Mis días siempre tienen un toque de peculiaridad y están llenos de mucho humor, pero desde que tengo memoria no había tenido una experiencia tan extraña y a la vez tan satisfactoria como hasta hoy.
Antes siquiera que llegara a visitarme mi amigo el gato Alfred como todas las mañanas, me desperté muy ofuscado, sudando mucho y con mucha sed, salí de la cama rápidamente y fui a la cocina por algo de agua, tenía la boca tan seca que me tomé media botella de un solo golpe, estaba apenas en bóxer y me devolví al cuarto, ya más calmado me vestí para salir, le di un beso a mi novia dejándola en la cama, ella estaba fría, aún no había visto a Alfred, se me hizo raro que no hubiera llegado puntual, de todas maneras le dejé comida y salí a trotar.
Mientras trotaba miré a un anciano sentado en una banca leyendo un libro, un par de chicas haciendo yoga, y uno que otro niño corriendo y volando cometas, seguí trotando y llegué al centro del parque, troté unos cuantos metros más y me detuve a hidratarme, las chicas del yoga me parecían tan sexys, incluso una llegó a giñarme el ojo, me sentía con mucha suerte ese día, me senté a la sombra de un árbol y acaricié a un perro que parecía perdido, hasta que llegó su dueña, una rubia muy hermosa, al parecer tenía varios minutos buscando a su mascota.
Charlé con ella un rato y nos reímos de cualquier cosa, luego miré hacia arriba y fue ahí cuando la vi, una nube roja y oscura cubriéndolo todo, todo el mundo comenzó a correr, la rubia desapareció y yo solo me quedé petrificado mirando al cielo, viendo como el rojo se convertía en negro y cómo por una extraña razón todos me miraban fijamente a mí.
El anciano se convirtió en enfermero y las que hacían yoga traían agujas y me decían que todo iba a estar bien con grandes sonrisas y ojos saltones, quise correr pero no podía, me levanté pero mis piernas comenzaron a fallar y caí de rodillas, ya no tenía mi ropa de deporte si no una bata de paciente y vi como el cielo se convirtió en el techo de un pasillo oscuro con paredes blancas pero desgastadas, sentí las agujas entrar en mi cuerpo y llenar mis venas de ácido, quemando por dentro de mi piel, regándose por todos lados, estaba debilitado, pero tenía la fuerza para arrastrarme, fue cuando vi de nuevo a Alfred, mi fiel compañero el gato, se veía malhumorado, pero estaba de vuelta, y me sentí feliz por verlo, Alfred es mi todo, mi todo.
Ahora no sé por qué estoy sentado en esta silla, atado, hablando con usted señor extraño, respondiendo todas sus tontas preguntas y lo único que me ronda mi cabeza una y otra y otra vez sin parar es ¿le gustan los gatos?
Porque si no le gusta tendré que cortar su cuello jajaja a Alfred le gusta que haga eso, se pone feliz cuando ve sangre en mis manos, pero no acepta que sea mi sangre, ya lo intenté, intenté darle mi sangre pero no le gusta, por eso le doy la de los demás, a él no le importa que tan roja sea, Alfred me entiende, mi novia no me entendía y a Alfred no le gustaba, por eso tuve que ponerla a dormir, solo le acomodé una almohada y se durmió, pero cuando se quedaba dormida me lastimó mi ojo derecho, por eso uso este parche, me hace ver como pirata, a Alfred le dan miedo los piratas, por eso cuando se distrae lo asusto por la espalda.
¿usted me entiende doctor?
Dicen que estoy loco, pero yo solo quiero trotar en el parque y alimentar a Alfred, porque si Alfred se pone feliz yo me pongo feliz, usted le gusta a Alfred, por eso no lo mataré, él no quiere que lo mate, pero no me ha dicho que no lo lastime, estas correas me aprietan ¿me las suelta? ja ja ja ja
¿Doctor le gustan los gatos?
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MÁSCARAS
Mystery / ThrillerTres pacientes muy peculiares son tratados por el doctor Patrick Cruz Valverde en el Hospital Psiquiátrico Joseph Thomas Riviera Hills. Tres cabezas, tres deformados y maquiavélicos mundos. ¿Tendrás lo que se necesita para adentrarse en la mente de...