Parte IX

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Robert se arrodilló frente a mí luego de sentarme en la cama, quitó delicadamente las zapatillas de taco bajo mientras acariciaba mis tobillos. Tenía un carácter mucho más sumiso del que tenían la mayoría de hombres a los que había conocido, y permanecía, casi siempre, en silencio, simplemente observando, aquellas características eran las que lo habían convertido en un excelente investigador; sus manos ascendieron lentamente por mis piernas para posarse a ambos lados de mis caderas, manteniendo la distancia, al casa estaba vacía y una nota sobre la mesa del comedor había anunciado que su madre estaba en la misa, me observó largamente, como si pidiera permiso, por lo que acorté distancia besándolo, sus manos se adosaron de inmediato a mi cuello levantándome de la cama para cargarme a horcajadas mientras caminaba hasta la cabecera del lecho, donde se recostó para dejarme en la misma posición, sus besos recorrían mi cuello, hombros y pecho, y sus manos sostenían firmemente mi cintura, metí las manos bajo la camiseta quitándosela para encontrarme con el torso esculpido y con cientos de dibujos entintados que parecían contar una historia que ahora no estaba dispuesta a escuchar, me abracé a él cuando comenzó a desabrochar los pequeños botones que cerraban la espalda de mi vestido con una paciencia eterna y una sonrisa juguetona.
– Es jodidamente interminable – Susurró en el lóbulo de mi oreja mientras yo me desataba el cabello, deslicé las manos a su cinturón desatándolo, la erección de su miembro golpeteaba mi pantaleta blanca humedeciendo la tela de encaje, estiré ambos brazos al cielo cuando me quitó el vestido, sus ojos me observaron por largos momentos acercándose a meter mis pechos en su boca por sobre el bralette de tela transparente dio un pequeño mordisco, gemí, la sensación había erizado cada parte de mi cuerpo y él lo notó, por lo que restregó las palmas de sus manos contra mi piel sonriendo, eso era algo jamás sucedido, continuó largamente jugueteando entre mis pechos, deslizando sus manos por el camino de mi espalda y manoseando mis gluteos, el deseo en mí se volvió algo desesperado, lo necesitaba, mi sexo ardía en llamas rojas y azules, me había rendido y era incapaz de pensar en algo mientras me recostaba en la cama besando mi vientre, lo vi alejarse para sacar de la maleta una caja con lo que supe eran preservativos, se desnudó delante de mí colocándose el profiláctico, buscando lugar entre mis piernas para pasar su brazo tras mi cuello sosteniendo mi cabeza suavemente, despejó mi rostro del cabello enredado comenzado a adentrarse en mí lentamente, su mano libre giró mi rostro en su dirección para verme a los ojos en todo momento, haciendo de los movimientos más profundos hasta quedar completamente en mi interior, mi boca se abrió al tiempo en que mis mejillas se sonrojaban y mis caderas buscaban seguir sus movimientos pausados y rítmicos. Su respiración caía en mi rostro, su mirada fuerte, entraba en la mía y podía sentir una punción en mi pecho conforme él iba más rápido, serpenteaba sobre mí sosteniendo la mirada, jamás antes hecho, doblé las rodillas hacia mi pecho dándole más espacio de entrada, el calor era cada vez más fuerte y nuestras respiraciones se entrelazaban en el aire fresco que entraba por la ventana, gemí con fuerza cuando comencé a sentirme completamente perdida mis ojos se cerraron – no – Tomó mis mejillas para verme – por favor, veme – Susurró apresurando el paso, cada vez más rápido, el sonido de la cama chirriando y golpeteando la pared me hizo sonreír. Mis piernas se elevaron y una vibración azotó mi cuerpo obligándolo a colocar su mano sobre mi boca para apaciguar el sonido de mi voz, mi espalda se arqueó y recostó su frente en mi pecho acabando en mí, se quitó rápido alejándose un par de segundos para quitarse el preservativo y volver a acurrucarse a mi lado, dejé mi mano en su pecho para que se alejara, boqueaba por aire, quería llorar, había cogido suficientes veces para saber el proceso biológico del acto, me habían hecho el amor por primera vez, y hoy, conocía la diferencia, no había pensamiento alguno pasando por mi cabeza, me cubrió con la manta a los pies de la cama y besó mi sien, mis ojos se cerraron.

Abrí los ojos quedándome inmóvil sobre la cama al ver la puerta entreabierta en donde Brown estaba de pie vistiendo solo sus bóxer, la habitación oscura era tenuemente iluminada por la luz desde el pasillo desde donde podía escuchar el susurro quien supuse era la madre de mi compañero.
– Dame un minuto amá, bajaremos de inmediato – Dijo restregándose la nuca entre risas.
– Rápido Brannagh, tu hermana está por llegar – La puerta se cerró, los ojos de Brown me observaron atentamente encendiendo la luz para verme sentada en la orilla de la cama, me había colocado su camiseta.
– ¿Brannagh? – Repetí buscando con la mirada el resto de mi ropa, mientras pensaba en qué maldito lugar había dejado mi arma.
– Es mi primer nombre – Respondió acercándose para sentarse junto a mi, tomó mi cuello besándome delicadamente – ¿Estás bien? Te dormiste casi instantáneamente.
– Creo que boté una vida de tensiones – Respondí viéndolo levantarse para dejar la maleta sobre la cama – ¿era tu madre? – asintió – quiero tomar una ducha antes.

Me había duchado entre sus besos y toqueteos, me había perdido cuatro meses de ese apasionado sujeto con el que compartía departamento en Glasgow. Cuando me presentó a su madre esta no estuvo más contenta.
Su familia estaba formada de tres hermanos, con Brown como el hijo mayor, su hermana Caitríona lo secundaba y por último Cillian quien era viudo, cada uno tenía tres hijos, por lo que la mesa se hizo un poco pequeña para tenernos a todos, quienes se veían muy alegres por mi presencia allí, sentada nerviosamente al lado de Caitríona descubrí, que mi compañero jamás había llevado a una sola mujer a casa, y que su madre guardaba una especial preocupación por su hijo mayor y su vida afectiva por lo que ella no reaccionaría tan mal cuando le contáramos que nos habíamos casado a escondidas, la observé atentamente, ella simplemente sonreía.
– Brannagh jamás me esconde nada – Dijo comiendo el salmón horneado.
Pasada la cena, y ya en el postre Brown se levantó haciendo sonar el cristal de su copa de vino con un tenedor, a pensar de que sus sobrinos eran pequeños, guardaron silencio para escuchar su nerviosa voz elevándose en dirección a su madre.
– Madre – Dijo lamiéndose la boca mientras buscaba palabras y apoyo en los ojos de sus hermanos – primero quiero agradecerle por la invitación que nos hizo a mí y a Olimpia.
– ¡Oh cariño! Soy la más feliz porque al fin traigas a una muchacha a casa – Lo interrumpió ella sonriéndome desde la cabecera de mesa.
– Gracias señora Kane – bajé la cabeza bebiendo de mi copa.
– Segundo, quiero pedirle disculpas, especialmente a usted madre – Ella lo observó preocupada, entonces supe que él iba a decírselo, me lamí los labios bajando la mirada – Olimpia y yo nos conocimos en el aeropuerto hace un tiempo y no tardé mucho tiempo en darme cuenta de que ella era la indicada, por lo que, sin pensarlo y planearlo demasiado, ella y yo nos casamos, hace cuatro meses – Su expresión fue cubierta por sus dos manos sobre la boca, por lo que no supe si estaba demasiado feliz, o furiosa – en una pequeña iglesia en la carretera, no fue nada ostentoso, por el contrario, fue muy improvisado y austero y yo...
– Sabía que estabas escondiéndome algo Brannagh – Lo interrumpió levantándose mientras los demás adultos en la mesa repartían su mirada entre nosotros – una madre sabe – Dejó sus manos en las mejillas de su hijo dándole un ligero golpe acompañado de dos sonoros besos para luego acercarse a mí, y besarme con fuerza – ¿para cuando debo esperar a mis nietos? – aquello fue un puñal que se clavó en la boca de mi estómago obligándome a beber más vino, guardé silencio.
– Queremos pasar el mayor tiempo posible junto antes de eso, madre – Respondió él estirando su mano a la mía, él no lo sabía.
– ¿A qué se dedica tu familia, Olimpia? – Preguntó Cillian observándome con sus enormes ojos azules, llevaba una abundante barba pelirroja y largo cabello amarrado tras su cabeza.
– Mi padre es empresario, tiene varios negocios y trabaja en la bolsa – Mentí bajando la mirada al mantel con flores bordadas probablemente a mano – Mi madre falleció hace unos seis meses...
– Oh cariño cómo lo siento – Interrumpió la matriarca observándome.
– Descuide ella tenía leucemia, era algo que pasaría pronto – Me consolé a mi misma intentando sonreír, me sentí pequeña nuevamente recordándola en sus últimos días – soy hija única.
– ¿Y tú qué haces? – Preguntó el esposo de Caitríona, Angus, sentía que el humo salía de mi cabeza tratando de inventar alguna respuesta que sonara creíble y que no fuera a olvidar. Pandemónium.
– Tengo un club en Glasgow – Respondí sonriendo – me dedicó a su administración y todo eso, han sido buenos meses – Sonreí sintiéndome aliviada de tener semejante coartada. La noche siguió entre charlas, comida y risas, para cuando nos fuimos a la cama, estaba agotada y con el estómago lleno, pensé en que podía vivir una vida de esa forma, cenando con mi nueva familia los fines de semana, viendo a los niños correr por el salón de la enorme casa, Brown me desnudó en la oscuridad de la noche, haciéndome el amor una vez más para luego dormirnos enredados entre los edredones.

The last resort. [{COMPLETA}]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora