| 43 "I ain't all bad" | 44 "The ghost of you" |

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 “I ain’t all bad”




En realidad no quiero explicar todas las cosas que pasamos en 4 meses de relación. Todo iba perfecto, pero había decidido abstenerme de relaciones sexuales por un tiempo, pero como todos los jóvenes adultos, caí en la tentación de las caricias de Justin en mi cuerpo mientras estábamos recostados en mi cama a escondidas mientras mis padres discutían en el comedor.

– Te dije que no quiero tener sexo ahora Justin – le dije cuando sentí su mano más debajo de mi pelvis que de costumbre.

– Vamos, nena, sé que lo deseas tanto como yo – sus labios aún pegados a mi oído empezaron a juguetear en mi lóbulo.

Su mano empezó a acariciar mis piernas desnudas ya que solo llevaba unos shorts y una playera sin mangas de los “Rolling Stones”.

Y sí, tuvimos sexo esa noche sin que mis padres se dieran cuenta. Ellos sabían que Justin era mi novio y que me recogía todos los días al colegio y que era mayor que yo, pero nunca supieron que había dejado que me quitara lo más preciado de una mujer: mi virginidad. 







Mi graduación se acercaba al igual que mis pruebas para entrar a la universidad. Ese día en que toda mi vida iba a poder cambiar estaba a menos de 4 días. Desde una semana antes había ido con Julieta, Ally y Halley a escoger nuestro vestido. Julieta solo iba a ser invitada, pero aun así, ella había estudiado con nosotras un tiempo. Yo me probé varios vestidos de diversos estilos, a decir verdad, todos me quedaban realmente bien, pero solo uno me había gustado en realidad. Era un vestido azul oscuro que iba degradándose a lo largo de la falda de seda que caía por mis piernas. Tenía un escote perfecto y unos detalles con diamantes alrededor de éste. Era realmente perfecto. Me compré ese y todas las chicas terminaron fascinadas con él.

Todas regresamos a casa e hicimos lo que teníamos que hacer. Justin estaba de viaje en Seattle por su trabajo así que solo hacíamos llamadas de vez en cuando. Lo extrañaba así que decidí hablarle. Mientras hablábamos recibí un mensaje de Ally.

“Fiesta en la casa de Harry ésta noche. No faltes” 

Sonreí tímidamente y al parecer Justin se dio cuenta. 

– ¿Qué pasa? – preguntó del otro lado de la cámara web.

– Nada, es solo una charla entre amigas. 

Escuché como una voz femenina lo llamó y rápidamente empezó a ponerse su saco para salir de la habitación.

– Amor, tengo que irme. Te amo.

¡Lo dijo maldita sea! Había sido el primero de nosotros en decir esas simples palabras. 

Cuando iba a responderle se acabó la conexión de llamada que habíamos logrado establecer gracias al internet. Le sonreí tontamente al ordenador y empecé a bailar como estúpida por toda la habitación. Tomé el celular y le respondí a Ally.

“Obvio iré” tecleé.







+






Estábamos entrando a la fiesta, con el cabello arreglado y la cara maquillada. Cuando entré a la fiesta pude notar una que otra chica llorando y chicos borrachos por todos lados. Novatos. Me acerqué a la barra de bebidas y pedí una margarita de tamarindo para empezar. Platiqué con unos chicos que no dejaban de mirarme del otro lado de la barra. Hasta eso nos llevamos bien.

– ¡Lincey! – gritó alguien interrumpiendo mi plática con los chicos. - ¡No vas a creer quién está aquí! – gritó mi amiga por detrás.

– ¿Quién Ally? Dime de una buena vez.

– Tu ex. Robert.

Sentí fuego pasar y adueñarse de mi garganta. Sentí como mis ojos se abrieron como platos y como mi mandíbula luchaba para no abrirse y parecer que todavía me seguía afectando el hecho de que Robert estuviera cerca de mí. Los chicos ignoraron la plática entre mi amiga y yo y siguieron tomando. Uno de ellos me acercó un trago y rápidamente lo metí en mi boca. El líquido amargo pasó por toda mi garganta hasta llegar a mi estómago. Cuando al fin llegó a éste sentí un ardor tremendo recorrerme por todo el vientre. No sabía que me habían dado, pero era lo suficientemente fuerte para tumbarme con uno más. Mi cabeza empezó a dar vueltas, más bien, todo empezó a darme vueltas. Me tumbé en la silla en la que estaba anteriormente y empecé a reírme como estúpida. Los chicos empezaron a reírse junto conmigo.

– ¡Esa canción es hermosa! – grité arrastrando cada una de las letras mientras decía la oración. – Ven, tú, como te llames. Vamos a bailar – dije totalmente mareada.

– Me llamo Ben. 

– ¡Ben! Lindo nombre, corazón. Ahora, llévame a bailar – recargué mi codo en su hombro y empecé a reírme como estúpida de nuevo. Sí, estaba ebria. 

Ben me llevó al centro de la pista con facilidad y empezamos a bailar al ritmo de “Moves Like Jagger”. Ben me puso delante de él, con mi trasero parado tocando su muslo, me tomó de la cintura y empezó a moverse de una manera realmente exquisita. Yo solo me movía como me decía la música. Sabía en ese momento que estaba totalmente ebria porque no podía sostenerme sin la ayuda de la mano de Ben en mi cintura.

– Hey, tío… ¿Me permites? – dijo una voz desconocida detrás de Ben.

Sentí como la mano de Ben se retiró de mi cintura y como caí con torpeza al suelo. Empecé a reírme como loca.

– ¡Demonios, Lincey! ¿Estás bien?

– ¡Nada roto! – levanté mis brazos triunfante aún en el suelo.

– Ven, no quiero tener que verte destrozada como la otra vez.

Y entonces lo supe. Solo me había emborrachado una vez en mi vida además de la que estaba viviendo y había sido lo peor. Era Robert. Él me había llevado a casa, me había salvado de una congestión alcohólica y de empezar a vomitar por todos lados.

– Te juro que estoy bien, Robert. Déjame ir con mis amigas – dije deshaciéndome de sus manos en mi torso.

– Lincey, estás ebria. 

– No lo estoy, solo necesito ir con mis amigos ¿entiendes? 

– Como quieras – vi su silueta avanzar hacia otro lado. Me levanté como pude del suelo y fui despacio a la barra de nuevo. 

Sí, estaba ebria y tenía que aceptarlo, pero no importaba, tenía dieciocho años, nada podía pasar. Pedí otra bebida que no supe que era y volví a verter todo el líquido por mi boca. Sentí como quemaba mi garganta y luego llegaba a mi estómago con facilidad. Busqué mi bolso por todos lados hasta encontrarlo. Lo abrí. 5 mensajes nuevos. 

Todos decían cosas como: “¿Dónde estás?” “¡Robert vino a la fiesta!” pero había uno de un número desconocido.

“Disfruta las fotos, querida”. Bajé más y empecé a ver todas esas imágenes asquerosas. Justin desnudo, desnudo debajo de una chica igualmente desnuda. Llevé mi mano libre a mi boca y una lágrima se salió de su órbita. ¡Maldita sea! Seguí viendo las imágenes, Justin estaba totalmente extasiado, lo sabía por su gesto. 

– ¡Lincey! – gritó una voz familiar cerca de mí. Limpié las lágrimas que aún estaban en mi rostro y alcé la mirada. No quería verme débil. – ¿Qué tienes? – dijo cuándo me miró. 

Le extendí el teléfono y empezó a ver las imágenes.

– Amiga, perdón…

– Ese maldito las va a pagar. Lo sospeché desde el principio Halley, lo sabía pero me encarceló – otras lágrimas comenzaron a caer por todo mi rostro. Las limpié bruscamente y miré fijamente al frente. Halley traía una botella de vodka en sus manos. La tomé y le di un trago realmente grande.

– ¿Qué vas a hacer, guapa? No hagas cosas de las que te arrepentirás después.

– No haré nada, solo… iré a casa. 

Tomé mis cosas y salí tambaleándome de la fiesta. Caminé unas cuadras sin rumbo. Me detuve en un poste y comencé a llorar incesantemente. Me dolía, claro que me dolía. Solo hace unas horas me había dicho que me amaba, que me extrañaba. ME AMABA. Yo lo amaba y era lo suficientemente estúpida para no haberme dado cuenta del tipo de persona que era Justin Bieber.

Necesitaba más alcohol para mañana no recordar nada, para que no me doliera tanto como lo estaba haciendo en esos instantes… y momentáneamente recordé que en mi bolsa Halley había dejado una reserva de vodka. Empecé a hurgar en mi bolsa hasta encontrar una botellita de cristal con un líquido transparente por dentro. La botella era nueva. Comencé a tomar tanto que todo empezó a volverse borroso. Entrecerré los ojos y pude ver una especie de auto justo frente a mí. Pude reconocer su rostro, era Robert. Oh, mi querido Robert. 

– Hoy no es un día de suerte para nadie chiquilla.

No, no era Robert. No era su voz suave y masculina. Era Joseph.



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Sentí su mano empezar a recorrer mi cintura, mi vientre, mi busto. Me estaba tocando tan agresivamente que casi lloraba por las mordidas que me daba en el cuello. 

– Maldito idiota – empecé a forcejear mientras lloraba.

– Hey, no le digas así a tu próxima pareja sexual, chiquita.

Recordé la botella de vodka en mi mano. Joseph jaló bruscamente de mi cabello y empezó a quitar mi vestido con fuerza. Levanté la botella y la solté en su cabeza. Cayó al suelo pero sin quedar totalmente inconsciente. 

– Ah, maldita zorra. 

Se abalanzó a mí y me puso sobré mí en el suelo a horcajadas. Su mano se recargó en mi cuello dejándome sin respirar unos minutos. Empecé a retorcerme y a intentar salirme de su agarre mientras mis gritos desesperados me hacían perder más energía. 

– Pensaba drogarte para que no sintieras nada, pero te portaste mal, bebé. 

Grité con furia y golpeé su rostro con mi mano. Solo logré hacer que escupiera un poco de sangre, pero en cambio recibí un golpe durísimo en la mejilla.

– No tenía por qué ser así…

– ¡Quítate de encima! – grité entre llanto.

– No, eso nunca. No sabes las ganas que tengo de follarte.

Se acercó a mi rostro. Su aliento asqueroso chocaba contra mi cuello mientras yo intentaba buscar una forma de salirme de debajo de él. Una de sus manos me soltó pero siguió acorralándome con sus piernas. Su mano libre empezó a bajar por mi vientre hasta llegar a mi punto más débil. Yo mantuve mis piernas apretadas, sin siquiera abrirlas para patearlo. Sabía cuál era su propósito y no dejaría que lo lograra. 

– ¡Maldito cerdo desgraciado! – le escupí en la cara. Soltó un bufido y dio un brinco peligroso para que una de sus rodillas quedara justo en medio de mis piernas. 

Su rodilla empezó a empujar una de mis piernas hacía un lado, pero luché con todo lo que tenía para no dejar que abriera mis piernas. Empecé a llorar y a sollozar aún más. Necesitaba ayuda.

– ¡Ayúdenme! ¡Por favor! – grité entre sollozos y lágrimas y gemidos y bufidos. 

– Nadie va a poder ayudarte. 

Cerré mis ojos y seguí llorando, sin dejar de mantener mis piernas cerradas. Pero, una vez mi abuela me dijo “mientras más luches contra alguien, más buscará tu punto débil”.

Y entonces sentí como mi cabeza azotó contra el pavimento, una, dos, tres veces. Aún sentía sus caricias, sus asquerosas y cerdas caricias. Seguí intentando no dejarlo hacer lo que quería. Pero era muy tarde. Uno de sus dedos ya estaba invadiendo mi feminidad, la única parte que no podía defender más. Dolía, dolía mucho.

– ¡No, por favor! – grité con las pocas fuerzas que me sobraban. 

– Solo, disfrútalo.

Solté un grito lleno de impotencia, de dolor, de enojo. Seguía retorciéndome para que no llegara su asqueroso miembro a mis adentros. No quería y no iba a dejar que pasara. Seguí gritando, aún a pesar de que sentía la sangre derramarse por mi cabeza y las gotas de sangre golpear el pavimento, no iba a dejar de luchar. Su dedo tenía dificultades para entrar y para salir ya que estaba apretando tanto mi entrada que me dolía más a mí que a él. 

Y entonces escuché el sonido más hermoso en toda mi vida: el sonido de un auto cerca, muy cerca. Se escuchaba la música retumbar de algún lugar y estaba casi segura que era de ese auto. Al parecer Joseph aún no se percataba de eso, así que aproveché. Esperé a que se detuvieran en algún lugar; y así lo hicieron. La música disminuyó lentamente al igual que el sonido del motor del auto. Escuché como las risas de chicos invadían la calle. 

Acumulé todas mis fuerzas y las empecé a llevar hacia mi garganta y hacia mi pecho, era mi única oportunidad para salir de los agarres de Joseph. Miré hacia el cielo rogando que alguien escuchara mi voz y fuera a mi rescate.

– ¡Ayúdenme! ¡Ayúdenme! – grité con todas las fuerzas.

Escuché como empezaron a dudar las voces de los chicos. Grité una vez más hasta que Joseph puso su mano sobre mi boca. 

– ¿Hay alguien ahí? – exclamó una voz.

Se acercaron, sentía sus pasos y podía escucharlos acercándose a mi posición. Una silueta llegó a donde yo estaba. Se quedó atónito ante la imagen y pude ver su gesto de horror.

– ¡Chicos necesito ayuda! – gritó mientras se acercaba cautelosamente hacía Joseph y lo tacleaba sacando su dedo brutalmente de mi sexo. Grité tan fuerte que hasta el chico sintió mi dolor. Mis bragas estaban tiradas en algún lugar del pavimento y mi vestido estaba levantado hasta mi abdomen. – Maldito hijo de puta, te juro que pagarás por lo que le hiciste a esta chica – dijo mientras lo ahorcaba y empezaba a golpearlo en la cara.

Una bola de unos cuatro chicos llegó a auxiliar a mi salvador. 

Empecé a perder la conciencia y solo escuchaba como los chicos hacían quejidos y metían a Joseph al auto mientras que otro se acercaba a mí.

– Lincey, te dije que vinieras conmigo. Todo va a estar bien, princesa. Te lo juro. Pagará por lo que te hizo – dijo su voz con enojo. 

Cerré mis ojos y sentí como sus manos empezaban a subir algo por entre mis piernas, supongo que eran mis calzoncillos. Yo estaba temblando, tenía miedo, no quería que nadie me tocara, pero sabía que Robert lo hacía con cuidado y sin ninguna otra intención. Dejé que me vistiera y me arropara entre sus brazos. Me alegraba escuchar su voz, saber que él y sus amigos me habían salvado, que no estaba entre otra pandilla de desconocidos que hacían un quinteto y todos meterían su semen dentro de mí; no, Robert estaba aquí para ayudarme y lo sabía.

– Robert, súbela al auto. Llévala al hospital mientras nosotros llevamos a este desgraciado a la cárcel – dijo alguien con tono autoritario. – Tom, acompáñalo. 

El tal Tom alcanzó a Robert y lo ayudó a levantarme del suelo con cuidado. Solté un grito ahogado por el fuerte dolor que me inundaba en la cabeza.

Quedé inconsciente después de ese dolor atarante. No quería sentir nada así que preferí caer inconsciente en los brazos de Robert. Era una mejor sensación a sentir los dedos de un depravado dentro de mí o sentí como, sin alternativa, tuve que gritar hasta desgarrarme la garganta. Era mejor caer inconsciente a seguir sintiendo, seguir sintiendo todo el dolor que me causaba recordar las imágenes que me había enviado alguien a mi celular, ver a Justin desnudo junto a otra mujer, otra mujer que no era yo, otra cama que no era ninguna de la que habíamos compartido. Dolía, todo dolía. 

Sentí lágrimas en mis mejillas. 

– Dios mío, ese maldito la azotó hasta abrirle la cabeza.

– ¡Avanza Tom! 

Escuché como el motor se encendía y el auto comenzaba a moverse. La mano de Robert acarició mi rostro y clavó un beso en mi frente.

– Todo va a estar bien, te lo juro.

Solo quería decir algo antes de dormir y no despertar hasta estar en una camilla, con doctores alrededor mío, mi madre llorando y mi padre consolándola. 

– Hagas lo que hagas, no te alejes. No quiero que me dejes.

Y dormí…

DOS CAPS EN UNO. aGRADEZCANME, bah mentira, asi lo hizo Sandy y me dio pereza separarlos xd 

¿Saben que eh notado? que hay nuevas lectoras c: o viejas que apenas estan comentando(? pero las viejas que estaban desde el principio ya ni votan :/  

Sex Instructor » BieberDonde viven las historias. Descúbrelo ahora