Parte XIII.

858 54 2
                                    

Un beso a todes.

Para cuando llegue a Glasgow daban las 06.30am, el estacionamiento del edificio departamental estaba casi vacío, estacioné junto al automóvil de Brown y subí. Él no esperaba verme ahí, lo noté cuando sus ojos se abrieron como platones al verme entrar en el departamento, su mirada se posó sobre mí por largo rato incrédulo.
– Necesitamos hablar...
– Creí que no volvería a verte. Desaparecer por días, apareces, te vas...
– Te tengo una propuesta – interrumpí acercandome a la cocina tomando una taza para verter en ella el café recién preparado – Pero antes debes prometer que tengo tú total lealtad y silencio – sonrió sarcástico.
– Tengo la mierda hasta el cuello por ti, Olimpia – Asentí.
Le conté todo, todo lo que había visto en la casa de mi padre, la conversación con Joe, el arreglo con Shelby su rostro mostraba lo sorprendido y asqueado que se encontraba por las noticias de la casona McMahon, y cuando le hablé acerca de volverse el jefe de policía sus ojos brillaron.
– ¿Qué va a costarme? – Me interrumpió moviéndose en el banquillo frente a la isla en medio de la cocina.
– Lealtad – Respondí acercándome para dejar el tazón junto a él – si digo que saltas, saltas, y preguntas ¿Qué tan alto? Lo de la mansión te dará de seguro alguna medalla, y estoy dispuesta a ayudarte siempre y cuando te encargues de que la investigación posterior no me deje en la calle, no me quite propiedades y lo más importante, debes dejar que yo me encargue de él, y cuando eso suceda quiero que déveles la información de lo que hizo con mis madres – asintió como si masticara la idea en su cabeza – si haces las cosas como te digo, ganarás mucho más, te ganarás el respeto de todas las mafias de Gran Bretaña y te forrarás hasta los malditos calzones, te agradecerán de tal forma que podrás conducir un Mustang diferente cada maldito día por el resto de tu vida.
– Pero para eso debo darte el divorcio – Asentí.
– Sería sospechoso que siguieras casado conmigo cuando todo salga la luz – Aseveró con la cabeza bebiendo de su café – ¿Qué dices?
– Si – Dijo levantándose de su asiento, sonreí escupiendo en mi palma derecha para verlo hacer lo mismo antes de cerrar nuestro trato con un apretón de manos – entonces ¿tomaste ya tu desición? – me quedé observándolo por algunos segundos – ¿Shelby?
– Shelby no tiene nada que ver...
– Pero vas a quedarte con él.
– ¿Eso que importa, Brannagh?
– Ya deja de llamarme así – Murmuró alzando la mirada al techo – estás bloqueando todas las posibilidades entre nosotros.
– Nunca hubo realmente algo, Brannagh...
– ¡Robert! Mi maldito nombre es Robert – Volvió a tomar asiento en el taburete frente a la isla – no puedes llamarme así – Bajé la mirada, sentía culpa, pena, lástima.
– Si se me queda algo, por favor...
– Sí – Interrumpió acercándose junto a mí a la puerta para girar el picaporte cuando estuve enfrente, cerró, mantuve la mirada abajo mientras su respiración caía sobre mi frente, sentía electricidad en el espacio que había entre nosotros atrayéndome hasta él, cerré los ojos ¿era posible tal confusión? ¿Era posible tanta atracción? ¿Dónde estaba mi corazón? Estiró lentamente sus dedos hasta tomar mi antebrazo entre su amplia mano, atrayéndome lentamente hasta él – Si quisieras irte ya lo habrías hecho – Dijo casi como si fuera un secreto – Aún soy tu esposo – se movió lento, como si tuviese miedo de espantarme, presionó ligeramente mi hombro hasta que estuve completamente de espaldas contra la puerta sus manos acariciaron mi cuello flexionando las rodillas para descender de su prominente altura y buscar mi boca.
– No es correcto que te dé esperanzas – Susurré noqueada por el aroma de su perfume que se mezclaba con tabaco, su barba acarició mi mejilla buscando acercarse pausadamente.
– Solo me queda una – Rodeó mi rostro besándome tímidamente, le permití hacerlo, sus ojos estaban cerrados ¿Thomas me besaba con los ojos cerrados? No lo sabía, no lo sabía porque cuando le besaba yo cerraba los ojos, deslizó sus manos por mi brazo para entrelazar nuestros dedos al tiempo en que su beso se volvía más profundo, tenía la capacidad de hacerme sentir su amor justo dentro de mi corazón, muy dentro de mi alma, mis ojos se cerraron y alcé mi mano para agarrarme a su cuello, el aroma de su ser me hacía pensar en chocolate, aferró ambas manos a mi cintura obligándome a contener un gemido sabía que eso me gustaba, sabía que podía perderme a mi misma, me estrechó con fuerza aferrándose a mi; mientras más me besaba menos sabía dónde estaba parada, desconocía completamente cada sentimiento que afloraba en la boca de mi estómago, una bola de confusión subió hasta quedarse en mi garganta lanzando electricidad a mi nariz y poniendo lágrimas en mis ojos, me aferré a su camiseta con los puños bajando la mirada su boca se quedó en mi frente al tiempo en que me eché a llorar – Olimpia – Me llamó dejando sus manos sobre mis brazos, el nudo en mi garganta no se aflojaba – Olimpia – volvió a llamarme buscando alzar mi rostro hasta él, metí rápidamente mi mano en el bolsillo del abrigo agarrando las gafas de sol para colocármelas.
– Lo siento tanto – Susurré agarrando su barba – perdóname – Abrí la puerta empujando a Brown para poder salir del departamento.

The last resort. [{COMPLETA}]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora