viuda en puro luto, Dana no paraba de recordármelo.
-No- dije ásperamente, y volví a mi tarea de encontrar los malditos fideos.
-Mik, no te amargues, seguro que no tiene conexión o estará ocupado en el trabajo, no pienses…
-Deja de justificarlo Dana- exclamé sobresaltándola. Me giré para mirarla y volví a revisar todos los cajones de la cocina. Encontré los benditos fideos en el cajón de los manteles, no sé qué carajo estaba haciendo ahí solito- No quiero hablar del tema- murmuré, lamentando haber tratado a mi amiga así- Y perdona mi malhumor, no es mi intención amargarte el día.
-No hay problema amiga- concedió Dana, y posó su mano en mi hombro un segundo antes de volver al comedor.
-¿Ya vas a acostarte?- Dana pasó por el pasillo en toalla.
-Sí, eso creo.
-Acuérdate de apagar la luz, porque ayer la dejaste prendida y después la factura es una chorrada.
-Pareces mi esposa esquizofrénica- comenté riendo.
-Qué graciosa- escuché a Dana gritar antes de entrar en la ducha.
Decidí revisar mi correo antes de acostarme a dormir. Me senté en la silla de la computadora y encendí la pantalla. Dana se quejaba de la luz pero ella dejaba la computadora prendida, menuda atrevida era. Entre a mi cuenta de Gmail y me encontré con dos mensajes nuevos. Uno era de mi madre que decía que la visitara en el fin de semana si no quería morirme de hambre por abandono familiar (ja, como si fuera a hacerlo) y otro era… Casi caigo de la silla al leer el nombre, hacía semanas que no aparecía ese nombre en mi bandeja de entrada. Pasó casi un minuto entero hasta que me decidí abrirlo.
Amor,
Perdona que no pude escribir antes, que no llamé o ni siquiera di señales de vida, estuve muy ocupado en el trabajo, y mi madre me taladra la cabeza con todo ese rollo de ser “responsable una vez en la vida”. Las cosas por aquí están muy bien, te extraño, te extraño más que nunca. Hay veces que me dan ganas de renunciar a todo y tomarte un avión para estar a tu lado (sí, ya se, si estuvieras acá me pegarías por cursi, o te reirías, claro que te reirías, como extraño tu risa). ¡Ah, no te conté! Los mellizos empezaron la facultad, Jai está estudiando Ciencias Ambientales y Luke Cine y Artes Visuales, ¿lo puedes creer? Siempre pensé que sería yo el primero en darle una alegría a mi madre, pero bueno, no se puede todo. Ya parezco un viejo hablando. No aguanto a verte, los meses se pasan muy lentos, no veo la hora de que sea Septiembre, te voy a estar esperando, espero que me extrañes mucho.
Te amo,
Beau.
El corazón me latía con fuerza, parecía que iba a salírseme del pecho. Volver a tener noticias de Beau era maravilloso. Lo extrañaba horrores, no podía dejar de pensar en sus labios, en sus ojos de ensueño, en su sonrisa pícara. Beau poblaba mis sueños y completaba mi corazón.
Dana pasó por mi lado cepillándose el cabello, se paró al verme embelesada releyendo el mail por tercera vez.
-¿No te ibas a dormir?- Al ver que no le contestaba dejó de cepillarse el pelo- ¿Qué te pasa?- Dana se acercó a la pantalla y dejó caer el cepillo al suelo- ¡Déjame leerlo!
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Estábamos destinados
Fiksi PenggemarEl amor crece entre dos personas totalmente diferentes; un mujeriego empedernido y una rebelde con causa. Las vacaciones de verano que Mikela había pensado que pasaría junto a su prima se convirtieron en el escenario donde todo comenzó. Su atracció...