Bruma

16 1 2
                                    

Entrar a aquella amplia habitación se sentía irreal, como estar atrapado dentro de un sueño, o una pesadilla, mejor dicho. Arrastro los pies con increíble pesar, sus hombros caídos y las dos rendijas lóbregas que eran sus ojos siendo tragadas por el rojo que le había dejado la irritación después de tallarlos incontables veces, le acompañaron durante todo el tiempo. Levantó la mirada hacía el frente, las flores blancas discurriendo un único camino le dio la bienvenida. Caminó ahora más apesadumbrado, cuando por fin llego al frente, al destino que adornaban las flores blancas, fijo su mirada en un retrato, en la esquina de este fue colocado un moño negro, por detrás del retrato un ataúd de caoba se alzaba con solemnidad en medio de velas y más flores. De nuevo la pulsada lacerante dentro de su cuello y pecho lo lastimó, se incrustaba con mayor vigor, con mayor crueldad, astillando su ya roto ser. No pudo evitar que las lágrimas corrieran por sus mejillas mientras oprimía el faldón del saco negro que se había puesto, quizá el dolor podía menguar a través de ellas.

Después de un rato tomo asiento, muy cerca del ataúd y permaneció así, sin hacer nada, sin hablar con nadie, mirando sin ver y escuchando sin oír, su alrededor se fundía dentro de una masa pringosa...

—Otabek —llamó alguien al momento de tocar el hombro del joven sentado muy cerca del ataúd.

La respuesta fue lacónica, un simple —No quiero hablar—, mientras movía la cabeza de un lado a otro. Parecía absorto dentro de su propio mundo.

—Pero debemos hablar —insistió.

Esta vez Otabek levanto la mirada. La enorme sombra de su hermano se tragó la luz de la habitación, cubriendo a Otabek que apenas era un ovillo pequeño dentro de la silla. Dio un fuerte suspiro y se encogió de hombros. Aunque hubiera preferido no hablar con su hermano mayor en ese momento, tampoco quería armar un alboroto en el velorio de su abuelo. Al final Otabek acepto hablar con Serik.

Se dirigieron al jardín y antes de decir algo, el hermano mayor de Otabek introdujo una mano dentro de su abrigo negro y sacó un cigarro junto con un encendedor, después de prenderlo inhalo y exhalo el humo gris a través de los labios. Para Otabek su hermano mayor siempre fue la figura de autoridad, quién se encargaba de ayudar a su padre con el negocio familiar y enaltecer el apellido Altin. Serik, de reputación intachable y aura de aspereza cortante.

—Madre está mal, la pérdida del abuelo fue un impacto muy grande para ella —comentó Serik sin voltear a ver a su hermano menor—. Otabek, tienes que cambiar tu forma de ser.

— ¿Qué? —preguntó enarcando una ceja.

-En estos momentos, nuestros padres están atravesando momentos difíciles, no amplifiques el dolor. Bien sabes a lo que me refiero; Otabek.

Le miro con un par de ojos negros e insondables, la mirada de Serik era como el cielo en medio de una tormenta, impetuoso, arremolinando nubes y centelleando relámpagos, un cielo difícil de descifrar, que de vez en cuando se acentuaba y permitía ver aquellas nubes caóticas en paz, cosa que Otabek no veía desde hace mucho tiempo, desde que se aceptó tal y como era.

» La vida de Otabek empezó igual que la de cualquier otro niño, con padres amorosos, y demás familiares entusiasmados por el nuevo integrante, nunca tuvo ningún problema; claro, siempre fue un niño de carácter taciturno y por eso es que le costaba tanto trabajo hacer amigos, sin embargo, aquello no era nada de qué preocuparse. Fue entonces que sucedió, justo después de salir del jardín de niños e iniciar una nueva etapa en su vida, Otabek se dio cuenta de que algo en él era diferente, no entendía porque los niños de pronto se emocionaban con una compañera que ellos consideraban era la más linda de toda la escuela. Bueno, bonita si era; pero, ¿hacer tanto alboroto por eso? A Otabek particularmente le agradaba más uno de sus amigos, quizá no tenía ojos azules ni tampoco cabello rizado y pelirrojo, pero a Otabek le parecía, tenía más cualidades atractivas que las de la niña pelirroja, aunque eso nunca lo dijo, de alguna forma su pequeña mente había llegado a la conclusión de que aquello no era normal y tampoco estaba bien, en los libros hay mamá y papá, en la televisión las chicas y los chicos son los que se atraen, en teoría a los niños deberían gustarle las niñas, las niñas bonitas como su compañera pelirroja, porque esa es la normativa del mundo, al menos del mundo que le rodeaba. Otabek fingió por mucho tiempo un interés que no sentía, siguiendo la corriente a todo lo que le decían sus amigos. Cuando entro a la secundaria fue aún peor, ahora las chicas eran más atrevidas, los chicos también, y él debía entrar al círculo y rodar junto con ellos pendiente abajo, continuar con la mentira que se esforzó por tantos años en mantener, su primer beso y primer noviazgo fue con una chica llamada Carmilla, varios de sus amigos lo habían empujado a confesarse después de que Otabek de forma descuidada dijera que le parecía lindo su cabello rubio cenizo. Por supuesto la relación no duró mucho tiempo, ¡cómo duraría si Otabek constantemente trataba de evitar a Carmilla! La chica terminó desacreditando a Otabek, haciéndolo ver como el malo del cuento, un chico poco sensible que lastimo sin piedad alguna sus sentimientos. En realidad, Otabek solo había tratado de ignorarla, nunca hizo nada más, incluso llego a sospechar que Carmilla estuvo esparciendo ciertos rumores falsos, como que la engaño con una mujer muchísimo mayor o que estaba metido en alguna pandilla y por eso vestía siempre con botas de cuero y chamarras a juego. Los amigos que Otabek se había empecinado en mantener se alejaron de a poco después de eso, al principio fue difícil, pero una vez que se acostumbró a la comodidad de la soledad, pudo sobrellevar el hecho de que ahora nadie quería hablarle.

CARITATEM AETERNAM (otayurio) #FBLA19Where stories live. Discover now