C a p í t u l o 5

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Adam:

Ella se separó de mí y sonrió, aún las lágrimas caían por su rostro al igual que el mío. Se notaba a kilómetros que era muy bonita, pero la ropa y el maquillaje gótico que usaba no contrastaba con ella, me pregunto porqué habrá tomado la decisión de vestirse de esa manera.

—Por cierto, soy Lauren —río tristemente —la que causó todo esto.

Su semblante cambió en lapsos de segundos, trataba de sonreír pero al parecer se sentía tan culpable que ya no podía ni sonreír.

—No es tu culpa.

Trato de alentarla, pero niega con la cabeza. Al parecer es algo testaruda y de baja autoestima.

—Si lo es, por mis caprichos mi hermana se encuentra en esta horrible situación, si ese día yo no me hubiera escapado con mi ex, ella ahora sería igual que antes de que todo esto pasara. Ayúdame a traer a la dulce Isabella de vuelta.

—Lo prometo —me ablandé ante la situación —, pero no debes de sentirte tan culpable ante ese hecho, las cosas suceden por alguna razón o propósito. Es un juego del destino que debemos soportar —sonreí para calmarla —, recuerda que todos tomamos más de alguna decisión inmadura sin medir las consecuencias de nuestros actos, aquel día no pasó por tu mente que ella iría a buscarte.

—Sí, pero...

—No — la interrumpí —, nadie sabía, ni tenían idea o planeado que todo esto pasaría solo por una mala decisión —me encogí de hombros —, no te agobies con lo que te hace mal.

—Muchas gracias.

Sonrió y se marchó, ví como se alejaba y se internaba a la oscuridad de la noche, la calle estaba desolada y ningún vehículo pasaba a esas horas de la noche, todos posiblemente ya estaban en sus casas tomando algo caliente para prevenir el frío. Caminé a zancadas para mantenerme en calor, hasta respirar dolía por causa de la pesadez que ejercía el frío sobre el aire. Seguí caminando hasta llegar al parque que estaba a un par de calles, por mi mente pasaron miles de recuerdos de mi infancia, recordaba cómo desde el orfanato veía a mis compañeros jugar y me daban ganas de hacer lo mismo.

Mi ropa se encontraba totalmente empapada, era lo peor que me podía ocurrir en estos instantes, y el frío no era el mejor aliado en estos momentos, mis anteojos estaban completamente pañosos, pero decidí dejarlos así o luego tendría una consecuencia por habérmelos quitado. Mientras recordaba mi visión opacada por el paño de los anteojos se enfocó en la silueta de una persona que se mecía lentamente en los columpios. El vaivén era lento, pero se veía que eso podía tranquilizarlo.

Vestía un atuendo de color celeste y estaba igual de mojado que el mío. Tal vez buscaba alguna manera de secarse o solo trataba de pensar mejor o tomar una decisión.

Me acerqué un poco y aprecie a una muy triste... ¿Isabella? —lo que me confundió un poco —, tenía la mirada perdida justo al frente, una de sus manos estaba en la cadena que sujetaba el columpio y la otra se posaba en su por ahora plano vientre. Me sentí muy mal en esos instantes, no podía pensar en como probablemente se sentía ella bajo esa situación.

Se posicioné tras de ella y empecé a empujarla suavemente por el columpio, su mano que estaba sobre su vientre instintivamente se posó en la cadena y se sujetó fuertemente —fue un auto reflejo de defensa. Giró un poco su cabeza como si tuviera temor de que su pesadilla más grande estuviera a sus espaldas—, pero al reconocerme me sonrió debilmente, ignoré por completo su mirada que se había cambiado a una de súplica para dejar de mecerla. Su cabello estaba todo empapado y sus ojos estaban inyectados en sangre a causa del llanto. La seguí meciendo lentamente, su cuerpo se alivió al cabo de unos momentos y pude notar que su respiración se estaba poniendo normal. El vaho espeso salía por su nariz a causa del frío, dejé de columpiarla y ella se levantó.

¿Acaso no me amas?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora