Prólogo

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Sus hermosos ojos de un verde tan místico como el del bosque de Broceliande, miraban el interior del estanque celestial, las piedras que le circundaban eran de oro y plata, de vez en cuando algún pez translucido asomaba la cabeza y observaba con sus orbes fulgurantes y azules al hermoso ángel agazapado, después volvía a introducirse al estanque para desaparecer entre salpicones de agua que brillaba cual diamante.

El ángel de inefable belleza observaba el interior del estanque, más allá de las estrellas, incluso de los animales, él miraba la vida humana y mientras lo hacía solo podía tener una palabra en mente.

«Desagradable» pensó con cierto asco.

No entendía porque Dios se había encaprichado con esos seres deplorables; eran envidiosos, ambiciosos y codiciosos, frágiles almas que al mínimo contacto con cualquier pecado se fracturaban y hacían cosas aberrantes, como las guerras que tan acostumbrado estaba a ver a través del estanque celestial. Si él fuera Dios, hace mucho que se habría encargado de esos seres; sí, tal vez reiniciaría todo, quizá esta vez solo se quedaría con los animales...

—Yuri —llamo alguien desde detrás del ángel, tocando ligeramente a su hombro para sacarlo del ensimismamiento.

Yuri en respuesta gruño enfurruñado. No le gustaba ser interrumpido, aunque estuviera viendo a los estúpidos humanos.

— ¿Que pasó, Mila? —preguntó mientras se incorporaba.

—El arcángel Gabriel quiere verte.

— ¿A mí? —cuestionó con una ceja enarcada.

—Sí, a ti —confirmó Mila, acentuando la cabeza para dar mayor énfasis al asunto.

— ¿Y por qué a mí? ¿Creí que estaba trabajando bien? Los bosques de la tierra siguen creciendo y me he encargado de hacer que las flores e incluso los matorrales aparezcan en cada estación del año.

—No lo sé, yo solo soy una mensajera —respondió encogiéndose de hombros, después miro el estanque y sus labios dibujaron una cálida sonrisa—. ¿También los vez? Yo suelo verlos desde el estanque de mi recinto. Son seres fascinantes.

El ángel de mirada esmeralda observo a Mila como si lo que acabará de decir fuera la peor de las blasfemias. Con gesto irascible movió la cabeza, negando rotundamente la boba afirmación del otro ángel.

—Puede que veamos a seres completamente diferentes —concluyó Yuri antes de dirigirse a la salida del jardín.

Mila lo observo con la entrecejo fruncida y los mofletes inflados, ¿cómo podía expresarse así de los humanos? Claro, era obvio que Yuri siendo uno de los tantos ángeles que se encargaban de la naturaleza, su empatía por los humanos fuera menor en comparación con la que ella sentía, pero aún y con eso, no le agradaba la acritud de aquel angel rubio. ¡Lo que tenía de lindo lo tenía de arrogante!

«Ah, es verdad. Yo también debo ir» pensó Mila.

Mila era uno de los pocos ángeles realmente apasionados a su trabajo, aunque no muchos lo considerarán realmente un trabajo, enviar mensajes, ¿cuánta ciencia tenía? Al parecer no eran conscientes de que si los mensajeros no existieran los engranes de la maquinaria que hacía girar al reino celestial colapsarían. Aparte tenía otro punto extra, en cada recinto existía un estanque diferente, y a través de ellos Mila podía ver las diferentes formas de vida humana, su inigualable variedad, cultura y la prolijidad con que construían sus ciudades. Para ella los humanos eran fascinantes.

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A Yuri no les gustaba el recinto de los arcángeles, era demasiado blanco y luminoso, tanto así que sentía si se quedaba mucho tiempo ahí podría terminar ciego. Los pilares intrincados entre relieves de mármol que asemejaban a uvas colgando desde la parte superior, caían serpenteando hasta el piso. En el techo que estaba al menos cinco metros por encima del suelo, había varias pinturas de ángeles separadas por arabescos como si fueran cuadros.

Al llegar al centro de aquel inmenso cuarto, Yuri carraspeo para aclarar la voz.

— ¿Me llamó? —preguntó el ángel rubio con gesto indiferente.

—Así es —le respondió una voz cálida que reverbero contra las cuatro paredes de la habitación.

— ¿Para qué?

—Eres uno de los ángeles que mejor trabaja, la tierra continúa girando porque tu labor es inigualable —halago el arcángel Gabriel, a lo que Yuri mostró una sonrisa llena de satisfacción—. Pero —se interrumpió a si mismo—, últimamente tus pensamientos turbios han nublado tu mente, sería una lástima perder a un ángel como tú, Dios me ha autorizado encargarme personalmente del asunto —sentenció y esta vez su voz ya no parecía tan cálida como al inicio.

— ¿Qué? —fue lo único que Yuri alcanzó a formular.

—En tu corazón está comenzando a nacer el odio, tu alma pura puede corromperse. Los ángeles son seres llenos de benevolencia, ¿por qué no puedes sentir eso por los humanos? —cuestiono el arcángel Gabriel, sin embargo, Yuri no pudo responder—. Los ángeles que se corrompen son arrastrados por las llamas del infierno, si esto continua así, tú serás devorado y obligado a servir a Lucifer.

En cuánto Yuri escucho la mención de servir a Lucifer, los vellos de la nuca se le crisparon. Si el infierno era un lugar terrible para los humanos, para los ángeles lo era aún más, ¡y cómo no! Si ahí residían todos sus enemigos naturales.

—No, yo no, ¡yo no quiero ir ahí! —imploro Yuri al momento de ponerse de rodillas.

—Lo sé; Yuri, nadie quiere ir ahí. Personalmente preferiría mantener a todos los ángeles a mi cargo, aquí. Por eso es que te daré una oportunidad.

— ¿De verdad? —preguntó con una sonrisa de oreja a oreja y los ojos cristalinos de sincera gratitud.

—Dejare que te enmiendes con los humanos y cuándo eso pase podrás regresar aquí.

— ¿Regresar? —preguntó Yuri mientras levantaba una ceja.

De pronto un estanque nació bajo las rodillas de Yuri, el agua comenzó a crepitar como si fuera fuego, los peces translucidos que solían nadar dentro del agua celestial se convirtieron en medusas. Antes de que Yuri pudiera salir del estanque, las medusas lo tomaron de piernas y manos con sus fuertes tentáculos.

— ¿¡Q-Qué!? ¡¿qué está pasando!? —bramo Yuri al momento de intentar librarse de los resbalosos tentáculos.

—Es la prueba que debes pasar. Aprenderás a amar a los humanos, amándote a ti mismo. Te convertirás en uno de ellos.

Y con esas palabras finales, las medusas tiraron de Yuri con fuerza, hundiendo hasta el último mechón de cabello. Antes de ser tragado por la vía láctea, Yuri vio por última vez el recinto celestial a través del agua que continuaba agitándose con ímpetu, los cuadros de los ángeles en el techo se comenzaron a disgregar hasta volverse manchas difusas, y finalmente todo fue absorbido por un negro abismal...

—Mila, sé que estás ahí —habló el arcángel Gabriel en un suspiró.

—Lo siento, no quería interrumpir —respondió Mila mientras salía de entre uno de los pilares.

—Es bueno que vieras todo lo que paso, así no tendré que dar más explicaciones... Mila.

—Sí, arcángel Gabriel.

—Tengo una misión muy importante para ti —de pronto la voz que reverberaba contra las paredes, enmudeció—; no, es más bien un favor.

—Estoy dispuesta a ayudarle —respondió Mila con bastante seguridad.

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Y bueno aquí el prólogo, espero que les gustara, hace mucho que no escribo un otayurio y de verdad tenía muchas ganas de iniciar uno, espero que les guste y que me digan que tal les va pareciendo la historia, se supone que será una comedia romántica, pero ya veremos hay algunos temas serios que me gustaría tocar en este fanfic, nos leemos pronto, yo espero actualizar semanalmente, quizá por eso los capítulos serán algo cortos, aunque no tanto como este.

CARITATEM AETERNAM (otayurio) #FBLA19Where stories live. Discover now