EXPEDIENTE 10_J97 (6)

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Hola doc., otra vez aquí, creo que soy su paciente favorito, y si no lo soy quiero que sepa que usted es mi doctor favorito, por eso siempre lo defiendo de Alfred, él lo quiere matar, quiere ver sus intestinos regados en todo este cuarto, y sacar su corazón palpitante de su pecho, pero yo me opongo, usted no merece la muerte como el antiguo doctor, aquel nos caía mal a los dos.

¿Doc. usted conoce el mar? ¿le gusta el sonido apacible de las olas y la brisa? ¿las chicas en bikini? yo amo la playa, pero a Alfred le da miedo la arena, entonces se encogió y se volvió del tamaño de un gato bebé para posarse en mi hombro, nos fuimos al muelle y robé un yate, secuestrando a toda la tripulación, me disfracé de capitán, luego me ofrecí para llevar a bucear a una turista adinerada, de esas chicas fresas que critican todo, ella era en verdad irritante, hablaba hasta por los codos, Alfred solo daba vueltas a su al rededor y haciéndome gestos de desagrado.

No sé nada sobre navegación marina, solo probé ir en reversa y acelerar, luego mover el timón y mantener dirección lo más alejado de la costa que pude, cuando ya estábamos lo suficientemente lejos detuve el pequeño yate y le pasé un traje de bucear que encontré en unos cajones, mientras se lo ponía la ataqué por la espalda y le rompí el cuello, le quité el traje de buceo y tendí el cadáver en el suelo, era un yate pequeño pero costoso, seguro de algún riquillo también, tenía un par de katanas en una vitrina, rompí el vidrio y eran reales, miré a Alfred a los ojos brillantes y nos reímos, volví con el cadáver y comencé a cortarla muchas veces, la carne parecía mantequilla ante esas hermosuras, cuando corté la parte de los senos salieron los implantes, esa chica era más plástica que humana ja ja ja, separé la carne de los huesos y lanzaba los pedazos de carne ensangrentada al agua, Alfred bailaba en la sangre del suelo y se comenzó a marear por el movimiento del yate, vomitó por media hora, mientras yo alimentaba a los tiburones que habían llegado a darse un festín con la carne de la rubia, les lancé las vísceras y luego cuando no quedaba más les lancé el esqueleto, los tiburones no dejaron nada y me fui de regreso al muelle, había olvidado que tenía a la tripulación encerrada y decidí no llegar al muelle, tomé un galón de combustible que tenían de reserva y lo arrojé por todos lados, saqué un bote inflable y un par de bengalas del mismo cajón de donde había sacado el traje de buceo, cuando ya estaba lo suficientemente lejos le arrojé las dos bengalas, las llamas se propagaron rápidamente y Alfred y yo solo nos reíamos escuchando los gritos de la tripulación encerrada mientras nos alejábamos hacia alguna parte de la playa.

Esa fue nuestra aventura en la playa y ya sabe que a algunos gatos no les gusta la arena, pero aman la sangre ja ja ja, Alfred es lindo pequeñito, pero es un gato verdaderamente aterrador cuando se vuelve más grande que cualquiera y eso es lo que amo de mi gato.

¿A usted le gustan los gatos, doc.?

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