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Ya daban casi las seis de la tarde, no estaba tan frío como lo otros días, cuando vi a Joel acercándose, mi corazón parecía querer escapar, golpeando mi cuerpo hasta el límite de mi pecho.

Estaban todas las emociones juntas, luchando por quien ganaba protagonismo en mi cabeza, mientras unas preguntas invadían e invadían.

¿Me veré bien?

¿En verdad gusta de mí?

Y muchas preguntas más.

Cuando estaba a tan solo medio metro se paralizo mi corazón.

— Que lindo te ves — Deja un beso en mi mejilla.

— Gracias — Paso uno de mis dedos en donde ha dejado el beso.

Tiemblo cuando toma mi mano y la junta con la suya, miro hacia los lados preocupado de que alguien nos viera.

— Podría haber mil personas ahora mismo e igualmente hubiera agarrado tu mano — Aprieta sutilmente haciéndome sonreír.

Caminamos juntos hasta la orilla del lago, busqué mirando un lugar que pareciera cómodo, me senté estirando mis piernas hacia delante, Joel me imita poniéndose a mi lado izquierdo.

El lago estaba relativamente tranquilo acompañado de la brisa, parecía que sólo nosotros estábamos ahí.

— ¿Sigues avergonzando? — Siento un toque en mi mano.

Giró un poco mi cabeza y veo a Joel jugando con sus dedos.

— Un poco, sí, pero es por razones distintas — Respondí aun mirando mi mano.

— ¿Por qué? — Escuché su risa e inmediatamente di la vuelta.

Y observe su sonrisa marcada perfectamente.

Bastante lindo.

Bastante perfecto.

Viene a mi mente el recuerdo de hace casi doce años, tenía cinco exactamente, a un parque que ya ni siquiera sé dónde queda.

Época en el la que recién estaba comenzando a conocer al mundo.

Mamá me había prometido llevarme a un parque si aprendía el abecedario.

Cumplió su promesa, me llevo a un lugar muy bonito.

En ese lugar había muchas personas, pero una en especial llamó mi atención.

Era muy lindo, rubio platinado y ojos verdes intensos.

Se acerco a mí, con una sonrisa de oreja a oreja mostrando los dientes.

Su nombre era Yákov.

Estábamos en pleno invierno jugando con la nieve, divertido, como no.

Se me ocurrió la ingeniosa idea de usar mis poderes, olvidando que no debía usarlo con personas ajenas a mi familia.

Empecé a hacer figuras de hielo.

Un gato.

Un perro.

Un corazón.

Yákov parecía muy sorprendido y disfrutando por cada figura que hacia.

Cuando estaba por terminar un conejo mamá toma mi brazo y me lleva lejos.

— ¡Mami! — Me quejé con todas mis fuerzas.

— ¿Qué te dije sobre usar tus poderes?

— Pero m-mamá.

Brujo | JoerickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora