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Caminaba a par con Joel por el pasillo, había sido una semana bastante agradable, el día lunes era espantoso para todos, pero al menos tenía algo que lo hacía especial, mejor dicho, a alguien.

Ya era viernes.

Por primera vez deseaba que el viernes durara un poquito más.

Joel, él era precisamente la razón.

En este lugar él era el único que no me tenía ningún tipo de miedo.

— Dicen que prendiste fuego a una mesa... ¿Es algo tipo de juego de palabras en su idioma que no comprendo? — Dice mientras acomoda su cabello.

Mi mente quedo en blanco, no lo esperaba exactamente.

— Sólo es... no quiero hablar de ello — Bajé la miraba y miré mis relucientes zapatos.

Joel se adelanta y se sienta en una de las bancas que está en el centro.

Levanta la mano invitándome a sentarme, lo observe incómodo por unos segundos.

Me decidí y caminé hasta donde estaba él.

Apenas me senté algunas personas se fueron de allí, casi huyendo.

No dije nada y tomé un poco del jugo que había comprado.

Nuestras bocas no emitían ninguna palabra, miraba y escuchaba a las personas que estaban rondando por ahí.

El frío del viento que recorría Kaliningrado se estrellaba en mi cara.

Mi mirada fue al suelo en donde vi un volante sobre la fiesta de hoy, traté de empujar de alguna manera el papel, pero Joel lo agarro.

— Fiesta de inicio del semestre — Lo empieza a leer —. ¿Hoy?

— Sí, hoy — Asentí mirándole las manos.

— ¿Asistirás?

— Nunca lo hago y esta no será la excepción.

— ¡Oh, vamos! — Se levanta —. ¿No te gustan las fiestas?

— Nunca asistí a una, ni siquiera a un cumpleaños — Enredé mis dedos de las manos.

Porque nadie nunca me ha invitado.

— Esta es tu oportunidad, tu primera fiesta.

— ¡No! ¡No! ¡No! — Me levanto negando con los dedos —. Es decir, no sé dónde es, no creo que nadie me quiera ahí y...

— ¡Danylko! — Da la vuelta y veo que le responde con la mirada un rubio que está repartiendo volantes —. ¿Dónde es la fiesta?

— En la gran mansión de los Zhukovski, es muy cerca de la universidad Immanuel Kant.

Joel le asiente y vuelve su mirada a mí.

— ¿Sabes dónde es?

— Bueno es cerca de mi casa, pero... — Interrumpe mis palabras.

— Bien, nos vemos ahí a las siete — Él sonríe radiante.

— Pero...

La campana suena.

— ¿Escuchas eso? Es el sonido de que tengo que irme — Da la vuelta hacia el sur y empieza a caminar.

— ¡Joel! — Grito cuando veo que se está alejando.

— ¡Tengo que irme! — Vuelve a decir riendo un poco.

— ¡Joel!

— ¡A las siente! — Da la vuelta, caminando hacia atrás y me apunta con sus dedos índices.

Brujo | JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora