Cita de San Valentin.

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Todo empezó con una carta

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Todo empezó con una carta.

Una tímida y anónima carta de San Valentin.

La dejó en el casillero de su amor no correspondido un trece de febrero; y huyó pasillo abajo escuchando la campana, que indicaba el final del día, resonar por toda la escuela.

La idea la venía planeando meses, y por fin pudo juntar el valor para confesar su amor a aquel chico que lo volvía loco hace tiempo.

Llegó, respirando agitadamente, hacia donde había dejado su bicicleta.

Pedaleó hasta su casa, dejando atrás aquella carta, esperando que la respuesta sea positiva.

No pudo dormir esa noche, miraba su teléfono móvil cada cinco minutos. Dio vueltas y vueltas entre sus sábanas blancas más espabilado que nunca.

En su mente seguía rememorando las palabras que escribió en la carta con su propia pluma el día anterior.

"¿Quieres ser mi cita de San Valentin?

Si la respuesta es un sí, llámame."

Y adjuntó su número de teléfono.

Claro que todo anónimo, tenía la esperanza de que al menos lo llamaría para preguntarle quién era.

Se durmió tarde aquella noche, cuando sus ojos no aguantaron más y su corazón se cansó de esperar el mensaje.

Soñó con su enamorado, el típico sueño que tenía todas las noches: no apto para menores de dieciocho.

El sonido de su teléfono es lo que lo despertó al otro día. Saltó de la cama como si esta tuviera un resorte, y eso que faltaba una hora para que suene el despertador de las siete.

Aún con la mirada borrosa por el sueño, desbloqueó el móvil y se encontró con un mensaje de un número sin agendar.

"No sé quién eres, pero aceptaré por curiosidad."

La sonrisa que se le formó era descomunal, al igual que la felicidad en su pecho. ¡Qué diablos! En todas sus malditas células.

Se fue a duchar con ánimos renovados. En todo el trayecto no se le borró aquella mueca de felicidad, daba saltitos mientras en su oído sonaba su canción  favorita.

Parecía que iba a ser un día perfecto y nada podría arruinarlo.

Llegó veinte minutos temprano y tuvo que esperar a que el conserje le abriera la puerta.

—¡Cuánto entusiasmo por aprender! En mis épocas... —siguió hablando el señor, pero nuestro protagonista ya no lo estaba escuchando.

Entró al aula, prendió las luces y se sentó en su pupitre.

Era un catorce de febrero y él no podía esperar a que termine el día para tener por fin su cita tan esperada.

Abrió aquel chat, escribió y mandó la información que el otro chico iba a necesitar.

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⏰ Última actualización: Feb 14, 2019 ⏰

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