Era otra noche oscura. En la capital del Oeste, en el castillo principal, en una de sus puertas que daban hacia uno de los pasillos interiores, cuya forma se asemejaba al gaznate de una serpiente, varios caballos se hallaban formados y montados por sus jinetes. Estaban listos para cabalgar hacia el puente que cruzaba hasta la muralla que rodeaba la ciudad.
— ¡Preparados, Jinetes del Oeste!—dijo Maria, de la importantísima familia del Dragón Negro. Era una mujer blanca, de buen cuerpo, un tanto más alta que la media y tenía los cabellos castaños, aunque a veces pudieran parecer rojizos.
Como una presa ruidosa en mitad del bosque, las palabras gritadas atrajeron a una figura cuyo largo abrigo negro ondeaba gracias a la inmensa corriente que soplaba por aquel pasillo; al hombro llevaba una pequeña criatura de ojos escarlata. Ambos emergieron de entre las tinieblas.
— ¿De cacería a estas horas, milady?—preguntó Malbél, a quien los años comenzaban a hacer estragos. Algo fácilmente reconocible por las canas que asomaban la mirada entre la larga melena azabache del hombre.
— Oscuridad. Frío. Bruma. Esta noche reúne todos los elementos para un ataque del Espectro—respondió Maria con rudeza, intentando ocultar el tono de desdén. Mantuvo la mirada fija en el horizonte nocturno.
— ¿El Espectro?, ¿el que dicen es jinete de capa neblinosa, y sin embargo tan densa y tenebrosa como el lodo?, ¿aquél que encapuchado cabalga sobre corcel de muerte cortando las cabezas de campesinos?
— No solo de campesinos. Como senescal, deberíais estar al corriente de los asuntos de la corte. Si no paramos los pies al bandido, el caos y el hambre reinarán.
— ¿Os consideráis vos capaz de tal hazaña, milady?—Malbél mantuvo la voz indiferente.
— ¿Quién si no podría hacerlo? Soy la Dragón Negro del Oeste, mi espada, Negara, me concede no solo la autoridad, sino el derecho de proteger estas tierras. Nada existe que pueda atemorizar mi corazón o derrocarme el ánimo.
Malbél sintió el agudo dolor de una punzada cuando escuchó el nombre de la espada, pues lo compartía con el de su antigua esposa.
— Pero, milady, dicen que no es humano, sino espíritu. Por ello llamanle Espectro. Aunque cierto es que vuestra destreza no tiene rival, y nadie duda de vuestro corazón, dejadme decir que tal vez no estéis a la altura del enemigo que os aguarde esta noche.
— Tonterías, Urvocer—espetó Maria con tal rigidez y desprecio que, si no fuere por el honor, habría escupido ante tal afirmación, que ella consideraba blasfemia—. Os daré un consejo, si en verdad deseáis servir al Oeste, expulsad de vuestra mente pensamientos como ese—por un momento, la mujer dirigió su firme mirada hacia el indiferente Malbél—. Y, como último, dejad libre a ese cuervo; su mirada me provoca inquietud. ¡Por el Oeste!—y cabalgó seguida por su guarnición personal de jinetes.
Malbél contempló aquello. Siguió la carga de los caballos y escuchó sus herraduras golpear la piedra del puente. Después, cuando ya habían cruzado las murallas, se dio la vuelta. Su abrigó sonó al rozar con el viento.
— Vamos, tenemos labores que atender—dijo a su cuervo, que abrió los otros tres ojos escarlata que, ocultos, le recorrían el cráneo, y respondió a su señor con un graznido—. Muchas cosas que hacer.
Al regreso de Maria, se dio a conocer el gran fracaso que ésta había sufrido, perdiendo a todos sus jinetes y quedando ella hundida en su propio aposento. También se extendió otra noticia, y es que las Tribus Salvajes del Reino Medio habían conseguido aliarse y conquistar la mayor parte del territorio, relegando a las Familias De Gules y haciéndolas ocultarse en sus capitales.
El Dragón Blanco del Este arribó al Oeste con intención de ayudar a su vieja amiga. Sin embargo, no lograron detener las andanzas del Espectro. María entonces cayó en profunda melancolía, y Rodrigo, el Dragón Blanco, tuvo que marchar en obligaciones de su propio reino. El pueblo enfureció con su rey, y Malbél aprovecharía aquello para ofrecerse en candidatura.
Así, se convirtió en el soberano, apoyado por los salvajes del Reino Medio, el propio Oeste, y un Imperio nuevo surgido más allá de una sierra conocida como Los Dientes. Ahora, Malbél serviría al Oeste.
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Malbél
Short StoryLas palabras son en extremo peligrosas, y poderosas en consecuencia. Malbél es consciente de ello y las ha usado a lo largo de su vida para recorrer un duro camino hasta la cima social que, en su humilde opinión, tanto le corresponde. Sin embargo, e...