Epílogo

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Unos ruidos despertaron a Gail, tal como el día en el que su vecino desempacaba las cajas de mudanza. La joven intentó volver a dormir pero fue en vano, así que acomodó la tira de su vestido de seda color vino y se acercó a la puerta para ver quien era el causante de aquellos sonidos.

Vio a través del visor de la puerta como un muchacho de tez blanca y cabellos castaños, que una vez vio esperando fuera del apartamento de Brian May, salía con unas maletas de color negro. Tras él, Brian salió pero al parecer olvidó algo y le ordenó que esperara en el auto.
El astrofísico se asomó hacia la ventana que se ubicaba en el pasadizo, para percatarse si su hijo había entrado al carro, tal como le ordenó. Al ver que Jimmy guardaba las maletas, miró la puerta blanca del apartamento de Gail y decidió avanzar.

La muchacha veía como Brian se acercaba a la puerta y entró en pánico. El timbre sonó una vez y ella no sabía con que cara lo iba a ver, pues pasaron dos días y ninguno de los dos se habían hablado. El timbre volvió a sonar y la tensión era mayor, acomodó sus cabellos y de manera tímida abrió la puerta.

—Hola —dijo él al verla. Sin duda alguna aún lucía hermosa para él.

—Hola —su mirada iba hacia sus ojos color avellana, pero luego intentaba mirar a otro lado, ya que no podía soportar verlo por tanto tiempo luego del daño que le hizo—. Los ruidos de tus maletas me despertaron —ella sentía que era la causante de su ida.

—Perdón por eso —la seguía viendo.

—No tienes que disculparte, tú no haces nada mal —la culpa seguía en ella.

—Seré sincero —su tono era uno serio—. Me voy de vacaciones con mis hijos —acomodó su camisa roja—, así que quería despedirme de ti y decirte que no tienes que mortificarte —sintió pena verla llorar frente a él, pero tenía que ser fuerte—. No llores por favor.

—Soy yo la que tendría que insistirte para que aceptaras mis disculpas —sus coraje era notorio—. Soy yo la que tenía que ir a hablarte primero —agachó la mirada—. Pero soy una cobarde.

—Gail —dijo al acercarse a ella—. Mírame —su tono de voz era uno más bajo, sujetó la barbilla de la joven y la alzó levemente—, mírame —volvió a decir y ella lo hizo—. Tienes veinticuatro años, recién estas empezando en este mundo y créeme que muchas cosas van a pasar por tu vida —sus manos pasaron por sus cabellos negros—. Eres alguien joven, indecisa, inmadura que ha cometido errores. Tienes mucho que aprender y corregir —intentó sonreir—. Y quiero que te grabes eso en la cabeza, ¿sabes por qué te lo digo? —la miró y apartó su mano de ella— Porque te amo, con tus defectos y con tus virtudes. Te amo a pesar que quieras a otra persona —lagrimeó un poco—. Te amo porque me diste una oportunidad y te amo porque me diste una experiencia agridulce que no voy a olvidar —pausó y se limpió el rostro—. No se si lo que sentías era solo una confusión o como lo dijiste ese día: atracción. Pero gracias por quererme.

—Aún te quiero —lo miró. Fue lo único que pudo decir ante tan repentina declaración.

—No —la interrumpió—. Tú no sabes lo que se siente querer a alguien de la manera en la que lo hago contigo. Así que espero que algún día, ya sea con Gwilym o con otra persona, encuentres ese amor tan hermoso, que yo encontré contigo.

—Brian —la voz de ella se quebraba—, a pesar de todo, si te quiero —fue sincera—. Tienes razón, no como tú lo haces, pero el cariño sigue aquí —colocó la palma de su mano contra su pecho. Las lágrimas caían y el dolor era grande—. Lo siento mucho —dijo finalmente antes de ir a abrazarlo.

Él la abrazó de vuelta y acarició su cabeza. Gail lloraba, se lamentaba y lo sostenía fuerte, no quería que se vaya por su culpa.

—Te perdono —le susurró al oído y trató de apartarla gentilmente.

Gail posó ambas manos sobre las mejillas de Brian y le dio un beso en la frente.

—¿Te volveré a ver? —preguntó al apartar sus manos de él.

—No —respondió—. Es lo mejor, para ambos.

Las lágrimas seguían cayendo del rostro de Gail y vio como Brian regresaba a su apartamento, se demoró unos segundos y al volver a salir, terminó de cerrar la puerta con seguro. La joven notó que escondía algo tras su espalda.

Brian se acercó a ella y mirándola como si fuera lo más hermoso, le dijo:

—No es un libro, pero a diferencia de eso, combina con lo que traes.

Gail vio la rosa roja que él le estaba ofreciendo, la sostuvo y la olió como en aquella noche cuando salieron. Los ojos cafés de ella volvieron a encontrarse con los de él y le sonrió con ambos labios sellados.

—Gracias.

—Quiero que sepas una cosa —pronunció y ella asintió—. Me alegra que lo hayas elegido —sonrió débilmente—, es un gran muchacho —se refirió a Gwilym— y te ama mucho. Así que prométeme una cosa.

—Lo que sea.

—No lo hagas sufrir.

Aquello fue un balde de agua fría para ella.

—Lo prometo —dijo en voz baja.

—También prométeme que dejarás el alcohol, te concentrarás en tus estudios y tomarás las decisiones correctas ante tus actos —él quería lo mejor para ella.

—Lo haré —respondió sin dejar de verlo—, te lo prometo.

Brian le sonrió dulcemente, acarició su rostro y sin decir nada más, sostuvo el estuche de su guitarra que se encontraba al lado de la puerta y se fue del edificio.

Gail con la rosa entre sus manos, se alegró porque las cosas pudieron llegar solucionarse, aunque el resultado no haya sido tan agradable. Pero por el otro lado, pensó en lo que Brian le había dicho: tenía que pensar antes de actuar. Y tenía razón, ella ya no quería volver a dañar a nadie.

Llevó la rosa hacia el balcón y la cambió por la que estaba marchita. Vio como el carro negro, con Brian en el, se alejaba de las calles de Birmingham y fue consciente que jamás lo iba a volver a ver.
Regresó a su dormitorio y su mirada se fue al velador que tenía al lado de su cama, observó una foto que había guardado a escondidas, en donde Brian y ella aparecían en la reunión a la que asistieron. Sin duda alguna lo iba a extrañar.

Dejó la foto de lado para prender su celular, abrió WhatsApp y ubicó a Gwilym Lee, abrió el chat y le envió un mensaje, dando inicio a una nueva historia.

Tal vez con el pasar de los años, Gail se dará cuenta que tuvo al amor de su vida viviendo frente a ella, pero su inmadurez impidió que lo valorara.

A Love so Beautiful.

A Love so Beautiful «Brian May»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora