CAPÍTULO XXI

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Estoy en un lugar muy lindo. Lo primero que veo es un lago de color azul oscuro y en este el reflejo de los pinos que hay a su alrededor, son muy grandes todos de color verde. Hay un valle extenso, a lo lejos hay unas montañas grandes, en lo alto está el azul del cielo con unas nubes con figuras abstractas y el sol está brillante.

Este lugar me transmite una sensación de tranquilidad, paz y a la vez hay un silencio absoluto. A lo lejos logro ver a una niña correr hacia donde estoy yo, no sé dónde estoy, no sé quién es ella, solo sé que es un lugar muy lindo pero ¿qué hago aquí? Veo como a la niña el viento la golpea, su vestido y cabello se mueven a medida que corre.

Es una niña hermosa, no debe tener más de seis años, es rubia, tiene su cabellito corto con forma de crespos. Corre para acortar la distancia entre las dos, tiene una sonrisa esplendida, a medida que se va acercando puedo escuchar su risa, tiene un vestido blanco y una corona de flores pequeñas en su cabecita. ¿Quién es ella? ¿Qué hace aquí?

Me inclino para estar a su altura, es una niña preciosa. Nunca había visto unos ojos tan azules como los de ella, tiene unas pestañas significativamente largas, su nariz tan pequeñita, tiene una boquita rosadita, es cachetona y tiene un pequeño lunar en la mejilla izquierda. Ella es simplemente hermosa.

En sus manos hay una flor blanca como su vestido, no tiene zapatos y parece no importarle. Se ríe con inocencia, es tan tierna que me derrito de admiración por ella, se acerca a algunas plantas que hay y toma unas cuantas para agruparlas con la rosa blanca que tiene en sus manitas.

— ¿Quién eres? — No me responde.

Se limita a mirarme, me sonríe y sigue tomando algunas florecillas que hay. Me siento en el pasto verdoso a admirar a tan bello ángel que está en frente, eso es lo que es, soy afortunada pues nunca he visto a una niña con aquella belleza angelical. Sobresale en donde quiera que haga acto de presencia, tiene una marca en su mano izquierda.

Se acerca a mí y me toma de la cara, me da un beso en la frente, en los dos ojos y en la punta de la nariz, cuatro besos de un ángel, en el momento que recibo cada beso mi ser se siente en paz, me siento completa, hace tanto tiempo no me sentía de esta manera tan satisfactoria. Me estira el ramo que ha hecho con la rosa y las florecillas del lugar yo las tomo con una sonrisa de oreja a oreja.

Lleva su mano a mi corazón y le da tres golpecitos, su otra mano se posa en mi mejilla y sin más se va corriendo, me deja una sensación de vacío inexplicable. Se va sin decir nada, no sé quién es ella pero su presencia me ha llenado de felicidad absoluta.

Escucho un golpe tan fuerte que me siento de inmediato en la cama, las palpitaciones de mi corazón están a mil, un pequeño temblor se apodera de mis manos es en reacción a estruendo que he escuchado. Bonita manera de comenzar el día, cuando me giro a ver la procedencia del estruendo veo a Sara en el suelo, salgo de la cama y la ayudo a levantarse, su vestido blanco con flores de colores está manchado de café y lo que parecía un delicioso desayuno se encuentra en el suelo.

— Disculpa mi niña, me tropecé con tus zapatos, no fue mi intención despertarte de esta manera. — Dice mientras yo la ayudo a ponerse de pie. — Te quería traer el desayuno a la cama. — La llevo hasta la cama y hago que se siente en ella.

Reviso sus rodillas y están rojas, no se ha raspado pero no quiero que haga más por hoy. Le aplico crema en cada rodilla y masajeo para que se sienta bien, sé que le duele aunque haga caras de que no es así. Comienzo a recoger los trastos y ella intenta ayudarme pero no se lo permito. Termino de llevar el plato y vaso que se han partido a la bandeja de madera en la que venían.

— ¿Te sientes mejor? — Sigue sobándose las rodillas.

— Si mi niña pero yo quería traerte el desayuno. — Tanta ternura en ella es hermosa.

ESTA VIDA Y LA OTRA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora