Parte XVII

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Estallé en carcajadas escondiendo mi rostro entre las sábanas mientras las manos de Thomas se aferraban a mis costillas haciendo pequeñas cosquillas, levantó la camiseta de encaje dando mordiscos en mi estómago mientras reía, se detuvo dejando su mano en mi vientre bajo metiendo la punta de los dedos debajo de la pantaleta negra, sentía su respiración cayendo sobre mí ombligo deslicé una mano a su cabello acariciándolo con fuerza.
– No puedo tener hijos – Solté como un suspiro ¿podía estar más maldita? Se giró para observarme atentamente – mi útero es el lugar más árido del mundo, incluso más árida que el desierto de Atacama...
– Florece en primavera ¿lo sabías?
– Casi por obra divina – Besó mi estómago acercándose pausadamente a dejar un beso en mis labios.
– No me importa – Anunció acariciandome el cabello para dejarlo tras mi oreja – No me importa, nada – Repitió echándose junto a mí para pasar su brazo tras mi cuello, me besó suavemente haciendo que miles de mariposas revolotearan por todo mi cuerpo, jamás me había sentido de esa forma, metió su mano por debajo de la camiseta subiéndola lentamente para besar el espacio entre mis pechos, succionando después mis pálidos pezones, me costó gemir por la congestión en mi nariz, continuó descendiendo apretando mi cintura y caderas, buscando espacio entre mis piernas para besar mi sexo por sobre la pantaleta, mi espalda se arqueó mientras sus manos se aferraban a mis caderas, sentía todo humedeciendose una de sus manos subió metiendo sus dedos dentro de mi boca  acariciando mi lengua, mordisqueó la pantaleta justo sobre mi clítoris para luego regresar por el sendero de mi vientre lanzándose a repartir besos por mi cuello al tiempo en que se quitaba la camiseta blanca pegando su torso al mío, se quitó los jeans sobre mí estirando su mano a la mesa de noche para agarrar un sobre de preservativo, sonrió besándome mientras se colocaba la capa de látex, deslizó la pantaleta por mis piernas para dejarla a su lado bajo la almohada al tiempo que nos cubría a ambos con él cubrecama blanco, se acomodó sobre mí adentrándose pausadamente en mi interior mientras sus besos llenaban mi boca, me estreché a su cuerpo, flexionando las rodillas para dejarle más espacio, lanzó un suspiro ronco cuando estuvo completamente dentro de mí, sus movimientos suaves me cerraban los ojos obligándome a gemir contra su cuello al tiempo en que mis uñas se clavaban en sus caderas, sus besos me noqueaban, sus gemidos me llamaban.
– Tommy – Susurré sonriendo mis mejillas ardieron cuando deslizó sus dedos sobre mi pezón izquierdo para luego meterlo en su boca, moviéndose sobre mí más profundo pero sin apresurar el ritmo – Tom – Volví a gemir subiendo su rostro hasta el mío, sus ojos azules me observaron atentamente se metía en mi apasionado sosteniendo mi rostro para apoyar su frente contra la mía.
– Te amo – Sus ojos se cerraron apretando su mano en mis caderas y sosteniéndome con fuerza, volcando su sur dentro de mí, me embistió con más fuerza arrastrándome lentamente con él, un gemido largo apretó mi garganta metiendo mis uñas entre su piel, se movió un poco más alargando mi venida para luego detenerse pausadamente buscando mi mirada, temblaba como una hoja entre sus brazos – No quiero salir – Susurró acurrucándose contra mi cuello, acaricie su cabello sonriendo – no quiero salir jamás.
– Jamás – Repetí sintiendo agradable calor en la boca de mi estómago – y yo a ti – sonrió sin moverse de su lugar. Amor.

Tenía los ojos pegados, me sentía como un gato apestado y callejero, me senté en la cama palpando con las manos el suelo para encontrar la que reconocí como la camiseta de Thomas, me la coloqué mientras caminé hasta el baño deslizando la mano por la pared hasta llegar al lavabo, el agua se tardó un poco en pasar a tibia, empapé una toalla para restregar suavemente mis ojos que se abrieron dificultosamente para dejarse ver con las venas enrojecidas, la garganta me dolía, y parecía estar aún más pálida de lo normal, tenía el cabello hecho una maraña de pelo, regresé lentamente a la habitación quedándome de piedra al ver a un alto hombre sentado sobre la poltrona que estaba a unos metros de la cama, me observó con una sonrisa en sus redondos ojos almendrados, una nariz pequeña y respingada con cejas que enmarcaban un rostro de pómulos hundidos y quijada cuadrada, estiré mi mano al cajón de la mesa de noche, pero él levantó su mano tatuada negando con el dedo índice para mostrarme mi propia arma la mesa junto a él, llevaba un cleriman... el tipo era un sacerdote de cabello castaño claro y cuello tatuado.
– Thomas – Llamé mientras el extraño frente a mí me ofrecía una amigable sonrisa – Thomas despierta – Shelby se movió sobre la cama balbuceando aún dormido – Shelby, maldita mierda despierta – se movió para observarme con la mirada confundida – ¿por qué demonios hay un maldito cura tatuado en mi habitación del hotel? – Shelby se sentó rápidamente sobre la cama, para cuando volví la vista el sacerdote sostenía un arma con una estrella. Rusos.
– ¿Qué mierda hacen aquí? – Bufó Thomas observándome de reojo.
– No te enseñaron muchacha que blasfemar va en contra de la palabra de Dios – Era ruso, su acento lo confirmaba, estiré la camiseta con mis manos al sentir que no me cubría lo suficiente – La McMahon ¿verdad? – observé la superficie de la cama buscando mi ropa, comenzaba a sentir frío – creía que eran sólo habladurías...
– ¿Qué están haciendo aquí?
– No quiero interrumpir – Siseé abrazándome con un brazo a mi misma, ambos hombres me observaron – Pero he estado un tanto enferma y quisiera vestirme.
– Discúlpeme por favor, señorita Olimpia – Sonrió tan cortésmente que casi olvidaba que su arma nos apuntaba a ambos – Por favor tome su ropa y siéntase libre de vestirse si gusta en el baño, mis asuntos son únicamente con el señor Shelby – explicó viéndome pasar delante de él para abrir el closet y colocarme las calcetas apresuradamente, tomé un poco de ropa y me alejé al baño para vestirme tan rápido como pude. Cuando volví a salir de la habitación Thomas estaba pálido, vistiéndose a saltos por la habitación – ha sido un placer señorita McMahon – Se despidió el hombre lanzando mi arma a la cama y cerrando la puerta para salir del lugar.
– ¿Qué p...?
– Se llevaron a Charles – Aulló colocándose los pantalones – lo secuestraron – sentí un nudo en el estómago y náuseas vertiginosas – tengo cuarenta llamadas perdidas de Polly, lo sacaron de la casa – Se me acercó blanco como un papel – debo irme...
– Vamos en el venom, llegaremos más rápido.

The last resort. [{COMPLETA}]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora