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Entré a la cafetería. Como siempre, gran parte de la gente que estaba ahí estaba acompañada, si no era por un amigo, por su novio o novia y si no solos, disfrutando de un buen libro o simplemente tomando un delicioso café. Me removí en el silloncito mientras el líquido caliente pasaba por mi tráquea y calentaba mi estómago, dándome una sensación de alivio.

–  Lincey, ¿quieres algún panqué?

– No, gracias, estoy bien.

– ¿Quieres ir a tu casa? No te veo muy cómoda aquí – arrugó el entrecejo y acarició mis nudillos.

– Siento como si fuera a darme un resfriado, eso es todo – mentí.

– Ven, vamos a casa.

Extendió su mano para que la tomara y me fuera con él. Lo hice, mi piel chocó contra la suya causándome satisfacción. Robert me quería y yo le quería también. Caminamos hacia la salida mientras Robert en su celular marcaba un número.

– Hola Marshall. No, quedamos que el proyecto sería de mi materia – empezó a decir.

Me abrió la puerta de la cafetería para que saliera al aire fresco. Mis mejillas y mi nariz casi se congelan. Caminamos hasta el estacionamiento tomados de las manos hasta que estuvimos justo frente al auto de Robert.

Abrió la puerta del copiloto para que pudiera entrar. Me metí en el auto mientras él terminaba de hablar con quien quiera que estuviera hablando. Me acomodé en el asiento de la manera más cómoda posible. Saqué mi celular del bolsillo de mis jeans, miré la pantalla de éste y admiré el fondo de pantalla: la foto de mis padres en el baile de navidad. Solté un suspiro y cerré un momento los ojos. Robert seguía en su gran plática del trabajo mientras yo deslizaba de un lado a otro mi dedo por encima de la pantalla.

“Nena, muero por verte. ¿Te parece mañana? Harry”.

– ¿Qué mierda? – gruñí. Marqué el número de Halley.

– Hola bonita. ¿Qué hay?

– Sólo te daré una primicia: Harry quiere coger conmigo.

– ¡¿Qué?! – gritó. – ¡No puede ser!

– Te lo juro. Acaba de mandarme un mensaje a mi celular que dice que quiere verme… ah, casi lo olvido… ¿Recuerdas a Robert? – le pregunté.

– Tú profesor de literatura, sí.

– Somos novios.

Colgué antes de que empezara a darme sus discursos de que las niñas de 17 años no podemos tener un novio tan grande, digo, no creo que haga tanto daño andar con alguien unos siete u ocho años mayor que tú. Ahora ya todo es normal aunque para otras personas es cosa del diablo. ¡Demonios! Si mi madre supiera que mantengo una relación con mi profesor de literatura que con obviedad, es más grande que yo y que lo engaño con alguien de la misma edad, empresario y solo teniendo sexo, bueno, me hubiera mandado al loquero a rastras.

– Perdóname, preciosa. El último semestre es el peor. Qué bueno que estamos de vacaciones hasta Febrero.

– No te preocupes mi amor, suele suceder – le sonreí y besé su mejilla. Tomó mi rostro entre sus manos y besó mis labios con deseo.

Mientras disfrutaba de su beso empecé a recordarme a mí misma mi próximo encuentro con Justin. Empecé a idear mi escapada. Tosí un poco y me alejé de su rostro pidiéndole perdón. No le importo así que opté por "estornudar" en su cara.

– Salud – dijo divertido.

– ¡Ay, cómo lo siento! – me llevé mis manos al rostro escondiéndolo entre ellas.

Puso su mano en mi frente e hizo una mueca.

– Creo que va a darte fiebre.

– No, por supuesto que…

– Te llevaré a casa. Descansa un poco, creo que los cambios climáticos no son buenos para ti – se ajustó el cinturón y arrancó el auto.



Llegamos a mi casa y lo invité a pasar. Al principio se negó per luego accedió a entrar solo unos minutos.

– No puedo creer que en vacaciones trabajes – exclamé con voz cansada.

– Bueno, un profesor nunca descansa.

Cada que decían la palabra profesor Justin se vagaba en mi mente. Esos ojos miel y sus pestañas largas se cruzaban por mi mente una y otra vez. Tenía una cierta adicción al sexo que me daba Justin; rudo y delicioso.

– Bueno, los estudiantes tampoco. Deberías de ver las ojeras que me cargo cuando los profesores no nos tienen piedad – me quejé. Hice pucheros y le sonreí tiernamente.

– Bueno, pero ustedes prefieren irse de fiesta a hacer tarea. ¿Quién tiene la culpa?

– ¡Obviamente ustedes tienen la culpa!

Comenzó a reírse y me besó de una manera realmente preciosa. Casi lloro, pensar que de alguna manera lo quería a él y mi corazón solo le pertenecía a él, pero que mi cuerpo y mi parte más íntima deseaban a Justin, solo lo deseaba a él. Respondía al contacto de Justin y no había experimentado intentar que respondiera con otra persona que no fuera él.

– Preciosa, tengo que irme. Por favor descansa ¿sí?

– Está bien.

– Bueno, me voy jovencita. Tengo un pendiente con la directora.

Hice un puchero y me cubrí el rostro con la sábana roja que cubría mi cuerpo. Escuché la risa de Robert. Acercó su rostro al mío y plantó un beso en mis labios.

– Robert, quiero decirte algo.

– Sí, dime chiquita.

Sentí un nudo en mi estómago, de esos nudos que te hacen tener náuseas y querer correr y gritar todo el tiempo. Tragué saliva y miré cómo sus ojos color verde botella miraban los míos. Una mirada chispeante, ocultando dolor y traición.

– Quiero que a pesar de todo lo que pase en el futuro recuerdes que te quiero y que lo hice desde el principio, que tal vez soy muy pequeña para entender el amor y lo que eso conlleva, pero a pesar de eso, sé que te quiero y que voy a quererte toda la vida.

Una lágrima se escapó de mis ojos. ¿Qué estaba haciendo? No puedo estar enamorada de dos. No puedo, no es posible.

– También te quiero chiquita. No llores – se sentó en el borde de la cama y acarició mi mejilla. – No vale la pena llorar por un hombre, ni si quiera por mí. Eres la mejor que he conocido. A penas llevamos tres días, pero a pesar de eso siento que llevamos un siglo. Te quiero Lincey.




Me quedé dos horas, sola en mi habitación, esperando a Justin, esperando su cuerpo contra el mío, sus embestidas y sus caricias. Mi cuerpo aspiraba deseo, excitación y lujuria. Lujuria. Un puño de deseos; deseo, pasión, alegría y excitación. Incontrolables, simplemente.

El timbre rompió con el silencio en la casa, esa tempestad alteró los latidos de mi corazón, haciéndolo ir rápido y fuerte.

– Justin – susurré para mí misma.

Bajé las escaleras y me encaré con la parte de mí que anhelaba abrir la puerta y apretar mis labios contra los suyos, bajar su bragueta y lamer su miembro, quitarle la camisa y besar su torso, posicionarme sobre él mientras sentía su masculinidad dentro de mí.

– Hola – dijo cuando abrí la puerta. Me recorrió con la mirada y sonrió de lado.

– No hagas eso – supliqué.

– ¿Qué? – sonrió divertido.

Reí y pegué mis labios contra los suyos, consumiendo el calor de nuestras bocas, uniendo nuestras lenguas y acariciando su sedoso cabello. Bajó sus manos a mis senos para sobarlos y pellizcarlos. Me separé de su cuerpo y sentí como su mano viajó hasta mi feminidad, por encima de mis braguitas.

– ¡Oh, Justin! – gemí.

– Así me gusta – gruñó.

– Van a vernos – dije con voz temblorosa y casi inaudible.

– No te preocupes, son las nueve. En los suburbios nadie sale a esa hora preciosa.

Me levantó entre sus brazos y me sacó de la casa. Me metió en la parte trasera de su auto recostando mi espalda en los asientos de piel. Lamió mis labios, mi cuello y mi busto. La yema de su dedo índice recorrió la tela del pequeño vestido de seda que llevaba puesto para empezar a subirlo y revelar mi piel completamente erizada.

– ¡¿Hay alguien ahí?! – gritó una voz tremendamente familiar.

¡Carajo! Papá.
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Oh. por. Dios. ¿Como les va chicas? YO ESTOY SÚPER FELIZ PORQUE MI TÍO VA A TENER UN BEBÉ :3 OMG, YO AMO A LOS BEBES Y ESTOY TAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAN FELIZ :3 Por eso si veo muchos votos en la noche les subo otro capitulo ¿Que dicen?

Sex Instructor » BieberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora