Capítulo 8.

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Coira despidió a su familia temprano a la mañana, y decidió buscar un libro para leer

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Coira despidió a su familia temprano a la mañana, y decidió buscar un libro para leer. Hacía seis días del incidente con Isobel y Lean, y la guardia real aún no había tenido suerte en encontrarlos.

—¿Necesita algo más, señorita?— preguntó Isla luego de dejar una taza de té sobre la mesa en la que Coira estaba sentada.

— No Isla, eso es todo— le sonrió—. Puedes irte.

Trató de concentrarse entre las líneas del libro pero en lo único que podía pensar eran en Evan; no lo había visto desde que llegaron al palacio y eso la tenía muy preocupada, a pesar de que Isla le había dicho que él se encontraba bien. Decidió terminar su té y caminar por los extensos pasillos del palacio hasta llegar a la habitación del príncipe. 

— Lo siento, señorita— habló el guardia—. El príncipe no se encuentra para recibirla en este momento.

Coira agradeció por la ayuda y caminó hasta la biblioteca. Pasó toda la tarde allí y decidió saltarse el almuerzo porque no tenía apetito. Volvió a su habitación y se acostó quedando completamente dormida.

— Señorita— escuchó a lo lejos la voz de Isla—. El príncipe está aquí.

 Coira abrió los ojos lentamente para encontrarse con una silueta en la puerta.

— Pase, su Alteza— habló la sirvienta luego de hacer una reverencia y dejar la habitación.

—¡Evan!— exclamó Coira entrando en razón e intentando taparse con las sábanas porque estaba usando solamente su camisola.

—¡Lo siento!— exclamó el príncipe dándose vuelta mientras la futura princesa tomaba una bata y se la colocaba rápidamente—. Aunque no pretendamos que nunca te veré así.

 Las mejillas de la chica se tiñeron carmesí.

— Ya puedes darte vuelta— dijo ignorando el comentario de Evan.

El príncipe volteó con una sonrisa en su rostro.

—Nuestro castillo está terminado.

 Coira no entendía a qué se refería y por su cara de confusión, el príncipe dedujo que debía explicarse mejor.

—Cada vez que coronan a un príncipe en Escocia, le construyen un castillo en su nombre.

—¿Y eso quiere decir que...

— Después de mi coronación tendremos un palacio para nosotros solos, Coira— habló sonriente.

¿Por qué de repente Evan quería casarse con ella?

La joven quedó sin respuesta.

—¿En dónde creíste que había estado en estos días?— preguntó él tomando sus manos—, arreglando todo a tu gusto.

—¿Podrías esperar afuera?— cuestionó ella interrumpiéndolo para así poder terminar de vestirse.

El príncipe hizo lo pedido y luego de que ambos se alistaran, subieron a una carroza acompañados por dos guardias del castillo y partieron rumbo a su  nuevo hogar. Coira quedó impresionada al llegar al lugar; árboles con hojas rojizas adornaban todo el terreno, y blanco se veía el nuevo hogar de los jóvenes.

—¿Qué te parece si echamos un vistazo?

La chica sonrió ampliamente luego de la pregunta del príncipe y asintió con la cabeza.

Caminaron por las escaleras que llevaban hasta la entrada; era más pequeño que el palacio de los reyes, padres de Evan, pero más que suficiente para Coira, después de haber vivido en una casa que se caía poco a poco a pedazos. Al entrar al castillo Coira quedó asombrada por la decoración.

— Haremos los cambios que quieras, Coira— afirmó el príncipe mientras tomaba las manos de la chica—, quiero que te sientas cómoda.

— Es perfecto, Evan.

Luego de dar un recorrido por todo el palacio, decidieron volver para cenar con los reyes y preparar todo para la mañana siguiente, la coronación del nuevo rey, la nueva reina consorte, y nuevo príncipe de Escocia.

—Bienvenidos — saludó Isla con una sonrisa mientras tomaba los abrigos—, los esperan en el salón principal.

 La reina los recibió con un abrazo, y al llegar al rey, brindaron una reverencia.

— Espero que entiendan lo importante que es la ceremonia de mañana...

El discurso del rey comenzó, hablándoles sobre las nuevas responsabilidades que tendrían en sus hombros, de los compromisos sociales a los que comenzarían a asistir y a las beneficencias a las que tendrían que presentarse.

Terminada la velada, cada uno caminó a su habitación para dormir y prepararse para un largo día.

Coira abrió sus ojos con el sonido de las cortinas abriéndose, Isla estaba moviendo sus vestidos en su guardarropa hasta llegar al que usaría para la coronación; un vestido color marfil, con apliques de perlas y un moño rojo que decoraba la espalda. Coira se levantó, se aseó y comenzó a vestirse. Luego de terminar de alistarse, tomó el té que Isla había llevado a su habitación y se dirigió directamente a la carroza que los llevaría hasta la Catedral en donde se realizaría la ceremonia.

— Te ves fantástica— le dijo la reina a Coira. Ella sonrió en agradecimiento. Ambas se encontrarían con el rey y el príncipe al momento de la coronación.

La carroza llegó a la entrada de la Catedral y ambas bajaron con ayuda de los guardias, siendo recibidas con la ovación de los ciudadanos sosteniendo banderas escocesas en sus manos, agitándolas. Caminaron por la alfombra verde que se extendía por todas las escaleras, hasta ingresar al lugar, parándose en la entrada. La joven se despidió de la reina y caminó hasta su asiento en primera fila para ver la ceremonia.

El sacerdote entró por el pasillo, siendo recibido de pie por todos los presentes, y seguidos a él, venían caminando en fila el rey, la reina y por último el príncipe Evan. La ceremonia comenzó, llena de discursos dirigidos al nuevo soberano de Escocia, y también a su esposa e hijo. El sacerdote tomó la corona y la puso en la cabeza del nuevo rey, quien aceptó sus nuevas responsabilidades, afirmando el discurso que el sacerdote recitaba mientras lo llenaba de los nuevos ornamentos; acto seguido, hizo lo mismo con la nueva reina consorte, y por último, con el príncipe. 

—¡Larga vida, al Rey!— gritaron al unísono todos los presentes, ovacionando al nuevo soberano.

La ceremonia finalizó, el Rey caminó primero, seguido por la reina, quien iba unos pasos atrás por el protocolo; Coira se puso de pie y caminó al lado de Evan como se lo habían indicado.

—Estás hermosa— habló él—, no puedo esperar a hacerte mi esposa.

Por un instante Coira se sentía completa. Su familia estaba siendo abastecida por los insumos que necesitaban, Evan había comenzado a pensar en la idea de casarse con ella y eso se haría verdad en menos de dos días. De repente su nube de pensamientos se vio afectada por el grito en seco de la multitud y el cuerpo de Evan cayendo sobre ella. Tomó la cara de su futuro esposo entre sus manos rogando que todo eso fuera una pesadilla.









Castillo de Mentiras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora