Sus pasos eran cada vez más decididos y veloces, buscando huir de la voz de su madre que se hacía más molesta con cada palabra. La frustración creció tanto en Jane, que por un momento se detuvo para gritarle que parara, o al menos esa fue su intención al principio, pero solamente cerró los ojos y tensó la mandíbula, dejando salir en ese acto, toda la tensión acumulada de los últimos días.
— Por favor, Janie. Es tu mejor amiga... — Habló la mujer, el tono de súplica en su voz le hizo saber a su hija que realmente estaba preocupada por Maura, así que Jane siguió su camino, a sabiendas que, de permanecer ahí, terminaría cediendo y estaba harta de ceder.
Ángela rodeó su brazo con demasiada presión, logrando que su hija soltara un pequeño gemido y se detuviera.
— ¡Te he dicho que no! Si tiene problemas, que los arregle sola. — Jane quiso gritarlo, pero estaba consciente de las personas a su alrededor y sus palabras salieron como un grito ahogado, siendo audibles solo para ellas.
— ¡Estás siendo muy egoísta! — La mujer entreabrió los labios para protestar, pero su madre no la dejó — No importa lo que haya pasado entre ustedes, ella te necesita.
La detective suspiró con derrota, sabía que su madre no la dejaría en paz con ese tema hasta tener seguro que Jane hablaría con la rubia, así que no tuvo más opción que ceder — Está bien, hablaré con ella.
Ángela casi saltó de alegría al escuchar las palabras de su hija y se marchó, dejándola sola en medio de la entrada al departamento de homicidios. La mujer se debatió mentalmente, podía ir a su escritorio y dejar pasar la promesa que le había hecho a su madre o podía ir hacia el elevador a su derecha y bajar a la morgue.
Se decidió por lo segundo, pues aunque no quisiera admitirlo, aún se preocupaba por Maura. Su dedo presionó el botón del elevador en un movimiento dudoso, cuando las puertas se abrieron entró en él y esperó a que éste llegara a la planta baja.
Con las manos temblorosas y el corazón latiendo deprisa, Jane empujó la puerta de cristal que impedía su paso hacia la sala de autopsias. El aire a su alrededor parecía agotarse con la sola presencia de Maura cerca de ella.
Mierda.
La detective se preguntó si la forense se había percatado de su presencia, pues en ningún momento miró para saber quién había entrado. Contrario a la rubia, la chica junto a ella, Susie, miró a Jane y sonrió.
— Buen día, detective Rizzoli — Saludó la criminalista, su dedo índice terminó en el puente de sus gafas y las acomodó con inseguridad. Había estado tan ocupada mirando y saludando a Jane que la cámara de vídeo que llevaba en las manos resbaló y cayó sobre la mesa de metal, resonando en toda la habitación. Rápidamente la chica se disculpó y le dedicó una mirada apenada a la forense.
Las cejas de Maura se juntaron y entrecerro los ojos con fastidio al notar la presencia de Jane. La detective estuvo por irse en cuanto notó la actitud de Maura pero ignoró esa voz interna que le pedía a gritos irse. — Hey, Susie. ¿Te molestaría dejarnos solas un momento? — Maura maldijo por lo bajo que Jane llegara a perturbar la tranquilidad de la morgue pero no le importó a la morena, pues quería saber que Maura estaría bien.
La posé tan rígida y decidida de Jane intimidó a Susie, quien se obligó a caminar hacia la puerta, sin embargo, fue detenida por la dura voz de Maura.
— Susie me está ayudando — Jane puso los ojos en blanco al notar que la necropsia estaba por terminar y solamente se necesitaba la presencia de la forense.
— Solo estaba esperando éstas muestras para enviar a genética — La criminóloga caminó hacia la mesa de autopsias y sujetó insegura tres frascos con algo en ellos y nombrados con un marcador negro. Se encogió de hombros y obtuvo la mirada de Maura llena de súplica — Si ha terminado, me marcho.
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Lo dulce de sus labios ||Rizzoli & Isles||
FanfictionMaura perdió a Jack. Jane perdió a Casey. Ese no era el problema. El verdadero problema radicaba en ellas y su imposibilidad de reconocer el amor que se tenían.