Capítulo 10.

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— Despedimos a un gran hombre

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— Despedimos a un gran hombre. Honró a su reino toda su vida y cumplió con los deberes que su hermano le encomendó al momento de morir.

Coira tenía la mirada perdida, mientras tomaba la mano de Evan que lloraba en silencio. 

— Le decimos adiós para toda la vida, aunque toda la vida seguiremos pensando en usted. Lo llevaremos con nosotros hasta que volvamos a encontrarnos — la reina cortó su discurso y volvió a hablar con la voz entrecortada— Lo quiero y sé que cada día del resto de mi vida lo echaré de menos. Su ausencia me duele, pero sé que su recuerdo para siempre me hará sonreír.

Bajaron el cajón del rey y Evan tomó tierra en sus manos, para luego tirarla en el pozo donde yacía el cajón del cuerpo sin vida de su padre. 

— Hijo —la reina se acercó y apoyó su mano sobre el hombro de Evan—. Serás un gran rey.

El trono pertenecería a Evan a partir de su coronación

— Iré a la habitación. Necesito estar solo.

Coira asintió con su cabeza, pues sabía que su esposo necesitaba tiempo para asimilar todo lo que había pasado.

Volvieron al palacio y entró a su habitación. Cerró la puerta y se dejó deslizar despacio.

— Quiero que aseguren todas las puertas— hablaba la reina —. No pueden dañar a nuestro futuro rey. Si esa chica se escapó y mató a quien la custodiaba, Dios sabrá qué nos hará a nosotros.

Coira dejó caer unas lágrimas mientras caminaba a su cama. 

— ¿Cómo pudo escapar? ¡Encuéntrenla! 

Todavía no entendía cómo Isobel se había escapado y matado al guardia encargado de su celda. Isobel era peligrosa y Coira realmente estaba asustada.

Evan abrió los ojos y vio que entraba la tenue luz de la luna desde afuera. Supuso que se había quedado dormido por la fatiga de los días anteriores. 

Escuchó pasos que provenían de la entrada a su habitación. Sacó el cuchillo que tenía debajo de su cama y escuchó un grito.

— ¡Coira!

La chica tenía los ojos abiertos, asustada.

— Venía a dormir contigo— dijo con voz temblorosa.

Evan sonrió y tomó su mano. La tapó y se acostó junto a ella.

Se escuchó un golpe en seco y gritos que venían de afuera de la habitación del príncipe. 

— Evan—  susurró Coira.

— Ya oí. 

Abrió su armario y metió a su esposa allí dentro.

Coira respiraba entrecortadamente.

Evan salió de su habitación y corrió hacia los gritos; encontró a su madre tendida en el piso del salón principal, mientras Isobel la tenía tomada del cabello. De repente el príncipe sintió un golpe seco en su cabeza y cayó tendido al lado de la reina.

De a poco recobró la conciencia. Estaba en la cocina del palacio, en una silla y atado de manos y pies. Isobel sostenía a su madre, maniatada, a un extremo de la habitación y él tenía a un hombre a su lado.

— Me hiciste sufrir mucho —escuchó cómo Isobel susurraba en su oído—. Ahora te toca a ti.

Isobel se acercó a la reina y la arrastró hacia Evan.

— Ustedes arruinaron mi vida —hablaba ella—. Yo te amaba Evan.

Evan la miró con lágrimas en los ojos.

— Estaba embarazada— susurró Isobel, mientras que el príncipe permanecía callado, escuchándola—. Obviamente que ellos te mintieron y te dijeron que quería chantajearte.

— ¡Te aprovechaste de él!— gritó la reina, haciendo que Isobel tirara sus pelos.

— Sí, soy mayor que tú—continuó hablando—, pero yo te amaba Evan. Realmente lo hacía.

Evan miró de reojo al hombre que acompañaba a Isobel.

— No es mi esposo. Él está con mi hijo.

Evan tragó saliva.

— No, Evan. No es tu hijo si eso te preguntas — Isobel largó un suspiro—, yo perdí ese bebé. Me dieron un té cuando me exiliaron del país y casualmente al llegar a donde me debían enviar comencé con sangrados.

— No eres digna de mi hijo— habló la reina.

Isobel la tomó del cabello y comenzó a arrastrarla por toda la habitación. Evan gritaba de desesperación mientras su madre pedía auxilio. No había ningún guardia.

Escucharon un golpe y todos miraron hacia la dirección de donde provenía el sonido. Coira se encontraba con el cuerpo del ayudante de Isobel a sus pies y con una jarrón roto, ensangrentado en su mano.

— Pero si es la princesita — Isobel hablaba con burla, mientras que Coira ubicaba la botella frente a ella para defenderse— . Deja de hacer papel de ridícula, Coira. Eres patética.

Coira permanecía en silencio, mientras que lágrimas caían por sus mejillas. Ver así a la reina y a Evan la llenaba de impotencia.

— Estás muerta— dijo Isobel abalanzándose sobre ella. Coira ubicó la botella en su estómago antes de que Isobel pudiera tocarla, y cuando sintió que la muchacha estaba tan cerca como fuera posible, movió la punta rota del jarrón con su mano, incrustándola en el cuerpo de Isobel.

Isobel largó un jadeo. Coira cayó de rodillas al piso y vio cómo la culpable de sus miserias caía llena de sangre, sin vida al piso.

Cuando vio que Isobel no se movía, corrió hacia la reina y la desató. Ayudó a que se parara para desatar a Evan.

Los tres volvieron al corredor principal y trataron de ayudar a quienes habían salido lastimados.

— Bienvenida a la familia real— susurró Evan, y luego tosió. Coira se limitó a reír y lo abrazó.

Castillo de Mentiras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora