Capítulo 3.

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 Coira se levantó con el frío aire entrar por la ventana; visualizó a Beth, otra de las sirvientas, acomodar las cortinas y sonreírle en cuanto vió que abrió sus ojos

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Coira se levantó con el frío aire entrar por la ventana; visualizó a Beth, otra de las sirvientas, acomodar las cortinas y sonreírle en cuanto vió que abrió sus ojos. No pudo evitar sentirse culpable por haber hecho que Isla se fuera; después de todo fue ella quien salió sin permiso, todo por seguir al cocinero, Lean.

— Buen día señorita Baxter— Beth tenía un vestido color crema en su brazo—, supuse que sería bueno usar este vestido hoy.

— Es muy bonito Beth, pero primero creo que tomaré un baño.

La sirvienta salió a trote de la habitación y volvió luego de unos minutos con una cacerola llena de agua caliente. Luego de que Coira se bañara y vistiera con la ayuda de Beth, decidió peinarse ella misma. Dejó su cabello suelto como de costumbre sin ningún tipo de adorno encima; se sentía más como sí misma.

Luego de estar pintando por unos cuantos minutos escuchó unos leves golpes en la puerta, se levantó de la silla y abrió. Evan de Roxburghe estaba allí.

— Tiene algo...— Evan señaló la nariz de Coira y ella instantáneamente miró hacia su derecha en dónde yacía un espejo gigante ¡Su nariz estaba azul!

No tuvo otra reacción más que cubrirse la cara avergonzada.

— Me preguntaba si querría dar un paseo por el jardín, es una muy hermosa mañana— el tono del hijo del Duque le transmitía cierto nerviosismo.

Se preguntó a sí misma si debía aceptar la oferta, ¿Y por qué no? De todas formas tendría que pasar el resto de su vida al lado de Evan, le gustase o no.

— Espere que limpie mi cara. Estaré en unos minutos.

Sin pensarlo dos veces cerró la puerta de golpe y escuchó un leve quejido del otro lado; seguramente le había dado en la nariz. Corrió al jarrón con agua que Beth había dejado y limpió su nariz azul frente al espejo. Se paró frente a la puerta y luego de inhalar y exhalar tres veces, la abrió.

—Estoy lista— anunció.

Caminaron en silencio por todo el palacio hasta llegar al jardín. Comenzaron a bajar las escaleras que daban hacia las plantaciones; todo iba bien hasta que Coira pisó el dobladillo de su vestido y se tambaleó. Evan reaccionó y la tomó por ambos brazos para luego soltar una risita que le fue inevitable.

Coira se odió por quedar tan estúpida de nuevo, pero todo pasó cuando vio por la ventana una figura que los observaba; ya sabía de quién se trataba.

— Quiero que sepa que yo no fui el de la idea del matrimonio, mis padres creen que ya es hora de que me case — miró a Coira pero la joven desvío la mirada—; como ya sabe, ya cumplí veintisiete.

— En realidad no lo sabía, señor.

— ¿Va a contarme algo de usted?— cuestionó el hijo del duque.

Castillo de Mentiras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora