C a p í t u l o 1

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Secretos

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Adam daba vueltas desesperadas en su habitación compartida con muchos chicos —como él, —sin familia, su mente aún divagaba aquellos recuerdos de hacía 3 semanas cuando encontró a esa pobre chica en un estado muy doloroso, odiaba rotundamente ver a una chica sufrir. Todo esto para él era una completa tortura, al parecer el mundo estaba en su contra y estaba en un plan de acabarlo totalmente. Para su suerte, la noticia no había salido en los noticieros —pero no tenía idea si había aprecido en los diarios locales —. El único problema es que los chismes no se hicieron esperar. Por todos lados se rumoraba la triste situación de la chica, escuchó que el violador podría no ser alguien de la ciudad.

Si el orfanato se enterara de que él es el principal sospechoso de una violación, podrían llegarle a hacer un exorcismo y en el peor de los casos, podrían hecharlo del lugar del cual ya se había encariñado.

Gabriel, su amigo de tan solo 14 años entró a la habitación y su mirada estaba llena de confusión, su ropa estaba llena de sudor a causa del entrenamiento riguroso de fútbol.

—¿Qué pasa, Adam? —preguntó. —Te ves pálido.

El pulso de Adam subió tanto que pensó que tendría un colapso allí mismo, tragó fuertemente hasta el punto que le dolió la garganta como si hubiera tragado agua en estado de ebullición.

—Nada, nada, solo olvidalo, —su amigo no muy convencido asintió extrañado.

—¿Cómo vas con las prácticas extras? —Adam buscaba la manera más rápida de cambiar el tema.

—Genial, solo espero que el equipo ponga todo su desempeño para poder llegar al campeonato escolar —sonrió —, ¿Y a ti cómo te va? No te he visto en las prácticas desde hace un par de semanas —añadió.

—Me sorprende tu energía como siempre —su mano temblorosa por los nervios acarició la barbilla para poder calmar los nervios —, no he podido ir a los entrenamientos porque he estado practicando duramente para el festival de primavera.

—Adam, aún falta mucho para la primavera —Gabriel enarcó una ceja —pero... ¿hablaste con Rudpeg?

Rudpeg era el entrenador del equipo de fútbol del orfanato, era como un padre para todos.

—Sí, bueno, las monjas lo hicieron por mí —añadió mas calmado —, lo lamento pero tengo que irme —se despidió, tenía que salir lo más pronto posible. El aire empezaba s faltarle a causa de los nervios.

—Descuida hermano, suerte.

—Lo mismo digo.

Se sonrieron mutuamente y luego cada quien pasó a hacer lo suyo. Adam subió a la última planta del orfanato y entró en donde se encontraba el gran piano negro de cola que tocaba desde niño. Lo observó detenidamente y luego se sentó en el pequeño sillón.

Sus manos recorrieron las teclas hasta que sintió la comodidad, y luego empezó a tocar pieza por pieza hasta lograr una lenta melodía, el roce de la piel delicada de su mano con cada tecla que tocaba, era como teletransportarse a otra dimensión y el autor musical principal de la melodía era su corazón.

Todas las canciones que Adam tocaba, tenían aquel sentimiento triste plasmado en cada nota y en cada toque. Era algo que ni el mismo podía explicar. Tan diferente era su forma de tocar, como su cabello que era diferente al de los demás, sus ojos eran super extraños, y las melodias que tocaba siempre salían melancólicas, —desde que tenía memoria —era como si su alma estuviera rota y su corazón hecho añicos.

¿Acaso no me amas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora