Eras la primera.

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En el despacho de Jaime el silencio era pesado. Lo único que escuchaba era un hilo de voz de la televisión que él tenía; pues el canal de los informativos era el que estábamos viendo. Seguían dando la noticia del avión; yo me había negado a que todavía dijeran lo de Jessica. No podía asimilarlo, y aunque sabía que tenía que hacerse oficial tarde o temprano; no estaba preparada.

Además, antes de lanzar la noticia, sabía que tenía que llamar a Paco. Tenía todo el derecho del mundo a saberlo antes que nadie, y si se tenía que enterar por alguien, era por mí. Sabía que el hecho de que Jessica tuviera el teléfono apagado no era un problema; pues él había aprendido que cuando ella pudiera, le llamaba. Así que él ni lo habría intentado.

Era de noche, creo que era cerca de la una de la mañana. No quería mirar el reloj porque implicaba retroceder exactamente veinticuatro horas; quizás pensando la manera en la que me besó, o quizás en cómo me quitó la ropa... O quizás, únicamente, en su compañía.

Entonces me pregunté, intentando no pensar lo que había pasado la noche anterior y lo que estaba pasando en esa; si de verdad no noté algo diferente, si ella me dijo algo que me hiciera ver que estaba en peligro... Pero es que no fue así.

- ¿Es cierto lo que le has contado a Samuel?

Jaime me estaba haciendo compañía, en silencio, pero estaba ahí.

Una vez que me había recuperado del bajón en el baño; había vuelto a su despacho, agradeciendo que Samuel ya no estuviera ahí. Era obvio que a él no podían quitarle, era el jefe de inspectores y uno de los suyos había muerto; yo lo sabía, por eso Jaime comprendió que había sido el calentón del momento. Había pedido la cena y aunque le había prometido comer algo, no pude; seguía teniendo el estómago completamente cerrado.

En ese momento estaba a mi lado, con la caja de los tallarines del chino en una mano, mientras que en la otra apoyaba su cabeza. Mirándome fijamente, pero con pena; yo sabía que por dentro él estaba casi tan jodido como yo.

- ¿El qué de todo?

- Que ella no estaba bien... - asentí haciéndole ver que no había mentido - ¿Qué te dijo?

- No mucho – susurré – Se lo noté en la cara. Estaba cansada y el hecho de que hubiese volado solo para cuatro horas, no era muy buen presagio. Le pregunté y le dije que podía contarme lo que quisiera; pero solo dijo que no quería malgastar las horas en eso y que ya tenía un psicólogo para eso – dejé caer mi cabeza en el respaldo del sofá - ¿Hay algo en lo que estuviera metida y yo no sabía?

- Lo sabías todo – respondió – Jessica no me dejaba hacer nada sin que tú lo supieras. Pero los casos así son jodidos, la verdad. Y por mucho que ella haga de todo, siempre se nos olvida que es una persona que necesita... Respirar.

- Y por eso vino anoche... Tuve la sensación de que lo único que necesitaba era que alguien le dedicara dos minutos de cariño...

- Alguien no, Sam; tú.

- Bueno, sí.

- Me acuerdo la primera vez que os conocisteis, cuando ya os habíais acostado; me dijo que la perdonara pero no podía quedarse solo en sexo – tragué saliva al escucharle – Eras la primera que le hablaste de tú a tú, sin importarte quién era. Eso fue lo que me dijo. Jessica no necesitaba a alguien anoche, te necesitaba a ti; por eso vino saltándose todas las normas de la policía – comencé a llorar otra vez – Nunca la había visto con nadie como estaba contigo.

- Tu nostalgia no me ayuda en nada ahora mismo...

- Lo siento.

- No – respondí limpiándome las lágrimas – No lo sientas – tragué saliva intentando reducir el nudo que tenía en mi garganta – Era como una niña, ¿sabes? Al principio me sorprendía mucho, luego acabé acostumbrándome y hasta asumiendo mi rol.

Miradas de amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora