— Señorita.
Coira escuchaba las voces distantes de quienes la acompañaban en la carroza, no podía enfocarse en sus palabras porque su mente solo giraba en torno a Evan; la flecha que habían tirado desde el público le había atravesado la pierna y por eso había caído sobre la joven. Coira había arrancado el moño rojo que decoraba la espalda de su vestido y lo había atado alrededor de la pierna del príncipe antes de que él se desmayara en sus brazos por la pérdida de sangre.
— El príncipe estará bien— hablaba Isla mientras tomaba las manos de la joven para tratar de tranquilizarla, aunque no podía disimular la preocupación de su cara.
Al llegar al palacio, Coira pidió estar sola. Entró a sus aposentos y encontró una carta pegada a la ventana.
Esto ganas por creer que te saldrás con la tuya.
Sin que se dieran cuenta, se vistió con sus viejas ropas y salió del castillo por la entrada del personal, sin antes avisar a su guardia personal que si se demoraba mucho en volver, fuera al pueblo a buscarla. Caminó por las frías piedras que decoraban la entrada, hasta llegar al camino de tierra. Poco tiempo después, llegó el pueblo más cercano. Sabía de quién era esa carta, y sabía que no llevaba mucho tiempo allí así que era más que seguro en dónde estaría Isobel escondida. Recorrió todo el mercado lleno de puestos ambulantes, mirando persona por persona hasta que reconoció a alguien de espaldas, Lean. La chica comenzó a seguirlo escondiéndose entre los puestos, hasta que vio que se acercaba a la entrada de una casa de ladrillos vistos; se acercó a él corriendo y con el cuchillo que tenía en su mano, cortó su pierna, dejándolo en el piso.
—Si dices algo, el cuchillo cortará tu cuello— habló con voz amenazante mientras tomaba una de las cuerdas que había traído consigo y ataba los pies y manos del chico dejándolo indefenso.
No tenía a qué temerle. Habían querido destruir su vida y no iba a permitir eso.
Abrió la puerta de la casa de Lean y entró encontrándose a Isobel sentada.
—Eres una maldita— dijo arrojándose sobre ella, tomando su cabello y agarrando el cuchillo en sus manos; iba a cortar su cuello pero se detuvo.
—¿Tienes miedo?— preguntó Isobel con burla.
Tomándola desprevenida, tiró a Coira al piso y comenzó a darle golpes en el estómago, mientras la chica gritaba por el dolor, logró sacar todas las fuerzas que tenía guardadas y se colocó por encima de Isobel, apretándole la garganta con su rodilla, sofocándola. Unos ruidos se sentían afuera, hasta que la puerta se abrió de golpe y los guardias reales entraron corriendo para tomar a Isobel quien tosía por la fuerza con la que le habían presionado la garganta. Coira se acercó a ella.
— No quiero que vuelvas a acercarte a mi familia— amenazó—; sé que estás casada y tienes un hijo y realmente no quiero que me des razones para hacerle daño a ellos.
Isobel tragó saliva y no contestó.
— Pagarás por todo el mal hecho y tu hijo tendrá la suerte de no ser criado por un monstruo como tú.
Luego de pronunciar sus últimas palabras, Coira caminó hasta la carroza que la esperaba afuera y subió a ella, siendo llevada nuevamente al palacio. Al entrar se sorprendió al ver cómo Evan llegaba a ella caminando con su pierna vendada y la abrazaba.
—Vas a matarme del susto.
Ella rió.
— Solamente hice lo que tenía que hacer— dijo ella provocando una sonrisa en él.
Coira volvió a su habitación para asearse y vestirse y después caminó hasta el comedor principal en donde los reyes la esperaban. Tomó aire antes de entrar al salón, porque sabía lo que le esperaba.
— ¡Casi me matas de un susto!— exclamó la reina corriendo hacia Coira y abrazándola.
El día pasó más rápido de lo que imaginó; se la pasó encerrada pensando en lo importante que sería el día siguiente.
Despertó con la sonrisa de Isla en la puerta, así que le devolvió el gesto y se sentó en la cama. Isla la ayudó a asearse y vestirse; el vestido que la reina le había regalado le calzaba perfectamente, adornado con unas flores rosas y naranjas. La carta con la cual venía acompañada la caja decía que era tan especial como ella.
Coira estaba satisfecha; al fin su familia tendría el final feliz que tanto quiso, y ella viviría rodeada de lujos gracias a su matrimonio con el príncipe Evan.
Mientras terminaba de arreglar su cabello, escuchó un grito que provenía del corredor principal. Salió corriendo y encontró a Evan tocándose la ceja, se acercó a él y vio que estaba sangrando.
— ¡Los mataste!— gritaba el príncipe.
Coira los miraba sin poder creer lo que estaba escuchando.
— ¡Leí las cartas que te envió el jefe de seguridad de mi tío! ¡Hiciste que el barco se hundiera!
El príncipe estaba rojo de furia.
— Cómo pudiste matar a tu hermano.
Vio como Evan se acercaba a su padre y estampaba un puñetazo en su cara, haciendo un corte en la mejilla del rey.
— No mereces lo que tienes. No mereces a mamá, no me mereces a mí — siguió hablando y se acercó hasta quedar con sus narices pegadas—. No mereces al reino.
El rey quiso decir algo pero Evan lo paró tomando su brazo.
— Suéltame, soy tu rey— dijo su padre.
— No eres quién para darle órdenes. Ya no mereces nuestro respeto.
La voz de la reina inundó la habitación; al parecer había estado escuchando toda la escena. Se acercó hasta su hijo a paso firme.
— No es momento de discutir ahora. Evan, lava esa herida. Tenemos un matrimonio que realizar.
Coira llegó a la catedral, acompañada de la reina y siendo recibida por una multitud que jamás creyó ver. Caminó a una habitación del lugar que habían reservado para ella.
— ¡Mamá!— gritó al ver entrar a su madre, seguida por su hermano al entrar en la habitación. Los abrazó como nunca. Su padre llegó se se sumó al abrazo. Había sido una tortura que la hubieran hecho casar con Evan peor nunca pensó tener sentimientos por él.
Entró del brazo de su padre, mientras que todos los invitados la incomodaban con la mirada. Miró al frente y vio a Evan. Nada más podría faltarle.
Tomó las manos de Evan al llegar al altar y un escalofrío la recorrió cuando el príncipe susurró:
— Te amo.
Coira se sentía completa; completamente feliz por primera vez en su vida. No podía dejar de sonreír.
La ceremonia terminó y ambos salieron de la catedral, seguidos por los reyes.
— ¡Cuidado!— gritó el rey, empujando a Evan.
Coira miró hacia el piso y lo vio tendido, con una flecha atravesada en el centro del pecho. Levantó la vista y una silueta de mujer se iba corriendo entremedio de la multitud; sabía de quién se trataba.
— Papá— hablaba Evan mientras lloraba.
El rey tomaba su mano y jadeaba por dolor. La reina estaba por encima del cuerpo de su esposo, esperando lo inevitable.
— Te perdono— susurró Evan. Y finalmente el rey cerró los ojos.
Coira cayó al piso de rodillas. Esta pesadilla parecía nunca terminar.
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Castillo de Mentiras.
Science FictionSer mujer no es nada fácil; especialmente si tienes casi veinte años cumplidos y tu familia está en la ruina. Coira Baxter sabe de eso, y se verá obligada a contraer matrimonio con el hijo de un allegado de su padre para salvar el honor de sus relat...