C a p í t u l o 8

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Adam:

El dolor era intenso y agonizante, mi cuerpo pedía a gritos que abriera los ojos, pero nada en mí respondía parecía que mi cuerpo estaba sumido bajo un gran peso que me impedía moverme, como si una inmensa roca estuviera sacándome todo el aire para seguir luchando. La oscuridad estaba volviéndome loco. Ser claustrofóbico, no es solo temerle a la oscuridad —aunque no se trata mucho de eso —, lo que la produce es estar en medio de la oscuridad, quedándose sin aire y sin fuerzas para salir —eso si es un verdadero problema —. Dolorosamente y con mucho esfuerzo y a la vez dificultad, abrí mis párpados poco a poco, una luz blanca me cegó por un momento.

Respiré profundamente, mi cuerpo dolía a los mil demonios. Nunca había sentido algo así de semejante a ese agobiante dolor, abrí lentamente mis párpados, y  parpadeé muchas veces hasta que mi vista se acostumbró a la luz, luego escruté el lugar y me sorprendí al encontrarme en un hospital.

Esperen... ¿Un hospital?

Rebusco con la mirada algo que me diga que fue lo que pasó, hago el esfuerzo de moverme, pero lo único que consigo es que el cuerpo me duela más. Esto es una completa tortura.

Trato de recordar algo pero no puedo, mi mente está en blanco. Junto toda mi fuerza y dolorosamente me senté en la camilla.

Busqué mi celular, pero no se encontraba por ningún lado. Suspiré profundo, ese celular lo conseguí con 3 años seguidos de muchos conciertos de caridad, así que los mismos que la realizaban me obsequiaron el celular como muestra de gratitud, mayormente agradecían que yo fuera el último número de los conciertos.

Jamás me arrepentiré de hacer lo que hago, para mí, el piano es como un oso de peluche para un niño, siempre estuve a su lado, allí me desahogaba, era como mi diario personal y mi cuarto de secretos. Las monjas solo estaban allí para obligarme a mejorar las notas musicales, o me exigían  hacer alguna actividad del día que no podía realizar por mi poco espacio de tiempo que se me proporcionaba.

Me aferré al piano como si fuera una droga que sana las heridas que tardan mucho en cicatrizar. Cada vez que uno de mis dedos se hundía en las teclas, los pensamientos del porqué mis padres se alejaron de mí y el hecho de dejarme en este lugar llegaban a mí sin parar.

Las monjas no han querido decirme nada, algo dentro de mí me dice que me ocultan algo, pero no puedo diferenciar o notar que es lo que está mal.

Los pensamientos siempre invaden mi mente cada vez que estoy tocando una nota, y no puedo sacarlos, no hasta que termino de tocar.

¿Me habrán abandonado solo por el simple hecho de ser diferente a los demás?

¿Simplemente no querían tener una carga en sus vidas de adolescentes?

¿Fui el error de arruinar una relación?

¿Se habrían acaso separado por mi culpa y no querían volver a verme?

¿Habré sido el error de una sola noche?

¿Ellos nunca me amaron?

Son tantos pensamientos para alguien que no entiende el verdadero sentido de la vida. A lo largo de toda mi vida, he aprendido de que todos los chicos que corrieron con la suerte de haber sido adoptados, han logrado salir adelante. Todo sufrimiento y mal recuerdo es borrado y luego quedan solo como si hubieran sido una horrible pesadilla.

¿Acaso no me amas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora